En los bosques de Quel'Talas el campamento que los elfos rebeldes utilizaban como base principal había sido finalmente descubierto por las fuerzas de los recien nacidos Kore'Dorei y sus ejércitos marchaban por el bosque muerto liderados por el príncipe Kael'thas. El viento gélido que se había vuelto tan omnipresente en este paramo en que se había transformado el la tierra elfica, sopló trayendo un repugnante olor a muerte y putrefacción. La tierra agonizaba agrietandose para exudar una vil aura de color verde que generaba una especie de niebla venenosa en el suelo.
Miles y miles de aberraciones marchaban al frente del ejército como carne de cañón pero detrás se podía ver el verdadero ejército. Hileras tras hileras perfectamente organizadas de elfos perfectamente alineados que marchaban sin descanso, como si nada en este mundo pudiera detener su avance. Sus armaduras habían sido pintadas de negro y "bendecidas" en la Fuente del Sol Corrupta, lo que le daba a esos soldados un aura de letalidad fría como la de una inmisericorde espada que estaba lista para iniciar una masacre.
En el cielo se podían ver sombras oscuras moviéndose con ligereza, eran los jinetes de Dracohalcones que servían al nuevo Rey Kael'thas. A diferencia de de la nobleza con la que vivían esas criaturas en el pasado, ahora sus ojos brillaban con locura, sus mentes nubladas por la energía de la fuente. Tanto los jinetes como sus monturas parecían volar para y por una sola razón: traer muerte a los vivos.
Al frente de todo ese ejercicio se podía ver una brillante criatura sobrevolando incluso más alto que los Dracohalcones, las llamas que componían su cuerpo le hacían parecer como una estrella. Una estrella que traía presagios de presagios de muerte para la facciones que se resistía al jinete de Al'ar. Sobre su espalda se podía ver a un noble elfo que miraba con arrogancia las tierras que se extendía frente a él. Sus ojos eran fríos y tranquilos como un lago helado pero su mente estaba algo intranquila mientras miraba la espada en que llevaba en su mano.
En el pasado se habría horrorizado por semejante masacre, la inevitable caída de su raza, la eventual muerte de su padre. Pero no podía sentir nada. Su corazón estaba tan vacío como ese agujero que Sylvanas le había abierto en el pecho aquél día que lucharon en la fuente. Era realmente incapaz de compadecerse de aquellos a quienes había amado y jurado proteger.
«¿Estás dudando joven rey?»
La voz de Agonía de Escarcha resonó en su mente aplacando un poco su confusión. Bajó la mirada para contemplar como en la distancia las fuerzas rebeldes compuestas en su mayoría por no combatientes se preparaban para resistir. Él sabía que era inútil, todos morirían en cuanto el diera la orden. Ese ers el tipo de poder que manejaba actualmente, uno capaz de decidir el futuro de toda una raza, uno capaz de sacudir todas las tierras del Este y más allá.
-No, haré lo que tengo que hacer —afirmó, con su pelo moviéndose ante una rafaga de viento.
Su mano acarició el cálido cuello de Al'ar, su fiel compañero y sonrió apartando esos pensamientos de su mente. Las chispas de "humanidad" que quedaban en su interior habían sido disipadas casi en su totalidad cuando la general forestal destruyó su corazón. Ahora estaba vacío y solo se movía con el propósito de obtener más poder y de ser posible, obtenerla a ella.
«Les diste la oportunidad de rendirse. Le diste incluso a tu padre la oportunidad de reinar a tu lado pero la rechazaron. Si les permites vivir, serán un obstáculo para nuestros planes»
Kael'thas no dijo nada ante las palabras del Rey Lich. El ejército debajo de él se había detenido esperando instrucciones y las fuerzas de la resistencia estaban listas para plantar una desesperanzada resistencia.
Agonía de Escarcha apuntó hacia el campamento de los Altos Elfos, específicamente a una sección del improvisado muro defensivo donde Anasterian estaba parado. Sus miradas a pesar de la distancia parecieron cruzarse por un momento, pero él no dudó, ya no más. Las runas talladas en la hoja de la espada emitieron un brillo tenebroso mientras sus labios se movían susurrando unas palabras que marcaron el inicio y el fin de todo.
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Arthas: Redención
FanfictionCuando una plaga de no-muertos amenazó todo cuanto amaba, Arthas se embarcó en una misión de trágicas consecuencias en busca de una hoja runica lo bastante poderosa como para salvar su patria. Sin embargo, poseer esa espada que tanto ansiaba conllev...