Harco vs el Destino.
"Si el Destino dice que no, ¡que se vaya a la mierda!
No importa dónde estés, te prometo que aún en mi otra vida te buscaré.
y si al encontramos no logras reconocerme..."
Mini historias (au)
Algo en este chico lo inquietaba, no era el tono de su voz, no eran sus gestos ni siquiera era la manera de comportarse frente a él... Eran sus ojos, esa extraña forma de mirarlo, la manera tan incómoda en la que esas esmeraldas lo observaban fijamente durante toda la sesión.
~Te estoy observando.~ Es lo que parecían gritar aquellos aterradores ojos. ~Mírame, mírame, mírame.~
Draco apartó la vista, sintiendo su respiración agitarse.- Creo que es todo por hoy.- cerró su libreta nervioso.
-¿Se siente bien?- Harry se había levantado de su asiento para quedar más cerca del rubio, quién hacía todo lo posible para no mirarlo.
-Afuera Pansy te dará tu próxima cita.- Dijo ignorando la pregunta del chico. Se puso de pie y caminó hacia su escritorio buscando algún tipo de protección, que para su mala suerte no obtuvo.
A Harry no le gustaba ser ignorado.
El de ojos esmeraldas no apartaba la mirada del rubio, seguía cada movimiento que éste hacía sintiéndose ansioso por ser incapaz de conectar con el de ojos plateados.
Draco fingía hacer anotaciones, tan solo en la espera de que el chico saliera de su consultorio. El pelinegro caminó hasta rodear el escritorio y al acercarse un poco más golpeó por accidente el cesto de basura dejando ver el montón de papelitos que Draco había tirado.
El ruido hizo reaccionar al rubio quien rápidamente se tiró al suelo para recogerlos, siendo detenido por el pelinegro el cuál le sostenía ambas manos. -Yo lo haré.- Dijo fríamente, ahora su mirada era dirigida a los trozos de papel.
Draco soltó un quejido de dolor al sentir cómo las manos de Harry lo sujetaban con bastante fuerza. -Me lastimas.- Habló el rubio con voz baja, mirando el rostro inexpresivo del chico.
Harry no dijo nada, soltó las muñecas del rubio y levantó con cuidado cada pedazo de papel sin mirar nada más, una vez terminado los guardó en su bolsillo y salió azotando la puerta.
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