Cap 5. Malas Amistades -Parte 1-

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    Madiel dejó caer suavemente su cabeza sobre la mesa. Puso sus manos arriba de la nuca mientras lloraba desconsoladamente. Valentina sentía una horrible acidez en el estómago, y compartía esa sensación de impotencia y rabia que Madiel describió minutos atrás.

    Madiel continuaba llorando sin levantar la cabeza. Esa posición hizo que Valentina recordara cuando se quedaba dormida en clases sobre su pupitre.

    —¿Madiel? —dijo Valentina, —¿Te encuentras bien?— Pero Madiel solo continúo con su llanto. Valentina buscó con su mirada a la doctora Francis, ella seguía en su silla. Pero no anotaba nada en su cuaderno, solo veía con preocupación a Madiel. "¿Por qué no detienes esto?", pensó Valentina, observando a la doctora. "Levántate de esa silla y termina la entrevista... Dile a la cámara que Madiel no está bien y tiene que tomar sus medicinas", pero Francis no se movía.

    —Madiel podemos parar y tomar un descanso.—dijo Valentía. Solo entonces Madiel se levantó y volvió a mostrar su rostro. Aun tenía los ojos cerrados, su labial rojo se había corrido y había dejado una mancha en la mesa.

  Madiel Inhalaba, mantenía el aire... exhalaba.

    Tres veces repitió Madiel aquel ejercicio de respiración. Abrió los ojos y negó rápido con la cabeza. 

    —No quiero parar, puedo seguir —dijo.
    —Madiel si lo que me estás contando es cierto, —Valentína se detuvo un segundo— Con respecto a la violación de Yoselin. Debemos denunciar ante las autoridades. Eso no puede quedar impune.

    —Pepe está muerto —respondió Madiel. —Tuvo un accidente en una moto, fue meses antes de que yo descargara ABNF. Conducía por una avenida, borracho y con un grupo de varios motorizados. Creo que venían de algún evento. Pepe trató de hacer piruetas en su moto, mientras iba a gran velocidad. Levantó la moto con el caucho trasero y rodó varios metros hasta que perdió el control.

    En la isla de la Avenida habían puesto macetas enormes de concreto, con palmeras de jardín. La cabeza de Pepe impactó directamente con una de esas macetas, no llevaba casco, su cráneo crujió como un huevo. Todo quedó grabado en un celular de uno de sus compañeros, fue muy viral en Facebook y TíkTok. Yo no llegue a verlo hasta que ya estuve aquí internada.

    Valentina volvió a mirar a Francis. Ella ahora volvía a escribir en su cuaderno.

    —Madiel.—dijo Valentina. —Igual que con lo que me contaste sobre Royer, te pregunto; ¿había alguna información? Bien sea un chat o documento en tu celular, ¿que la aplicación pudiera utilizar para conocer todo el tema con respecto a Yoselin?

    —Nada —dijo Madiel —antes de esa noche no sabía nada sobre lo que había ocurrido con Yoselin.
    —¿Cómo pudo ser posible? ¿De verdad Yoselin no te contó nada al día siguiente? —Madiel miró a un costado ante la pregunta de Valentina, mostrando en su rostro vergüenza y culpa.
    —Cuando encontré a Yoselin en ese mueble inconsciente —Madiel cerró los ojos y suspiró de nuevo, —de verdad no pensé... digo. No quise creer que había pasado algo malo.

    Yoselin estuvo media hora recostada en ese sofá, hasta que por fin decidí que era mejor irnos. Pepe no apareció más en toda la noche, y fue Alberto. El muchacho con quien yo dormí esa noche, quien nos llevó a las dos en su carro. Entre los dos metimos y sacamos a Yoselin, nos reíamos como estúpidos durante todo el trayecto, como si todo fuera parte de una travesura. Me besé con Alberto 20 minutos en el auto antes de que entráramos a la casa.

    De verdad no sé cómo no despertamos a nadie esa noche, llevé en mi hombro a Yoselin, caminando lentamente hasta su habitación, la acosté en la cama y le quité los zapatos, la arropé hasta el cuello y me acosté a su lado, durmiéndome enseguida.

    Cuando desperté a la mañana siguiente, Yoselin no estaba en la cama. Me dolía la cabeza por la resaca y tenía un horrible sabor de boca. Era domingo, así que imagino que su mamá decidió dejarnos dormir hasta tarde. Cuando vi mi celular ya casi era medio día.

    Salí de su habitación y escuché el agua de una regadera cayendo. Me acerqué a la puerta del baño y pegué mi oreja a la puerta. Pude escuchar a Yoselin llorando adentro.

    —¡Yose! —llamé fuerte. —¿Amiga estás ahí? —se quedó todo en silencio, solo escuché el agua caer durante unos segundos.
    —¡Sí! ¡Madi!, ¡Aquí estoy! —dijo ella desde dentro.
    —¡Apúrate por favor!... ¡Tengo que orinar!— No me quedé a esperar ninguna respuesta. Fui a la cocina y me lavé la cara en el lavaplatos. Sus papás no estaban en la casa, tenían la costumbre de ir cada domingo a hacer mercado en una feria de verduras. Se habían ido y nos dejaron solas.

    No sé cuanto tiempo llevaba Yoselin adentro de esa ducha. ¿Tal vez si me hubiera quedado a esperarla? La habría encarado cuando saliera y me contaría todo, pero... Cuando revise mi celular buscando si Alberto me había escrito, encontré un mensaje de mi mamá enojada; <¿Dónde coño estás? Dijiste que estarías aquí antes de las 10 de la mañana>. Me levanté de un salto del comedor y volví corriendo hasta la puerta del baño otra vez.

    —¡Yose tengo que irme ya!, ¡mi mamá está molesta!— Otra vez solo escuchaba el agua caer de la ducha. Las ganas de orinar se habían ido, o por lo menos se pausaron hasta que yo pudiera llegar a mi casa.

    —¡Está bien Madi! —Escuché su voz dentro del baño: —¡Vete tranquila, antes de que te metas en problemas con tu mamá!

    —Yose... ¿Estás bien? ¿Creo que te escuche llorando hace un momento? —Le pregunté.

   Me quedé ahí parada por casi un minuto esperando su respuesta.

    —¡Si claro!, ¡no te preocupes Madi!
    —Tengo tantas cosas que contarte de anoche Yose, por favor, me escribes cuando salgas del baño— No hubo ninguna respuesta.

    —¡Adiós amiga!, ¡Te quiero! —dije antes de salir. Tampoco me respondió, solo escuché el sonido de la ducha.

    Nunca volvió a escribirme desde ese día.

LOS PECADOS DE MADIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora