Capítulo 26: La primera de muchas

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EL CAOS REINABA EN HARRENHAL, pese a que las huestes se habían organizado rápidamente para combatir y repeler aquel ataque sorpresivo (o quizás no tan sorpresa) la población civil de la fortaleza no sabia que hacer

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EL CAOS REINABA EN HARRENHAL, pese a que las huestes se habían organizado rápidamente para combatir y repeler aquel ataque sorpresivo (o quizás no tan sorpresa) la población civil de la fortaleza no sabia que hacer. Halerys jadeo varias veces mientras intentaba ir contra algunas personas desesperadas, envaino la espada de su hermano en su cintura. El rugido de los dragones Targaryen le hizo elevar la mirada hacia el cielo varias veces. ──¡A las criptas! ── ordeno con un grito que parecia querer desgarrarle la garganta. ──¡Los quiero a todos en las criptas ahora! ── grito de nuevo mientras levantaba por los brazos a una criada que se había caído sobre el barro por el tumulto de personas moviéndose con velocidad y le ayudo a ponerse de pie para luego empujarla incentivándola a correr. ──¡A las criptas! ¡Pasa la voz! 

Corrió con fuerza hacia uno de los patios principales de la fortaleza dando la misma orden a todo civil que veía. El rugido de un dragón y el fuego abrasador le hizo lanzarse al suelo debajo de uno de los pasillos techados que conectaban las estructuras. Todo se tambaleo por unos momentos. Halerys tosió con fuerza mientras se volvía a levantar llena de tierra y sintiendo el aroma al humo en su nariz. La desesperación comenzó a embargarle: el fuego había llegado a su hogar. El fuego y la muerte. 

La que parecia ser la primera de muchas batallas por el dominio y control de Harrenhal, de sus tierras ancestrales. Del hogar de los primeros hombres. 

No podia decir a ciencia cierta quien estaba luchando en los cielos pero si podia sentir las grandes alas de la estúpida Vhagar haciendo resonar sus oídos a cada minuto. A Halerys no le importaba mucho lo que pasaba entre dragones, pero si lo que podia pasar a su pueblo a costa de hombres jugando a ser dioses. Siguió ayudando a los civiles mientras el calor le molestaba y la nariz le ardía por el aroma a ceniza. Sus ojos violetas reflejaron la imagen de un dragón rugiendo fuego sobre los edificios de su Harrenhal. La ciudad era de piedra, pero sus personas no.  ──¡Espera, espera! No quiero pelear  ── le grito a uno de los soldados con insignia negra que se acercaba a ella, pero cuando vio como este elevaba su espada hacia su cuerpo sin hacer distinción alguna, supo que debia defenderse. Tomo su espada y detuvo el ataque para volver a correr. En aquella batalla nadie le escucharía, y mucho menos podría decirle a alguno de los soldados negros que ella no quería derramar su sangre. 

Cuando los dragones danzaban en la medianoche, no parecían importar las lealtades en batalla, solo importaba si uno estaba en el lugar correcto o no. 

Detuvo el ataque de un soldado negro contra un anciano y jadeo cuando saco la espada del cuerpo atravesado del atacante. Se movió hacia el hombre ayudándolo a ponerse de pie.  ──¡A las criptas!  ── volvió a gritar. Luego de media hora, solo sentía su cabello pegado por el sudor y las manos cubiertas de sangre como su espada. Había intentado ayudar a cada civil y soldado leal de Harrenhal que se encontraba en el camino, hacer eso sorteando el fuego que venia desde el cielo mismo era mil veces más difícil. Unos minutos después cuando los dragones hacían su retirada del cielo sobre la tierra de los ríos, Halerys dejo que soldados negros contra verdes lucharan antes de correr hacia las criptas. Cuando ingreso en ellas, el clima le resulto demoledor a los ojos. El ataque duro casi una hora y media pero fue bastante devastador. 

