Luego de ese descubrimiento en las granjas y graneros situados en la periferia del pueblo, Arthas tenía clara su misión: debían encontrar y destruir todos los graneros infectados antes de que fuese demasiado tarde.
La noche cayó y todos fueron a descansar. Mañana tendrían un largo camino por delante. Pero a mitad de la noche una sombra sigilosa se movió por el campamento sin que ninguno de los guardias apostados pudieran notar algo. Jaina usó el manto de la noche para alejarse internándose en el bosque sin mirar atrás. Bajo la luz de las estrellas invocó papel y pluma para escribir una carta, luego de casi una docena de borradores el suelo estaba lleno de papel quemado pero finalmente estuvo satisfecha con el resultado. Después de colocar su sello personal en la carta, la maga sostuvo la hoja de papel doblada con una mirada dubitativa.
Después de unos minutos que parecieron ser horas la maga dejó escapar un suspiro resignado y levantó la mano que sujetaba el papel. Sus ojos azules como cristales de hielo se fijaron en el oscuro manto de estrellas que cubría el cielo, un susurro escapó de sus hermosos labios mientras la gema de su báculo emitía un leve brillo antinatural con el flujo del mana.
-...Kul'Tiras
Varios anillos de luz azul envolvieron la mano de Jaina rotando lentamente de forma hipnótica. El poder de lo arcano se canalizó solo por un par de segundos antes de que un pequeño destello envolviera su mano iluminando el claro. La carta había desaparecido de la mano de la maga y ella se quedó allí con una mirada complicada mientras un frío viento mecía algunos mechones de cabello blanco que se habían escapado de su coleta alta.
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A penas la primera luz del alba brilló en el horizonte, el grupo inconsciente de las acciones de Jaina en la noche, levantó el campamento y arrearon sus monturas para reiniciar la marcha.
Las tropas de Arthas se toparon con un par de sacerdotes Quel'dorei, que como también habían percibido que una amenaza se cernía sobre esas tierras, habían venido a ofrecer su ayuda para sanar cuerpos y almas. Asimismo, les prestaron una ayuda mucho más tangible, puesto que indicaron a Arthas dónde se hallaba el almacén de grano de una aldea a la que se acercaban. Jaina no opinó mucho ante este esperado acontecimiento y solo sonrió dado unas calidas y educadas palabras de bienvenida a los elfos, serían muy necesarios en la batalla próxima.
Falric observador como siempre se acercó a Arthas mientras señalaba con el dedo unas casas en la distancia por sobre las grandes coniferas y fuertes abetos que plagaban el bosque colindante.
-Mi señor, parece que estamos llegando al pueblo. Puedo divisar algunas casas.
-Perfecto -Arthas miró en la dirección que su capitán señalaba- deberíamos...
¡¡BOOOM!!
Un poderoso estruendo como un trueno hizo resonar la tierra al punto en que Jaina podía jurar que la tierra tembló levemente donde estaban parados. Ese era el fuego de mortero de los enanos, la batalla ya estaba aquí. Pero eso era algo que el principe, ignorante de los conocimientos de la maga no podría saber mientras arreaba su corcel y apuntaba al frente con su martillo de guerra. Su expresión severa.
-Eso es fuego de mortero ¡Adelante!
Ante la orden de Arthas el grupo aceleró el paso galopando al paso más rápido que podían hacia la fuente del estruendo.
Varios enanos que estaban dispuestos alrededor de los morteros detuvieron sus acciones sorprendidos al ver a Arthas y los suyos cargar hacia ellos. El mismo principe a diferencia de Jaima se mostro gratamente sorprendido mientras reducía la velocidad de su corcel hasta quedar parado frente a los enanos.
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Arthas: Redención
Hayran KurguCuando una plaga de no-muertos amenazó todo cuanto amaba, Arthas se embarcó en una misión de trágicas consecuencias en busca de una hoja runica lo bastante poderosa como para salvar su patria. Sin embargo, poseer esa espada que tanto ansiaba conllev...