Lo que nunca te dije

Capítulo: 13

—Empezamos todo demasiado tarde, no quedaba espacio ya en tu corazón, casi siete meses siendo miserable, hicieron que mi vida encontrará razón.

Y te confieso, que así con el tiempo, se fue diluyendo, la tristeza por ti. Y aunque no estás todavía te pienso, todavía que te siento, todavía te quiero.

Si en ésta vida, no encuentras a alguien que te acompañe, aquí estaré. Y si en tu camino, sientes el frío y me recuerdas, no lo dudes, no lo temas, aquí estaré.

Me matas, me matas cada vez cuando te alejas y dejas una vida que los dos soñábamos, pero entiendo que no fui el primero. Ve por el, no duele si lo intentas, no estás loca, la vida es media loca, si es para nosotros volverás.

Y te confieso, que así con el tiempo, se fue diluyendo, la tristeza por ti. Y aunque no estás todavía te pienso, todavía que te siento, todavía te quiero.

Si en ésta vida, no encuentras a alguien que te acompañe, aquí estaré. Y si en tu camino, sientes el frío y me recuerdas, no lo dudes, no lo temas, aquí estaré.

Si en ésta vida, no encuentras a alguien que te acompañe, aquí estaré—

Jonathan había terminado su canción sin separar sus ojos de mi, por parte de el público resibí algunas malas miradas de algunas chicas, pues tenían claro que la canción era para mi, según lo que deduje. Entonces miré a mi izquierda y noté que Max me miraba. Le sonreí y me di la vuelta para marcharme.

***

—¿Qué tienes para mí?— pregunté sentándome en la silla de mi escritorio.

—Bueno, mi familia a comenzado a investigar.

—¿Y?

—Bueno, tienen al tipo que puede darnos toda la información.

—Perfecto— sonreí ladina. —Pagaré el doble de lo que le pagaron por ocultar la información, que lo hagan hablar, pero que no lo lastimen, no queremos matar a un pobre anciano.

—Tienes razón— susurró. —Hablaré con ellos ésta noche, te veo mañana en la mañana— y sin decir más, Harry salió de mi habitación cerrando la puerta detrás de él, yo me metí al cuarto de baño para darme una larga y plácida dicha.

Mi reloj maracaba las 3:30 am, pero yo seguía dando vueltas en la cama sin poder dormir. Abrí la gaveta de la mesa de noche junto a mi cama y saqué mi cajetilla de cigarrillos junto a mi encendedor. Ya habían pasado semanas de lo ocurrido con Jonathan y seguía sintiéndome igual. Me levanté y fui a la azotea, me senté colgando los pies para balancearlos y encendí un cigarrillo. Mientras guardaba el encendedor dentro de la misma cajetilla escuché una voz masculina a mis espaldas.

—¿Ahora fumas?

—¿Ahora vienes aquí a las tres de la mañana?— respondí sin voltear, no necesitaba hacerlo para saber quien era.

—¿Sabes que solo los idiotas responden a una pregunta con otra pregunta?

—Eso a sido una pregunta.

—¿Qué?— preguntó confuso.

—Has hecho una pregunta, te contesté con otra pregunta, y tú, me respondiste con una tercera pregunta, después de todo, no soy la única idiota aquí.

—El cigarro, es dañino para la salud— dijo cambiando de tema.

—Tu eres dañino para mi mente.