Apartado de todos los problemas de Azeroth, lejos de la vista de los Dioses y todos esos seres de gran poder que tejían planes para enfrentarse entre ellos, existía un mundo gélido. El blanco había cubierto toda su inmensa y basta superficie dejándola desprovista de toda vida, o al menos eso era lo que cualquier transeúnte común pensaría. Para muchos este frío era solo un infierno, pero para los elementales de agua, este era el paraíso.
Entre las cordilleras montañosas que habían nacido con las guerras elementales de hace milenios, existía un hermoso palacio de cristal que se alzaba dominante. Sus torres como agujas perforaban la atmósfera como gigantes imponentes que se mantenían a pesar de los huracanados vientos que azotaban con ira la zona.
Dentro de la estructura a pesar de lo que cualquiera podría pensar, la temperatura era favorable para la vida humana.
Jaina de primera mano comprobó eso al poner un pie en la bella estructura. En un principio, cuando Sephir le ofreció llevarla a su hogar, la maga estaba preparada para ser llevada a una cueva gélida donde incluso sus huesos se helarían por el frío. Para su sorpresa, se encontró dentro de este cálido palacio de cristal. La temperatura interior era muy agradable y aunque no había mucha variedad en los colores, el castillo completo parecía haber sido tallado a mano por los mejores maestros artesanos a partir de un solo bloque de hielo. Hermosas esculturas de diversas criaturas que recordaban a los dragones adornaban los pasillos.
Era un inolvidable espectáculo para la vista.
Aunque la verdad el tamaño de la masiva estructura era abrumador. Los corredores tenían más de 10m de altura y eran lo suficientemente anchos como para que varios carruajes transitaran por el interior. Muy adecuado para los elementales que en este plano habían alcanzado dimensiones más allá de lo normal.
Sephir era el más claro ejemplo.
Ella ni siquiera parecía un elemental. Al menos la maga era incapaz de relacionar su aspecto con uno.
-Este lugar, es hermoso... -halagó Jaina mientras caminaba guiada por un par de enormes elementales de hielo.
Estos dos gigantes azules medían alrededor de 12 pies de altura. Sus cuerpos estaban cubiertos por una armadura compacta de hielo que estaba compuesta por un par de enormes hombreras; unos brazales que parecían tener tallados en su superficie varias runas y algo similar a un peto compuesto de varios bloques de hielo que protegía su torso, probablemente una defensa natural para proteger sus núcleos.
Al igual que el resto de los elementales, no tenían pies, un pequeño tornado de hielo y nieve les permitía mover sus masivos cuerpos con una suavidad hipnótica.
«Fue creado hace dos mil años por nuestra señora el día que triunfamos sobre los otros señores elementales»
Una voz eterea resonó en el pasillo. Instintivamente Jaina levantó la mirada solo para encontrarse con los brillantes ojos azules de uno de los elementales que le había girado su cabeza para responder a su comentario. A través del yelmo de hielo, sus ojos emitían un brillo amenazador que cumplía su objetivo de imponer miedo.
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Arthas: Redención
FanfictionCuando una plaga de no-muertos amenazó todo cuanto amaba, Arthas se embarcó en una misión de trágicas consecuencias en busca de una hoja runica lo bastante poderosa como para salvar su patria. Sin embargo, poseer esa espada que tanto ansiaba conllev...