Sus ojos violetas recorrieron a niños, mujeres y hombres quemados, heridos con cortes de espadas o mutilados. Noto rostros negros por las cenizas, y los llantos opacaban ligeramente los gritos de dolor. Envaino su espada y miro a su gente.  ──¡Este ataque cesara!  ── grito para ser oída en todo el lugar.  No pudo decir que todo estaría bien o que no habría más heridos por que eso seria mentir así que se acerco a los maestres que estaban vivos y a las mujeres que estaban sanas y comenzó a ayudar a los heridos en todo lo que pudo; puso vendas, dio agua, intento calmar el llanto de los más pequeños que no encontraban a sus madres o hermanos y sostuvo la mano de alguno de sus soldados hasta que estos dejaron de mirarle. 

Camino entre las personas sentadas o tiradas intentando recuperar un poco de paz, y noto a una niña pequeña en una esquina, noto que sostenía un bulto con fuerza entre sus brazos. Halerys se acerco rapidez.  ──Mi pequeña niña...  ── murmuro tocando sus brazos y mirando si estaba herida.  ──¿Qué tienes ahí? 

La niña le miro llorando, y soltó un poco aquel bulto que sostenía con tanta fuerza contra su pecho. Halerys noto una pequeña nariz sobresaliendo de las telas y noto la sangre que manchaba todo. El corazón le dio un vuelco. Se acerco más a la niña.  ──¿Es tu hermanito?  ── pregunto con suavidad comenzando a sostener el bulto de telas. La niña lo soltó finalmente y asintió. 

 ──No encontré a mama.  ── gimoteo la menor. Halerys asintió y bajo la mirada al bebe entre sus brazos. Quiso vomitar cuando lo noto pero intento mantener la calma para no asustar a la pequeña.  ──¿Hrell esta bien?  ── murmuro la pequeña. 

 ──Yo cuidare de él, ¿si? Solo hasta que encontremos a tu mama.  ── dijo meciendo inconscientemente el pequeño cuerpo entre sus brazos.  ──Quiero que te acerques a Meressia...  ── señalo con la cabeza a su septa a metros de ellas.  ──Y te quedes con ella. 

Meressia extendió su brazo a la niña.  ──Ven, pequeña.  ── dijo. Halerys se levanto del lugar y comenzó a alejarse. 

 ──¡Maestre!  ──llamo apenas lo vio para que el inspeccionara al bebé entre sus brazos. Halerys sentía su respiración atorándose en el pecho pero sabia que no podia derrumbarse alli.  ──El infante... ── susurro mostrando sus brazos. 

El maestre se acerco y toco al bebe para mirarlo, luego de unos segundos le miro con pena.  ──No hay nada que hacer, mi lady. Los dioses ya se lo han llevado.  ── dijo notando la frialdad en el cuerpo del niño. 

 ──Por favor, siga ayudando a los demás.  ──fue todo lo que pudo expresar Halerys antes de trastabillar en dirección a la entrada de la cripta. Se acerco al frio de la noche notando el extraño silencio fuera. El silencio de la muerte luego de la batalla. 

Se arrodillo en el suelo y meció al niño con suavidad como si él pequeño aun estuviera con ella, asustado y llorando. Noto la sangre de las telas manchándole. Sollozo con fuerza, su pecho subió y bajo con rapidez.  ──Lo siento, lo siento tanto...  ── repitió varias veces intentando no gritar del dolor y la ira. En la guerra, los que más sufrían no eran los reyes, o sus huestes, si no, la gente común. Su pueblo. Los que labraban la tierra y tenían hijos, que luego, algún soldado asesinaba. Los que soportaban el yugo real. Los que vivían en condiciones precarias para que otro bebiera en copas de oro. Los que no montaban dragones. 

Halerys elevo su mirada hacia Harrenhal a largos metros de las criptas con odio. Tenia que alejar esa guerra de su hogar a como diera lugar. 



MIDNIGHT OF DRAGONS | AEMOND TARGARYENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora