Siegfried I

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Siegfried conocía muy bien las preocupaciones de Hilda, no por nada él la había acompañado hasta en los momentos más oscuros que ella había tenido, inclusive cuando estaba bajo el poder del anillo Nibelungo. El propósito más grande que él tenía era el de servir y proteger a su amada valquiria. Fue por ello por lo que, aunque no le agradaran en demasía algunos de sus compañeros, decidió esforzarse al máximo para lograr que ellos se adaptaran a la vida del palacio. Sin embargo, con el que más problemas tenía seguía siendo con Alberich.

No terminaba de entender cómo era que Hilda aún le concedía su confianza. Alberich sabía muchas cosas, a veces más de las que debería, escondía secretos, era suspicaz y siempre estaba un paso adelante.

Hilda quería creer en el enano, y por ende él debía acatar las órdenes. Seguramente Hilda pensaba que en momentos álgidos Alberich, aunque siempre buscara sus conveniencias, no recularía para proteger Asgard, ni para luchar en su ejército si era necesario. Ya lo había demostrado antes, con sus falencias, pero ahí había estado. Igualmente, en estos tiempos vertiginosos, el conocimiento de Alberich podía ser de ayuda, los enemigos, no sólo de Asgard, sino de Athena, u organizaciones con fines oscuros, podían venir desde distintos flancos, ya no se sabía con exactitud por donde podría venir el golpe y tendrían que estar precavidos. Con sus limitantes, el conocimiento de Alberich podría darles ciertas ventajas. De todas formas, si éste quisiera tomar la delantera de alguna situación en contra de Hilda, él estaría ahí para protegerla. El momento para arreglar viejas cuentas con Megrez se daría, tarde o temprano.

También estaban las preocupaciones por el resto, el palacio se sentía desprotegido. Aunque él sabía bien que, si algo se presentaba, tenía la suficiente destreza para poner orden, no estaría de más que sus compañeros pudieran hacer lo que les tocaba. También sentía que tenía que apoyar de alguna manera a su amigo Syd, que no la había pasado nada bien últimamente, pero no si éste no se lo pedía, sólo le restaba acompañar sus procesos y hacerle saber que ahí estaba, para cualquier cosa.

Con Hagen no había tantos problemas, ahora que estaba más cercano a Freya se notaba que se sentía muy contento, aunque esto también lo distraía mucho de sus deberes como escolta real. El incidente que había sucedido con Frey ya no le preocupaba tanto. Siegfried creía que ese percance podría haber hecho madurar un poco más al dios guerrero de Merak.

Había muchas cosas que organizar.

Ese día en específico le daría las noticias a Hilda sobre el arribo de su hermano Sigmund al palacio, y también que el joven Frodi ya estaba en entrenamiento.

Los aposentos de la gobernante de Asgard eran los más amplios y bellos de todo el palacio Valhalla. Estaba su alcoba, que era enorme con grandes ventanales que daban vista a los jardines del palacio. También tenían una zona espaciosa donde estaba la ropa y cambiador de Hilda, además de una sala de estar. La suave cama estaba cubierta con las pieles más finas, cobertores afelpados y unas delicadas sábanas de seda. Contiguo a la habitación estaba un pequeño corredor que llevaba a una especie de despacho, donde normalmente Hilda atendía asuntos de importancia cuando no se encontraba en la zona del trono. Ahí había unos cuantos asientos de ante, un escritorio y varios estantes con libros y artículos diversos. Otros ventanales dejaban ver a lo lejos la imponente estatua de Odín.

Siegfried, dada su cercanía con Hilda, normalmente entraba a este lugar sin mucha complicación, incluso a veces sin tocar o avisar a los guardias que se encontraban fuera de ahí. Esta ocasión no fue diferente, sólo hizo una seña a los soldados que custodiaban la puerta y éstos le dejaron ingresar.

Hilda estaba cerca de la ventana, observando a través de los vidrios. Se conseguía escuchar el fuerte silbido del viento que se originaba por la tormenta de nieve que caía afuera.

-Hola Siegfried, que bueno que has venido. - le dijo la joven con un tono muy dulce y delicado, aunque se notaba que estaba contenta.

-Hilda, por lo pronto ya he hecho algunos movimientos, como me lo pediste. Mi hermano Sigmund pronto vendrá a presentarse ante ti para ponerse a tu servicio. Y el chico que me mencionaste ha comenzado desde el día de hoy sus entrenamientos. Me dijo que proviene de una familia de guerreros, reconocida por el buen uso de la espada, y menciona que su familia ha jurado lealtad a Odín desde hace varias generaciones. Se nota que es diligente, puede que llegue muy lejos.

-Muchas gracias Siegfried. - le sonrió y continuó- Justamente he llamado también a una chica de la aldea de nombre Lyfia, a quien he designado para que me acompañe. Ella fue quien me recomendó traer a Frodi al palacio y me ha hecho las mismas observaciones que tú. Espero que se fortalezca mucho y aprenda a ser un buen guerrero como dices. - Sonrió nuevamente. - ¿Qué has pensado sobre tus compañeros?, ¿cómo los ves? – preguntó mientras caminaba para tomar un ramo de flores que se encontraba en su escritorio y ponerlo en un jarrón con agua que ya había preparado para eso.

El rubio notó las flores, no era común ver flores de ningún tipo en Asgard. