Capitulo 4 -Parte 4-

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    —¿Qué?— Dije consternada. —¿Qué fue que dijiste?

    —¡Ja,ja,ja,ja! ¿De verdad no lo sabías Madi? ¡Ja,ja,ja,ja! Llevas un buen rato hablando con una muerta ¡Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja! —Su risa ya no solo era la de una lunática. Había algo diabólico en ella.

    —Eso es —me detuve dudosa. —No, no, eso es mentira.
    —¡Ja,ja,ja,ja! Madi toma otro vaso de agua, estás pálida ¡Ja,ja,ja,ja,ja!
    —No, no,no,no, eso es mentira. Tú no eres Yoselin, y nada de esto está pasando en verdad.

    Los ojos comenzaban a arderme, de tanto restregarme las lágrimas, mi nariz era ahora un río de mocos; de lo floja que estaba, sentía que en cualquier momento iba a vomitar.

    —Deja que te cuente Madi —hablo con ese tono burlón —de verdad trate de llevarlo todo yo sola, sin contárselo a nadie, y menos sin contártelo a ti. La culpable de todo.

     Podían pasar los años, pero el recuerdo de ese día me perseguía siempre. Los ojos rojos de Pepe y su asqueroso aliento a licor. Ese asco a mí misma se alimentaba de mi energía, todos los días me acosaba, y no me dejaba en paz en ningún momento.

    Pensé tantas veces en contarle a alguien, pero el miedo y la vergüenza hacían que me congelara. Pepe con sus ojos rojos se convirtió en un fantasma que me acosaba cada noche.

    Cuando comenzaron las pesadillas, todo fue empeorando demasiado rápido. Me despertaba empapada en sudor y con esa horrible sensación de que lo encontraría arriba de mí. Había aguantado muchos años, pero... Aquello ya no era vida, no quería continuar así.

    Fue entonces que comencé a ver la muerte como una hermosa salida de tanto dolor.

    Una mañana que desperté con mis pesadillas recurrentes, decidí que ya no más.

    Entré a mi baño, y reviví ese asqueroso momento. Ya no importaba si estaba dormida o despierta. La pesadilla nunca acababa.

    Me decía a mí misma que lo hiciera. Quería que todo terminara. Ya estaba cansada, no quería sufrir más. Tomé la navaja de afeitar de mi papá y saqué las hojillas del estuche, y con ella comencé a rasgar la carne suave de mis muñecas.

    —No, por favor detenté, no más, ya no más, por favor —rogué llorando.

    —La sangre comenzó a salir por montones Madi, me dolía, me dolía mucho. Pero más dolía seguir cada día oliendo aquel aliento a licor y viendo aquellos ojos rojos en mi mente.
    A los minutos caí desmayada en el suelo, con toda la sangre derramándose en mi cuerpo... Lo había hecho bien, cortes grandes y paralelos a mis brazos, para evitar que trancaran la hemorragia. Fue mi papá quien me encontró, mi mamá lo envió a mi cuarto a buscarme cuando se extrañó, porque no había bajado aún.
    Papá se preocupó al ver que no le respondía, abrió la puerta del cuarto, y al no encontrarme en la cama, supo que solo podía estar en el baño. Cuando tampoco contesté, pateó tan fuerte la puerta que rompió la cerradura.
    Me encontró en el suelo, a su niña. Yo estaba bañada en sangre, muerta sobre un charco rojo que salía del caudal de mis muñecas. Me llevaron a un hospital, pero no sirvió de nada. Yo ya estaba muerta desde antes de salir de la casa, incluso mucho antes de eso... Morí el día que fui violaba en ese baño asqueroso, mientras tú gemías como perra a pocos metros de mí.

    —No, yo no... Lo siento, no sabes cuanto lo siento.
    —Debiste haber sido tú la que pasara por todo eso Madi, debiste ser tú a quien violaran hasta hacerla sangrar, no yo.
    —Perdón, por favor basta, por favor detente.
     —¡Destruiste mi vida Madiel!, ¡tú fuiste la que me mataste, Maldita Puta!. ¡A ti es quien debieron encontrar tirada en el piso! ¡Perra!.

     En lo que Yoselin dijo aquellas palabras, grité del dolor al sentir como se abría la carne de mis muñecas. —¡¿Qué es esto?!— chillé viendo cómo se formaban unas cortadas de la nada, como si en el aire hubiera unas cuchillas que no podía ver, y estas rasgaran mi piel.

    —Ja,ja,ja,ja,ja! ¿TE GUSTA MADI? ¿TE GUSTA COMO SE SIENTE?

    Yo había dejado caer el celular al piso al sentir aquel horrible dolor, pero la escuchaba hablar tan claramente a través de él, como si hubiera activado el altavoz —¡Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja! —reía sin parar mientras yo veía horrorizada los hilos gruesos de sangre que brotaban de mis venas rotas.

    Grité del dolor, presionando mis muñecas contra mi cuerpo, manchándome todo el pecho con aquel coctel rojo de sangre.

    —¡Ja,ja,ja,ja,ja! ¡TE ESTOY ESPERANDO PUTA! ¡TODOS TE ESTAMOS ESPERANDO AQUÍ EN EL INFIERNO PARA ENSEÑARTE EL VERDADERO DOLOR! ¡JA,JA,JA,JA,JA,JA!

    Le di una patada al celular, que lo hizo rodar por todo el suelo, se detuvo al chocar contra la pared de mi cuarto y entonces escuché un «Craaash» que me hizo saber que se había roto la pantalla.

    El teléfono se apagó, quedando todo en completo silencio.

    Las cortadas en mis brazos habían desaparecido.

LOS PECADOS DE MADIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora