Capitulo 6

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A las afueras de Vega del Amparo una gran batalla estaba siendo librada.

El mismísimo Arthas Menethil encabezaba el grupo que defendía las puertas. Balanceaba su martillo con fiereza, despedazando una tras otra a las inagotables criaturas que cargaban contra la ciudad. El poder de la luz fluía por su cuerpo revitalizando y fortaleciendo su cuerpo pero sus energías estaban mermando poco a poco. Varios mechones de cabello rubio se habían pegado a su rostro por el sudor, manchandose de un color opaco con el polvo levantado en la refriega. En algún momento llegó a tener que esforzarse para mover sus cansados brazos y balancear el martillo del que tantas veces se había vanagloriado de poder mover con suma facilidad a pesar de su peso.

-¡Resistan! —gritó sobre el ruido de la batalla haciendo retroceder el agotamiento a pura fuerza de voluntad— ¡Somos hijos de la luz y no cederemos ante la oscuridad!

Su mente retrocedió a hace unas horas cuando llegó a Vega del Amparo buscando encontrar a Jaina. En cambio sólo se topó con un grupo de hombres y enanos armados con rifles luchando contra los muertos que de alguna "misteriosa" manera se habían levantado para atormentar a los vivos. La situación era esperada pero para su mala fortuna una legión de no-muertos se había movilizado para atacar la ciudad obligándolo a retroceder hasta las puertas y luchar para tratar de impedir que penetraran en la ciudad. Solo podía hacer eso, hasta que diera su último aliento no permitiría que esas criaturas penetraran la linea defensiva y atacaran a sus súbditos para transformarlos en aberraciones al servicio de ese Señor del Terror.

El comienzo de la batalla dejó en claro que Jaina no estaba, sumando una preocupación más a su mente, pero el principe confiaba en ella. Si se había ido era porque había descubierto algo urgente. Aún así no estaba luchando esta batalla solo, para su sorpresa las fuerzas de defensa de la ciudad habían dado una respuesta increíblemente rápida al ataque.

-¡Que el flanco derecho retroceda¡ —un grito entre la multitud lanzó ordenes a diestra y siniestra— Escuadrón 2, muevan sus traseros hasta la linea defensiva y elimines esa vomitiva abominación.

El gobernador Taelan Vadín luchaba protegiendo otra sección de la linea defensiva. Sus hombres habían actuado rápido y se habían movilizado en respuesta a la legión de muertos pero carecían del poder de fuego estratégico que representaban los poderosos magos de Dalaran, ese problema de logística molestaba a Arthas. Pero aún así bajo la dirección del paladín y con la vital ayuda del príncipe de alguna forma lograban resistir pero eran superados en número como mínimo 10 a 1, la victoria estaba lejos de lograrse incluso en sus sueños más optimistas.

Aún así, la derrota no era una opción. Taelan le había informado que Jaina había estado en la ciudad y había quemado casi todo el grano procedente de Andorhal salvandolos de una letal epidemia. Eso había jugado a su favor, ya que no tuvieron que dividir sus fuerzas ni temían que sus aliados de repente volvieran su espada contra ellos bajo la influencia de la magia oscura que obraba en los no-muertos. Solo quedaba rezar a los Dioses por un milagro o caerían ante la marea de muerte.

-¡Por la Luz! —gritaba mientras balanceaba su martillo

Sus brazos estaban cubiertos de una pegajosa sustancia fetida color negruzco hasta el codo y brillaban a la luz del sol. Su rostro arrugado en una mueca por el esfuerzo pero no retrocedía, con sus hombres formando un inquebrantable muro de acero a su espalda, el se mantuvo firme como una montaña.

-¡Por Lordaeron! —gritaron sus hombres— !Por el príncipe!

Arthas en algún momento había empezado a moverse de forma automática. Su noción del tiempo en algún momento había empezado a difuminarse, ralentizarse e, incluso, detenerse; la repugnancia inicial por su armadura bañada en los putridos fluidos que liberaban los muertos vivientes al ser destrozados con su martillo habían desaparecido sustituidos por un sentimiento indiferente. El miedo, la noción de un pasado y un futuro, cualquier pensamiento innecesario e incluso su cuerpo habían quedado en un segundo plano dejando solo el presente, el aquí y el ahora. Uther le había hablado de este sentimiento, cuando uno se embriaga de la guerra, de la matanza; la fiebre de combate.

Arthas: Redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora