Capítulo 16

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El olor a sándalo se había convertido en su olor favorito, ese olor le traía tanta paz, tantos buenos recuerdos y tantas buenas sensaciones.

Sintió la calidez de los brazos de su alteza real aferrarse a su cuello, a lo que la rubia con agrado correspondió el abrazo, rodeando con sus brazos la cintura de su morena.

— Estás aquí, Dios mío, estás aquí.— murmuró la mujer de piel morena.

— Estoy aquí, su alteza.— respondió con calma, sintiendo como su cuerpo sentía esa conocida y a la vez adorada sensación de adormecimiento cada que abrazaba a su alteza real, el aroma a sándalo era su favorito.

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Respiró con pesadez, sus ojos color ámbar llevaban sólo un par de segundos cerrados cuando consiguió esconderse detrás de una gran columna de piedra.

Janet sentía ganas de vomitar, no importaba a qué dirección volteara, habían cadáveres en estado de descomposición por todos lados, pero también sintió ganas de llorar.

Vió morir a sus compañeros.

Habían pasado tantas cosas que aún no podía terminar de procesar.

El dolor era lo único que sentía a través de todo su cuerpo, sentía que los músculos de su cuerpo ya no tenían fuerzas, se sentía sedienta, no había comido apropiadamente en las últimas horas.

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La princesa Evangeline se apartó lentamente del abrazo, tomando entre sus manos el casco de la soldado Janet, retirándolo de la cabeza de su rubia.

El casco de la armadura de la soldado fue dejado sobre el mueble más cercano.

La profundidad del frío océano azul y la calidez del sol ambarino se encontraron después de tanto tiempo sin hacerlo.

No sólo sus miradas se encontraron, sus labios sedientos de los labios de la otra también se encontraron, sus bocas se encontraron con tanta pasión y deseo.

El tiempo que estuvieron lejos de la otra sólo les confirmó que sus bocas siempre encajarían como perfectas piezas hechas para estar juntas y que no se cansarían de sentir como sus labios se acariciaban.

Sus cuerpos se sujetaron con una suave fuerza,  el profundo azul extrañó a su ámbar y el sol extrañó a su luna, se extrañaron demasiado.

Tomaron aire una vez que sus bocas se separaron, nuevamente el ámbar se encontró con su azul favorito, la forma en cómo el ámbar brillaba le regaló una calidez en el pecho a la morena.

«Te extrañé demasiado, Evangeline...» pensó la rubia.

— Yo también te extrañé, Janet .— rompió el silencio la princesa de piel morena.

La soldado de cabellos rubios sonrió bajando la mirada, se sintió avergonzada por cómo fue que su alteza real consiguió leer su mente, ¿acaso era tan obvia?

Janet abrazó a Evangeline, necesitaba sentirla cerca suyo, sentir ese aroma a sándalo que tanto le gustaba, sentir esa agradable calidez del cuerpo de su albina, la necesitaba.

— Mi hermosa princesa.— murmuró Janet sobre la oreja de su alteza real.

Evangeline correspondió su abrazo con gusto, sentir a su rubia era la de las mejores satisfacciones que la vida le había regalado.

Emperatriz - Bellow DiamondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora