El siniestro viento agitó la secas ramas de los arboles circundantes arrastrando consigo las pocas y frágiles hojas que quedaban en sus copas. Un guerrero que estaba inspeccionando el suelo entre los árboles levantó la cabeza al sentir la gélida brisa. El ser, de elevada estatura y de aspecto humano salvo por su tez palida poco saludable y sus largas orejas puntiagudas, parpadeó sorprendido. El rastro que había encontrado podría poner fin a su misión de una vez por todas, pero sentía algo de desconfianza: estaban allí. ¿O era una trampa? Sopesó las posibilidades y dijo fríamente:
-Dispersaos y formad un cerco. No permitais que nadie escape... o morid.
Docenas de elfos similares en aspecto al guerrero que parecía ser el lider se movieron con ligereza a su alrededor siguiendo sus órdenes. Cualquiera que viera a los actuales Elfos de Sangre no sería capaz de reconocerlos, aunque mantenían la belleza innata de su orgullosa raza, su piel había tomado una tonalidad ceniza poco saludable como si estuvieran enfermos, sus ojos brillaban con un color azul antinatural y su pelo se había vuelto blanco como si hubieran perdido toda la vitalidad.
En segundos, como si fueran fantasmas todas las figuras habían desaparecido sumiendo el deprimente bosque en ese tenebroso silencio una vez más.
El guerrero miró al otro lado de un enorme árbol moribundo que parecía haber vivido durante siglos y buscó la pista. Estaba demasiado oscuro para la vista de un humano, pero para él la tenue luz de la luna era como si el sol brillara entre los árboles; cada detalle resultaba nítido y claro para su escrutadora mirada. El ser se quedó en absoluto silencio sosteniendo una larga espada en la mano derecha. Un grupo de complejas runas necromanticas recorrían la hoja del arma pulsando con un aura mortal. A simple vista se podía notar que tenía un filo perfecto para deslizarse entre las costillas y la robustez necesaria para atravesar la armadura más sólida.
Los elfos que le acompañaban se habían dispersado ocultándose con maestría en el marchito bosque. Sus arcos hace mucho habían sido sacados y tenían una flecha colocada en la cuerda sin tensar como si esperaran algo.
El ser contuvo la irritación que sentía y se quedó mirando el silencioso bosque como si esperara algo. Sus ojos brillaban con la astucia de un lobo que perseguía a su presa esperando la más mínima oportunidad para saltar y devorarlo. No era de menos si tenía en cuenta la guerra que se había desarrollado en el último més desde que el Rey Kael'thas había tomado el trono. Su padre, el Rey Anasterian Caminante del Sol, había logrado reunir una parte de los elfos que no habían caído ante el poder de la fuente corrupta y había iniciado una inútil resistencia. Una guerra de desgaste para la que no tenía esperanza alguna para los decadentes Altos Elfos en esta tierra infectada por la muerte.
Pero eso estaba por terminar aquí y ahora. Había seguido el ratro de los ingratos rebeldes internándose profundamente en el bosque para encontrar su base y creía que después de mucho esfuerzo lo había logrado. Muchos de sus hombres habían caído por las despiadadas emboscadas de los hombres de Brisaveloz pero ni siquiera ella podía parar a este grupo en una situación tan desventajosa.
La barrera emitida por la corrupta Fuente del Sol bloqueaba la entrada y salida de cualquier criatura viviente pero ese no era su único efecto. La energía de la fuente estaba fusionándose con la mismísima tierra de Quel'Thalas transformándola en el territorio del Azote. Mientras estuvieran aquí, sus poderes no solo aumentarían con el tiempo, si no, que la regeneración de sus cuerpos era aterradora.
Entusiasmado, hizo una mueca con los delgados labios y emitió un gruñido.
-Preparense —murmuró, mientras apretaba el agarre sobre su espada.
Trazó pequeños círculos con la punta de la espada mientras se movía a la sombra de un árbol para ocultarse. Le había costado muchas intrigas y mucho dolor llegar a donde estaba, y no pensaba perder el control precisamente en ese momento.
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Arthas: Redención
FanfictionCuando una plaga de no-muertos amenazó todo cuanto amaba, Arthas se embarcó en una misión de trágicas consecuencias en busca de una hoja runica lo bastante poderosa como para salvar su patria. Sin embargo, poseer esa espada que tanto ansiaba conllev...