Con las puertas de Dalaran reducidas a escombros, la verdadera batalla comenzó de una vez por todas. Miles de criaturas aberrantes, nacidas de los poderes necrománticos de Kael'thas, se abalanzaron como un tsunami de muerte sobre las calles de la ciudad. Pero en lugar de encontrar una ciudad indefensa, se toparon con un determinado muro de acero que bloqueaba su avance.
Cientos de soldados en formación esperaban la llegada del enemigo bloqueando cada una de las rutas que el enemigo podía utilizar para adentrarse más profundamente en la ciudad. En cada uno de los bloqueos establecidos por las fuerzas de Dalaran, la formación estaba abierta, con un carabinero sosteniendo un fusil de chispa enano entre cada soldado de infantería. La calle principal que era la ruta más rápida hacia el corazón de la ciudad, estaba protegida por una tropa mucho más numerosa. Al frente de dicha la formación se erguia un guerrero de armadura dorada cuya espalda portaba una capa azúl con el escudo real de Lordaeron, su yelmo se asemejaba a la cabeza de un león rugiente, una figura imponente que parecía inamovible. En su mano derecha sostenía un pesado martillo de guerra, su arma predilecta como paladín de la Mano de Plata.
Levantando su martillo como si pesara menos que una pluma, apuntó a la legión de muertos vivientes
-¡Fuego! —ordenó con voz firme.
El estruendo de los disparos resonó como truenos por las calles, el eco resonando en la distancia. Pequeñas nubes de humo se elevaron, impregnando el aire con un intenso olor a pólvora. Los cuerpos de las desafortunadas criaturas volaron en pedazos al contacto con los proyectiles de las armas enanas, sin ofrecer resistencia alguna. Incluso si estuvieran recubiertos con armadura, muy probablemente morirían al recibir esos disparos de frente.
Los carabineros soltaron su fusil dándoselo a un asistente a su espalda para su recarga, a la vez que recibían uno cargado para otra ronda de fuego. El rugido de los disparos resonó desde todas las direcciones señalando que todos los puntos ya estaban bajo ataque. Pero incluso en ese momento la mente de Arthas se mantuvo en una fría calma, no se podía dejar llevar por las emociones, la vida de estos hombres estaba en sus manos.
Solo debían resistir. Tenían la ventaja territorial ya que la barrera establecida por la combinación de tres archimagos le estaba generando un daño constante a los muertos. Estaban lo suficientemente debilitados como para poder luchar una guerra defensiva a pesar de la defensa numérica. Si corrían con suerte, los refuerzos de Lordaeron llegarían a tiempo.
-¡Escudos! —Gritó Arthas cuando vió que los muertos vivientes ya estaban a una distancia peligrosa.
Los carabineros retrocedieron de forma organizada, siendo sustituidos por soldados de infantería. El ruido coordinado de las articulaciones metálicas de las armaduras en movimiento fue como música para los oídos de Arthas. Los soldados cerraron la formación de escudos y colocaron las lanzas de forma casi perfectamente simétrica, apuntando al frente. Las ventanas de las casas cercanas se abrieron con la boca de fusiles asomándose, los carabineros se habían colocado en lugares altos para dar fuego de apoyo.
Arthas observó con atención cómo las criaturas se acercaban, sus ojos brillando con una mezcla de determinación y furia contenida. Sabía que la batalla sería larga y ardua, la victoria parecía un sueño lejano tan difícil de alcanzar como el reflejo de la luna en la superficie de un lago, pero no permitiría que Dalaran cayera. No en su guardia.
El príncipe tomó aire y con un rugido que resonó por encima del clamor de la batalla, levantó su martillo lanzando un pesado golpe de abajo hacia arriba que conectó con la mandíbula de uno de los muertos vivientes. Al mismo tiempo deslizó su pie izquierdo colocándolo detrás del derecho, logrando así inclinar su cuerpo lo suficientemente para evadir una horca que apuntaba a su costado; sin mucho esfuerzo agarró la cabeza de su atacante con la mano izquierda y canalizó la luz. La cabeza del primero voló en pedazos mientras que el cuerpo del segundo cayó al suelo inherte con su rostro visiblemente quemado.
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Arthas: Redención
FanfictionCuando una plaga de no-muertos amenazó todo cuanto amaba, Arthas se embarcó en una misión de trágicas consecuencias en busca de una hoja runica lo bastante poderosa como para salvar su patria. Sin embargo, poseer esa espada que tanto ansiaba conllev...