Capítulo 19

199 30 5
                                    


Empezó a mostrar sus encantos con una rosa.

Bonnie la encontró medio escondida entre las cosas que guardaban sus compañeras del turno diurno, debajo del escritorio de la recepción en el restaurante. La rosa estaba envuelta en seda blanca con un papel con su nombre escrito y adherido a la seda.

Para Bonnie Lewis, de parte de su cirujano.

Un cosquilleo intenso floreció dentro de ella al leer eso, sorprendida por el rasgo poco furtivo de Trent. Luego, la sensación se magnificó en la simpleza de la rosa roja, el color favorito de Trent, y de que además no era sintética —tal y como había pensado al verla por primera vez—, bastaba con olerla para capturar los matices frescos y verdes, el perfume natural de la flor. Había sido tratada con resina especial, congelada en el tiempo para no deteriorarse.

En la base, entre la unión entre la rosa y el tallo, había un moño de seda roja con frases inscriptas en blanco.

No la verás morir en tus manos.

Quédate conmigo, Bonnie.

Se quedó con esa última frase durante todo el turno de trabajo ese día, recordando cómo le había hablado la noche en que admitieron que querían estar juntos. Había dicho esas palabras con un deseo ferviente pero también con cautela, como si esperara que en cualquier momento ella pudiera dejarlo.

Después, el segundo apareció una cesta con panecillos tibios sobre su cama, la cesta de mimbre tenía un estilo artesanal, olor a barniz fresco y virutas de madera. Una larga tira de seda roja lo envolvía y formaba un moño en la parte superior. Dos inscripciones en blanco:

Espero que alguno de ellos tenga tu sabor favorito.

Quedate conmigo, Bonnie.

Ella había apretado los labios en una sonría, un burbujeo caliente en su sangre. Los panecillos tenían tantos sabores deliciosos que tuvo que anotar la mayoría de ellos para no olvidarlos.

El tercero llegó con un golpe furtivo a su puerta y una pequeña caja negra en el suelo, era la madrugada del jueves y el pasillo estaba vacío, excepto por la esencia masculina del jaguar que todavía flotaba en el aire a pesar de su ausencia. Con una risa queriendo escapar de sus labios, Bonnie levantó la caja y se resguardó en su habitación. De nuevo, una tira de seda roja formando un moño con inscripciones en blanco:

Esto se verá bien en tu pecho.

Quédate conmigo, Bonnie.

Abrió la caja con una tenue inquietud y el corazón rebotando, la caja guardaba un dije de metal plateado con la estilizada forma de un jaguar, en negro tenía talladas las rosetas distintivas y sus ojos era dos diminutas piedras verdes. No era más grande que la punta de su meñique y había que verlo fijo para identificar qué era, y solo por eso era genial. Muy propio de él. Una forma discreta de llevarlo con ella, de decirle al resto que lo tenía a él.

El hombre hacia los movimientos correctos.

Incluso el material del hilo negro estaba planeado, era el mismo que se usaba para lo dijes distintivos de la coalición. El hilo tenía la elasticidad necesaria para adaptarse a la forma animal, eso prevenía su pérdida con cada transformación y ahorraba los costos de tener que reponerlos constantemente.

Bonnie podía llevar el dije de Trent en cualquiera de sus formas. Debería llevar el de Gold Pride con el mismo entusiasmo, se dio cuenta mientras se lo ponía, le entusiasmaba más pertenecerle a Trent que formar parte de Gold Pride.

Pensó en eso antes de dormir, todavía no había hablado con Patrick sobre consolidar el vínculo de sangre. Bonnie todavía estaba unida a uno de los alfas del enclave, dos alfas no podían tener un vínculo de sangre con el mismo cambiante, las energías siempre eran incompatibles y tendían a generar inestabilidad en sus redes por lo que uno debía soltarlo.

Cautivo (Serie Gold Pride 3.5) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora