Prólogo

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En la parte más oriental del desierto de Tanaris estaban las cavernas del tiempo, hogar del imperecedero Vuelo de Bronce. Por mucho tiempo este lugar se había mantenido tranquilo al menos en la superficie pero hoy era diferente.

Un extraño habia incursionando al territorio de los dragones de bronce cubierto por una capa oscura que le hacía pasar desapercibido como una sombra invisible. Las caóticas corrientes del tiempo fluctuaban como una marea impredecible y peligrosa pero la figura humanoide se movía con gracia mientras las runas danzaban a su alrededor protegiéndole del absoluto poder del tiempo. Cada metro que avanzaba provocaba que las runas brillarán con más intensidad con varias de ellas rompiéndose de vez en cuando en varios fragmentos de luz.

Pero el intruso no se rindió mientras susurraba un encantamiento provocando que la luz que rodeaba su cuerpo se fortaleciera y esta vez se mantuviera como una barrera inamovible. Una tras otra las defensas de la guarida fueron burladas hasta que finalmente se detuvo en medio de una gran sala similar a un templo antiguo. Su mano se movió haciendo un gesto de agarre provocando que un destello de luz azul iluminara levemente la cueva con la aparición de un elegante báculo de madera; en el extremo del ornamentado baculo una piedra azul brillaba de forma antinatural bajando la temperatura de toda la cueva al instante mientras el suelo arenoso se cubría de escarcha blanca.

«Interesante. Un mortal se ha internado tanto en mi territorio enfrentando tantos peligros. Admirable»

La arena que conformaba el suelo del templo se empezó a reunir hasta tomar la forma de una cabeza de dragón. Dos grandes gemas preciosas hacían de ojos mientras brillaban con la magia fluyendo a través de ellos. Parecían contener una sabiduría infinita, como si hubiese vivido desde que la historia se llamaba historia. Su voz parecía mover el mismo tejido del tiempo mientras una corriente de viento golpeaba al intruso volndo su capucha y revelando un hermoso rostro enmarcado por largos mechones de cabello blanco grisáceo con una franja de rubio delante. Dos ojos azules fríos como cristales de hielo que parecían reflejar la profundidad del mar se fijaron en el dragón sin mostrar una gota de miedo.

«Jaima ProudMoore, Hija del Mar. Dime, a que debo el honor de tu visita»

La voz etérea del dragón resonó por toda la cueva. Jaina podía notar las curiosas miradas de los dragones que estaban acostados de forma perezosa en las alturas donde se podían notar profundas depresiones en la roca a forma de panal de abejas.

-Nozdormu, Maestro del Tiempo. Dragón Aspecto del Vuelo de Bronce he venido a ti para pedir tu ayuda.

La armoniosa voz de Jaina resonó por toda la cueva atrayendo las indignadas miradas de los dragones de bronce en las alturas. No más de uno de ellos se hizo notar con un gruñido amenazador. Se atrevía a penetrar en su guarida, presentarse frente a su lider y aún así tener el descaro de pedir su favor.

«Te atreves»
«Tienes suerte de que te dejemos con vida»
«Da la vuelta y vete hechicera humana»

Varios comentarios similares fueron pronunciados desde las alturas haciendo eco en la cueva pero se silenciaron cuando Jaina levantó la mirada. Ellos lo notaron, la hechicera tenía algo diferente, podían notar la decisión en su mirada y por primera vez en siglos volvieron a sentir algo que creían haber olvidado; el miedo por sus vidas. Nozdormu se mantuvo en silencio con su vista fija en la hechicera, solo pudo sonreír internamente al notar el terrible poder que emanaba. Si visita obviamente no le era inesperada pero incluso ante su omnipotente vista parecía haber algo que había pasado por alto.

«Te escucho hechicera. Dime, ¿Porqué debería de ayudarte?»

-Quiero que me ayudes a salvar a Arthas.

Arthas: Redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora