Capítulo 30

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Under enemy's eyes II

Janet tenía pequeñas montañas desordenadas de papeles alrededor de toda su oficina, habia pasado unas horas dentro de la habitación sin poder encontrar el grupo de cartas que Evangeline que había guardado.

— ¡Maldita sea! — exclamó, golpeando con su puño cerrado la superficie plana de la mesa.

Su diamante brilló, indicándole que uno de los canales directos de comunicación del ejército imperial estaba solicitándola.

Respondió con una de sus manos sin apartar su mirada ámbar de las gavetas de su escritorio.

— Mi comandante Diamond.— nombró el caballero Bennett, reverenciando a su superior.

— Phillip, ¿dónde demonios dejaste las cartas que Eva me envió? — preguntó la mujer de piel pálida, tirando los papeles, sintiendo cómo la desesperación se adueñaba de su cuerpo.

— ¿De qué hablas? — el castaño frunció el entrecejo confundido.

— ¡Las cartas, carajo, las cartas que te dije que Eva me había enviado antes de que yo la perdonara! — cerró la gaveta de golpe, volteando la mirada hacia los ojos verdes de su mejor amigo —. Esas cartas.

— ¿No estaban en uno de los cajones de tu escritorio? — preguntó el varón.

La rubia volvió su mirada hacia otro cajón, nuevamente tirando los papeles que no eran lo que buscaba.

— Sí estuvieran ahí, ¿crees que te habría preguntado? — cuestionó, volteando mirada de reojo hacia la figura del castaño.

— Sólo decía.— respondió antes de suspirar y fruncir sus labios — ¿No te las habrás llevado a tu casa? — preguntó, llevando una de sus manos hacia su mentón.

— ¿Por qué estarían ahí? — frunció su entrecejo, cerrando el ahora cajón vacío.

Phillip se encogió de hombros, haciendo una ligera mueca de desentendimiento cuando Janet lo observó durante unos segundos.

— Recuerdo que habías mencionado algo sobre llevarlas a tu casa para leerlas con Eva, sin embargo, justo ahora no lo recuerdo muy bien.— respondió.

Los ojos ámbar de la comandante Janet observaron con detenimiento a su asistente, ninguno dijo nada.

— Quizás tengas razón, gracias.— respondió, resoplando pesadamente — ¿Cómo estás? — preguntó, dejando a un lado su frustración.

El caballero ladeo la cabeza a un lado antes de sonreír.

— Todo ha ido muy bien, mi comandante.— respondió al mostrar una ligeramente amplia sonrisa —. Así que espero volver a verla pronto.

Janet asintió sin decir una sola palabra más, terminó la comunicación del canal directo al desactivar su diamante, suspiró antes de tomar su abrigo entre sus manos para colocarselo, debía revisar en su casa.

Pidió que alguien aseara su oficina antes de montar su caballo en dirección a su casa, estaba anocheciendo, lo que provocaba que los fríos vientos nocturnos empezaran a recorrer las calles del imperio, envolvíendole lentamente el cuerpo de esa fría temperatura.

Así que una vez que llegó dejó su caballo en la pequeña caballeriza y entró a su casa, la soledad la golpeó de pronto, no le gustaba estar ahí de noche, en silencio, a solas, porque todos sus recuerdos con su alteza real llegaban de pronto a su memoria.

Emperatriz - Bellow DiamondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora