Epílogo

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Trent se detuvo cuando lo vio salir desde el interior de la casa franca.

Un hombre extraño.

Un hombre solitario.

Un hombre con la promesa de muerte sangrienta en sus ojos.

Ojos siniestros fragmentados de azul.

Micah Aberdeen le dejaba una sensación incomoda sobre la piel, no venía desde la desconfianza, sino sobre una amenaza que latía como un pulso escondido. Algo que podía saltar en cualquier momento. El jaguar de Trent siempre se ponía en alerta cuando estaba cerca de Micah.

Su instinto le decía que era de fiar. Tanya confiaba en Micah, aunque solía decir que era un tipo difícil, duro, alguien que seguramente había caminado en algún tipo de infierno escabroso. Era la única explicación posible para que un hombre como él pudiera causar tantas sensaciones incómodas, vibraba con odio, lo sentía incluso si estaba tranquilo como ahora.

—¿Has traído los papeles? —Micah preguntó, escondió sus manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones cargo color caqui, su forma era musculosa y fuerte como la de cualquier león, pero en su cabeza no existía una melena.

Otro rasgo extraño.

Micah se afeitaba su melena.

—Cada uno —Trent respondió, ajustó la correa de su mochila y avanzó hacia la cabaña.

Si iba a tratar de ayudar a este hombre tan extraño a cumplir su voluntad, tenía que acostumbrarse a lidiar con todas las sensaciones que causaba su presencia. Lo que Micah le pedía era arriesgado, pero Trent sabía cómo manejar las cosas peligrosas, se había vinculado con una leona cuyo destino alguna vez fue un baño de sangre. Ahora ella lo protegía con tal devoción que esperaba tener siempre la capacidad para retribuirle el doble.

Podía tentar a su suerte una vez más, aunque al hacerlo pudiese perder su licencia médica.

—¿Estás seguro de esto? —Trent le preguntó.

Desde la entrada, Micah clavó su mirada fragmentada de azul. Contuvo un escalofrío, se le erizó el pelaje.

—No habría pedido tu ayuda si no lo estuviera.

Tenía la voz ronca. Como la de un hombre que gritó hasta el cansancio, hasta arañar sus cuerdas vocales.

—Hay una cláusula que debes saber antes de poner tu firma. —Trent sacó los papeles protegidos en plástico fino—. Está en la última página.

Micah recibió las hojas. Imprimirlas le costó mucho dinero, pero debía asegurarse por todos los medios que lo que Micah quería hacer era voluntario. Por eso había cuatro juegos digitales y dos juegos de copias en físico.

El ceño del hombre se unió a la par de un gruñido visceralmente agresivo, como su estrecha mirada cuando con voz fuerte dijo:

—Tienes que estar bromeando.

Pero Trent se mantuvo firme, a pesar de que su felino estaba inquieto ante la agresividad en el aire.

—Es una medida cautelar, innegociable, no se puede remover ni omitir.

—Emparejarme no está en mis planes.

—No puedes saber eso con seguridad.

Micah esbozó una sonrisa afilada y peligrosa.

—Si hay un vínculo sellado, el pedido de no reanimación se anula.

—Va en contra de mi voluntad.

—Dejarte morir sabiendo que si estás vinculado tu pareja morirá también, es negligencia y asesinato. Nos quitarán las licencias para ejercer y podríamos pasar un buen tiempo en prisión.

—No me gusta esto.

Trent se puso las manos en los bolsillos de su chaqueta negra.

—¿Por qué? Recién me aseguraste que no vas a emparejarte.

—Y no lo haré —respondió con tono severo—. Pero esto —apuñó el papel en su mano, sin dañarlo por completo—. No cumple mi voluntad de manera absoluta.

—Es lo que es, ¿quieres hacer esto de manera casi legal? Esos papeles son lo único que permitirán a cualquier neurocirujano hacer la intervención, sin eso firmado nadie se arriesgará a perder su trabajo por ti.

Micah sostuvo su mirada. Esos ojos tan extraños, como un vidrio azul roto en pedazo, siempre se veían rabiosos. Su propio animal tan escondido en lo profundo.

Sabía que Micah era un león, pero nunca lo había visto transformado.

—Bien —gruñó—. Pero quiero que cumplas con lo que me prometiste, me queda poco tiempo para terminar lo que tengo que hacer. No llegaré a ver el próximo verano.

Trent asintió. Era un hombre de palabra, haría lo posible para ayudar a Micah.

Este hombre tan extraño, tan lleno de rabia en el interior...

Este hombre que buscaba morir bajo sus propias condiciones...

Trent quería salvarlo, pero sabía que esa opción no estaba en sus manos, las posibilidades de sobrevivir a su plan eran limitadas, y en el mejor de los casos podía quedar en estado vegetativo. Solo el destino tenía alguna clase de poder para truncar las cosas.

«Sea lo que seas..., Dios, destino, universo..., envía algo o alguien que lo haga entrar en razón, así como lo hiciste conmigo»

La vida era demasiado preciada como para desperdiciarla, llena de cosas brillantes y hermosas como para planear tu propio funeral. Eso era lo que Micah no quería ver, estaba ciego, Trent no entendía cuál era su razón para hacer esto, porqué había elegido la opción más arriesgada.

Pero alguien..., algún ser perverso puso una bomba de tiempo en su cabeza..., si Trent estuviera en su lugar, consciente de que podría morir en cualquier momento, o peor, convertirse involuntariamente en una amenaza letal para todos los que amaba... También firmaría esos papeles.

Cautivo (Serie Gold Pride 3.5) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora