Bonnie se estiró debajo de un suave cobertor horas después, se sentía cálida y cómoda, su cuerpo tan relajado y a gusto que por un momento pensó que averiguar por qué había dormido en el suelo no era algo realmente importante. Pero pronto fue consiente de su propia desnudez, y que le dolía unas zonas específicas en el cuerpo.
Zonas que habían sido tocadas de una manera fuerte, áspera y con un ligero indicio de posesión. Paralizandose por unos segundos, Bonnie abrió los ojos y reconoció la enfermería, todavía en penumbra, con el tic tac de un reloj digital en algún sitio y una metódica respiración acompañando el ambiente.
Eso último le devolvió los recuerdos en un remolino. Bonnie se sentó y se atrevió a girar la cabeza hacia su izquierda. Trent Rivers, sin sus lentes de marco fino y con el cabello castaño hecho un lío, dormitaba a escasos centímetros de ella y al igual que Bonnie, estaba desnudo bajo el cobertor.
-Ah cierto -murmuró con el conocimiento volviendo espesa su lengua-. Lo hicimos.
«Oh Dios Mío ¡realmente lo hicimos!» Se le encendió la cara como un farol al recordar la manera en que la había tomado, poseído y ella había rogado. Dios, Bonnie había rogado por él.
El rubor se convirtió en un azote de calor.
De repente Bonnie quiso enterrar su cabeza bajo tierra, esto era todo, su necesidad la llevó a tocar definitivamente el fondo del barril. Debía ser cuidadosa de jamás mencionarlo frente a él o correría el riesgo de que nunca volviese a dirigirle la palabra.
Lo cual, analizándolo, no sería tan malo ya que apenas le podía entender algo entre tantos gruñidos y ceños fruncidos. No por nada lo habían apodado el Gran Gato Gruñón, y eso era algo destacable teniendo en cuenta que vivían rodeados por felinos que amaban gruñir y lo tomaban casi como un deporte.
Sin embargo, no todos tenían ese ácido sentido del humor o la capacidad de ir de la calma a la furia en menos de un milisegundo. «Diablos ¿por qué estoy pensando en sus atributos?» recordó la razón que la llevó a esta situación en primer lugar y se le desbocó el corazón. Sus sentidos estaban de regreso, así que podía sentir la fría suavidad del piso y la calidez del cobertor, podía oler cada medicamento guardado en las repisas, escuchaba el movimiento de los árboles fuera de la Casa Matriz y su visión nocturna había mejorado considerablemente.
Su leona... Bueno, ella se encontraba extrañamente sosegada, esperando algo en el fondo de su mente. Bonnie no se detuvo mucho tiempo en comprenderlo, estaba demasiado feliz y llena.
¡Su teoría funcionó!
Se sentía libre, realmente libre.
-Pero ¿por cuánto tiempo? -Bonnie se abrazó a sí misma y volvió a echarle un vistazo al jaguar dormido.
¿Qué pasará cuando el efecto del sexo se termine? ¿Debía volver a persuadirlo para una nueva dosis? ¿Eso lo convertía en una especie de juguete para rascar? ¿En qué la convertía eso a ella? ¿Y por cuánto tiempo podía depender de esto para dejar de ser una posible catastofre para Gold Pride?
Con su momento feliz aplastado por sus dudas, Bonnie cubrió a Trent hasta su mentón con el cobertor y luego se escabulló. Recogió su ropa y salió de la enfermería después de vestirse, cerró la puerta lentamente como si fuera una ladrona y luego pegó un respingo cuando escuchó un fuerte clic.
A toda velocidad pensó en una escusa para su actitud mientras escaneaba el pasillo, suspiró cuando no había nadie más que ella.
«Claro, porque todos están donde se supone que deben estar»
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Cautivo (Serie Gold Pride 3.5)
RomanceLa vida de Bonnie Lewis no puede empeorar... O tal vez sí. Su compañero ya está emparejado, su instinto de emparejamiento sigue activo y para colmo su animal está a un pelo de salirse de control. Y por si no fuera poco, el calor que inunda su cuerpo...