Capitulo 20

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Un viejo mago ataviado con largas tunicas, estaba parado en el balcón de una de las grandes agujas de Dalaran. Sus ojos cansados miraban con pesar la masa negra de muerte que se arremolinaba fuera de los muros de su ciudad. Casi podía escuchar los lamentos de los muertos a pesar de la distancia.

Con su mano derecha acarició su larga barba blanca como si estuviera meditando sobre algo a lo que en aparecia, no le encontró respuesta, ya que dejó escapar un cansado suspiro de resignación.

De nada servía lamentar las malas decisiones del pasado, no podía retroceder y hacer caso a ese extraño hombre que le aconsejó viajar a Kalimdor.... ya era muy tarde. La muerte profetizada estaba en sus puertas, pero algo le decía que a esto no era a lo que se refería ese mago aquél día. Sentía que habían planes mayores tras bambalinas, una conspiración capaz de sumir en Caos todo Azeroth.

 Sentía que habían planes mayores tras bambalinas, una conspiración capaz de sumir en Caos todo Azeroth

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Por suerte no arrastraría a personas inocentes a las consecuencias de su fatal error de juicio. Había evacuado la ciudad en preparación para esta batalla, no creía que perdería, pero no tomaría el riesgo después de presenciar la caída de Quel'Thalas y el destino de sus habitantes.

En este mundo existían cosas peores que la muerte, y eso era, no poder encontrar descanso incluso en el regazo de la misma.

Los elfos eran arrogantes pero su nación era tan poderosa como Lordaeron. Su caída fue la mayor y única advertencia que necesitaron para empezar a tomar medidas. Aún así, habían subestimado a su enemigo y este había cortado a través del territorio directo hasta la ciudad de Dalaran, dejando un rastro de sangre y destrucción a su paso mientras hacían crecer sus fuerzas. Lo que les había llevado a la situación actual.

Fuertes explosiones sacudían los escudos mágicos de la ciudad, estos no resistirían mucho tiempo ante esa potencia de fuego constante pero durarían lo suficiente como para tener la esperanza de refuerzos. Los preparativos si bien no estaban completamente listos, serían suficientes para aniquilar a cualquiera que intentara poner un pie en su ciudad. Aunque cayera este día, se aseguraría de llevarse por delante la mayor cantidad de enemigos posible.

-Maestro... —la respetuosa voz de Jaina se escuchó a su espalda— ...me gustaría quedarme a ayudar.

Antonidas no volteó a verla pero la arrugada mano que acariciaba su espesa barba se quedó paralizada en su lugar por un momento. La duda brilló en sus ojos al escuchar la voz de la niña que tanto había cambiado desde que empezó la guerra, tanto que en algún punto le había echo sospechar sobre su identidad. El cambio de color del cabello ciertamente se podría deber a la sobreexposición a la magia Arcana, pero los cambios de aspecto eran lo de menos, un simple error en algún experimento podría tener peores resultados que una decoloración.

Lo que le llamaba la atención era el cambio de actitud de su alumna. En general era igual, pero se notaba una madurez mental que antes no existía; ese tipo de cambio tan fundamental en la personalidad no se podía lograr en tan poco tiempo sin importar lo que hubiera ocurrido.

Arthas: Redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora