Capitulo 2

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Aquella noche el grupo montó el campamento antes del crepúsculo en un pequeño claro cerca de la carretera. La luna no brillaba en el cielo esa oscura noche, solo las estrellas centelleaban en la oscuridad de ébano que se alzaba sobre ellos.

Jaina miró al grupo de soldados y sonrió mientras tronaba los dedos liberando una chispa dorada que encendió el fuego en el campamento iluminando el claro en un instante. El calor de la llama hizo sonreír a los soldados pero su sonrisa se transformó en júbilo al ver como ella conjuraba una variedad de deliciosos panes y extravagantes bebidas. Luego de eso les hizo un gesto para que comieran.

-mañana será un día largo, deberían disfrutar la noche... "Mientras puedan"

La maga se reservó las últimas palabras para si misma mientras miraba como el capitán Falric lo miraba con una obvia interrogante después de todo estaban de servicio, no podían beber. El resto de los hombres recuperaron la compostura y se quedaron quietos esperando hasta que Arthas se acercó al barril de bebida y lo golpeó con su mano ligeramente.

-beban con moderación, mañana tenemos trabajo.

Los hombres se rieron felices (exceptuando al elitista Falric que miraba el barril de bebida como si fuera un Orco)  y prepararon el resto de la comida de manera solícita: ensartaron los conejos en el espetón y sacaron la fruta de las alforjas. El vino corrió de mano en mano y daba la sensación de que se trataba más de un grupo de camaradas que disfrutaban de una velada juntos, que de una unidad de batalla que investigara una peste mortal. Incluso el buen Falric fue obligado por Arthas y algunos hombres entusiastas a beber hasta casi caer.

Jaina que estaba sentada un poco apartada del grupo. Tenía la mirada fija en el manto de estrellas mientras sonreía escuchando a los hombres contar historias y reir entre ellos inconscientes de la gran y cercana amenaza que acechaba en las sombras. Entonces escuchó los pasos de él, ella ya sabía que iba a venir y no le rechazó cuando se ofreció a servirle mas vino. La maga sostuvo la copa mientras el príncipe le servía y, a continuación se tomó todo de un trago provocando que sus ojos lagrimearan y sus mejillas se sonrojaran ante el fuerte sabor del alcohol que recorrió su garganta como fuego dejando una sensación seca.

-Un... —se interrumpió al notar su voz ronca, tosiendo para tratar de recuperarse. Este cuerpo no estaba adaptado a beber de esa forma— ...buen vino Arthas.

Arthas que estaba algo atónito por la escena solo pudo reir mientras se sentaba y le volvía a llenar la copa para luego, el mismo dar un gran trago directamente de la jarra. Algo impropio de un príncipe pero tampoco era que le importara mucho.

-Alguna ventaja tenía que sacar de ser principe —replicó este sin perder su sonrisa graciosa ante el aspecto de Jaina luego de beber toda la copa de un trago.

Arthas estiró sus largas piernas y se tumbó junto a ella, con uno de los brazos colocado detrás de la cabeza a modo de almohada mientras con el otro sostenía con firmeza la jarra sobre el pecho al tiempo que contemplaba las estrellas.

—¿Con qué crees que vamos a encontrarnos? —inquirió Arthas.

Jaina ya esperaba esa pregunta. Había pensado una y mil veces en si debía contarle todo de una vez, sabía que él creería en ella o al menos intentaría hacerlo, pero no podía hablar. Contarle sobre el futuro podría crear una onda en el tejido del tiempo, alterar los eventos futuros a un punto en que se escaparan de sus más alocadas predicciones. Y por si fuera poco la advertencia de Nozdormu seguía grabada en el fondo de su mente como un recuerdo que volvía cada vez que estaba al ceder ante la tentación en revelar todo y saltar a los brazos de su amado.

—No lo sé. Si lo supiera, no me habrían enviado a investigar. Aunque dudo mucho que tenga algo que ver con los Orcos y los demonios... al menos a los que adoran.

Arthas: Redención Donde viven las historias. Descúbrelo ahora