Capítulo 20

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Amor.

¿Cuándo ha sido pecado enamorarse y amar?

Nuestro señor todopoderoso creador de toda la vida, nos regaló el privilegio del libre albedrío, poder tener la capacidad de escoger nuestro propio camino.

El libre albedrío nos permite tomar nuestras propias decisiones.  Dios nos ha dado la inteligencia y el discernimiento para que podamos decidir lo que es  mejor para nosotros.  Tenemos que  tomar nuestras propias decisiones basándonos en  lo que nosotros creemos que es correcto, en lugar de dejar que alguien más nos diga lo que está bien o mal.

1 Corintios 9:17:
Por lo cual, si lo hago de
buena voluntad, recompensa
tendré; pero si de mala
voluntad, la comisión me
ha sido encomendada.

Dios nos dio este don para que podamos amarlo de forma voluntaria. Sin embargo, el libre albedrío también nos da la posibilidad de elegir el pecado.

Amar nunca fue considerado como un pecado, siempre y cuando se cumpliera el orden que Dios nos regaló.  Los órganos sexuales del hombre y la mujer fueron hechos para la reproducción humana, aunque, ¿qué hay de las parejas del mismo sexo?

¿Dios condenaría a una mujer honesta, fiel servidora, cumplidora de los mandamiento a como lo era la caballero Janet?, ¿castigaría a una mujer que sólo deseaba amar a otra?

¿Nuestro señor Padre castigaría a una mujer que solo deseaba amar con su corazón, cuerpo y alma a la mujer que tanto ama?, ¿sería todo eso justo?

Romanos 6:12
Por tanto, no reine el pecado
en vuestro cuerpo mortal
para que (no) obedezcáis
sus lujurias.

Cada vez que la comandante Janet la besaba lo hacía como si esa fuese la última vez que lo haría, sus labios se exigían con deseo, fuerza y pasión, ambas sabían que sus bocas eran como dos piezas hechas para estar juntas.

Amar no era un pecado, besar a la persona que tanto amas tampoco lo es, menos aun si te entregabas a tu ser  amado, conociendo su cuerpo y el amor que se podían entregar.

Y aunque lo llegase a ser, la princesa y la comandante estarían dispuestas a amarse con el alma la una a la otra, aunque al final tuvieran que ir a las profundidades del infierno.

Janet la ama, sus corazones se necesitan, se habían vuelto adictas al calor de sus pieles desnudas, sabía que a su rubia le fascinaba tanto su olor a sándalo, tanto que ella podía quedarse dormida en cuestión de segundos cuando ambas estaban acurrucadas sobre la cama luego de amarse con sus cuerpos.

Janet rezaba todas las mañanas antes de empezar su día y todas las noches antes de ir a dormir por ella, por su bienestar y su salud, que Dios fuese tan misericordioso de guiarla en el camino correcto como futura líder del imperio, también rezaba por ambas, para que el Señor Padre en todo su generoso amor bendiciera su relación, que les regalara tiempo para que pudieran amarse tanto a como fuese posible, porque su amor no era una mentira, no era falso.

De la misma manera, Janet le agradecía cada día a Dios por la vida que tenía, por el amor que recibía, porque se sentía viva, tranquila, completa.  Ella también lo hacía, aunque quizás no de la misma forma que su amada rubia, pero lo hacía de todo corazón.

— Su alteza.— nombró a la princesa, reverenciándola.

Los profundos ojos azules de la princesa Evangeline viajaron hacia su concubina favorita, frunció el entrecejo al observarla inquieta.

Emperatriz - Bellow DiamondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora