Capitulo 4

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El grupo no había descansado mucho y habían partido directamente hacia Andorhal. Los soldados comían raciones de emergencia como carne ceca y algunos trozos de hogazas de pan y queso que quedaban. Arthas se sentía culpable por forzar tanto a sus hombres obligándolos a esta situación, pero era necesario y ellos lo sabían. La misma Jaina había de alguna forma logrado quedarse dormida recostada a su caballo pero nadie hizo el intento por despertarla una vez logró su tan merecido descanso; después de todo en la batalla anterior había realizado un despliegue de poder impresionante. Los magos extraían sus poderes de una fuente distinta pero aún así seguían siendo humanos.

Su misión era descubrir lo qué estaba ocurriendo con esa peste y detenerla. Pero Arthas se había dado cuenta de que la situación era peor de lo que había pensado en un inicio. Los nigromantes, el grano infectado y los muertos vivientes; todas las piezas iban encajando poco a poco pero sentía que todavía faltaba algo. No podría estar tranquila hasta llegar y ver con sus propios ojos el estado de la ciudad.

Entonces vió la nube de humo negro que se alzaba como una columna hacia el azul firmamento antes de llegar a las puertas de Andorhal. El olor a quemado era un presagio de muerte que ya todos los presentes esperaban, pero sabían que aún en la muerte los ciudadanos eran una amenaza.

El capitán Falric acercó su montura a la de la maga dormida con algo de duda pero finalmente se decidió por despertarla.

-Lady Jaina, despierte —llamó en voz baja— ya llegamos a Andorhal.

La maga ya se había despertado apenas el inconfundible olor a humo y muerte llegó a su naríz pero fingió despertar y mirar con algo de sorpresa las destrozadas puertas de la ciudad.

-Gracias capitán Falric, disculpe que me halla quedado dormida —se disculpó Jaina con una pequeña sonrisa.

-No se preocupe Milady, merecía descansar un poco. Nos esperan muchas otras batallas por delante... —Falric miró a Arthas el cual cabalgaba al frente de la tropa— ...y el principe necesita su apoyo.

Ambos se quedaron en silencio luego de eso y sin decir una palabra aceleraron el paso para seguir a Arthas el cual había espoleado su montura atravesando las puertas de la ciudad con rapidez.

A su alrededor no había más que edificios calcinados con la madera negra todavía emitiendo un humo asfixiante que formaba una extraña niebla. Al parecer era muy tarde ya que no podían detectar rastros de seres vivos o muertos por las inmediaciones. Pero Jaima sabía que esto no era cierto, justo en este momento conocerían a una de las principales herramientas de la legión que causaron el terror de la plaga.

-Creo que es a mí a quien buscan, hijos míos —dijo alguien con una voz cálida.

El viento cambió de dirección y se llevó el humo revelando una silueta oscura. Jaina entrecerró los ojos que estaban algo irritados por el humo analizando la figura que se había revelado envuelta en una túnica negra y que permanecía de pie muy cerca de ellos. A pesar de que el rostro del nigromante apenas se entreveía bajo la sombra que proyectaba su capucha, ella pudo distinguir la sonrisa de suficiencia y entendió mucho mejor la ira de Arthas hacia el antiguo miembro del Kirin Tor.

-Y me han encontrado. Soy Kel’Thuzad.

Arthas siguió sujetando con fuerza su martillo desviando ligeramente su mirada para ver de reojo la reacción de Jaina pero solo pudo notar su absoluta tranquilidad ante esta situación. No parecía nada sorprendida y eso le hizo fruncir el seño mientras atendía al nigromante el cual parecía tener algo que decir.

-He venido a hacerles una advertencia —aseguró el nigromante— Dejen las
cosas como están o su curiosidad los llevará a la muerte.

Hubo un silencio momentáneo mientras la tención en el ambiente crecía. Justo cuando parecía que Arthas iba a atacar una voz severa que el principe casi ni reconoció como su amiga de la infancia resonó con autoridad atrayendo la atención del nigromante.

Arthas: Redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora