Capítulo 28: Ceder para manipular

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AEMOND ENTREABRIO SU OJO VIOLETA, se removió levemente en la cama sintiendo el aroma picoso de la leche de amapola cercana a él, sin embargo este le causó nada. Estaba grotescamente acostumbrado a dicho aroma desde la perdida de su ojo, le suministraron aquella medicina calmante por meses debido a los dolores fuertes luego de esa noche en la que un bastardo Strong le había jodido cuando era niño. 

El silencio de la habitación dejo en claro que estaba solo, o eso creyó hasta que se sentó en la cama y noto la grácil figura de su esposa descansando en una silla individual de respaldo alto al lado de la cama. Respiro levemente y le observo: vestía un camisón negro sin mangas con detalles bordados en la zona del pecho, su cabello oscuro húmedo caía por sobre ella hasta su abdomen, su rostro se había virado levemente hacía el costado y estaba apoyado sobre el cuero de la silla, tenía una pierna sobre la otra relevando un poco de su tersa piel y algo parecía atormentarla bruscamente en sueños o eso pudo pensar Aemond al ver como sus largas pestañas tocaban su piel cuando apretaba sus párpados cerrados.

El príncipe Targaryen no podía negar que Halerys era una mujer bendecida por la belleza, pero también era su forma política de hablar y su conocimiento de combate lo que la volvían aún más irresistible ante su mirada. ¿O quizás era el hecho de que resultaba una mujer explícitamente prohibida para él debido a palabras textuales de su madre? Aemond jamás había desobecido o hecho nada para causarle un malestar a la reina Alicent pero Lady Strong era alguien a quien deseaba incluso tanto, que cruzaría aquella línea escrita en papel sin pensarlo dos veces. Un pequeño secreto que podia mantener para él. Y solo para él. 

El de cabello claro la noto temblar en sueños y siendo inconsciente de sus movimientos se levantó de la cama para ponerle una manta ligera encima ignorando absolutamente la molestia en su propio brazo producto de la batalla de la noche anterior, sin embargo cuando su piel entro en ligero contacto con la de ella, Halerys se levantó bruscamente y le empujó cayendo en la cama. Aemond se encontró rápidamente acostado de espaldas a la cama con la mujer Strong sobre él y el filo de una daga en el cuello. 

Aemond noto un brillo igual de peligroso que la daga en los ojos de Halerys. 

Y pese a que no quiso dar una respuesta inadecuada, una risa ahogada fue lo primero que pudo lanzar de entre sus labios cuando sintió el calor del cuerpo de la mujer sobre él. Sintió una emoción que no sentía desde que habían tenido aquella pequeña escenita subida de tono en la misma habitación. —No sería tan ruin como para asesinarte mientras duermes, mi bella esposa.

—No serías tan inteligente como para hacerlo, niño. — ella respondió. El filo de la daga no se movió de la piel de su cuello. — Ruin si eres.

Aemond balanceo su ojo en la figura de ella sobre el con aquella sonrisa de lado presente en sus labios. Sus largos dedos se enredaron sutilmente al camisón de su esposa. Noto como el agarre de ella se incrementaba con ira. —Si fuera la bestia que piensas habría dejado que el bastardo y la Velaryon fundieran en llamas hasta el último peldaño de Harrenhal anoche. Pero no lo hice, ¿no?

Halerys se irritó apretando más la daga contra su cuello. Sus rostros se acercaron. Aemond parecía divertido y excitado con la situación. —¿Sabes a cuántos perdí anoche? — ella pregunto entre dientes.

Odio y deseo. Deseo y más deseo.

—Seguramente no a los suficientes como para cortarme la garganta y lidiar con las consecuencias. — él respondió mirándola fijamente. Sus dedos se balancearon por sobre la tela del camisón. No sabía si era por la leche de amapola que le habían dado pero estaba abrumado ante la idea de tenerla de aquella forma, y ante el prospecto de que Halerys había pasado toda la noche cerca de él cuidándolo de alguna forma pese al odio que parecía profesarle. 

MIDNIGHT OF DRAGONS | AEMOND TARGARYENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora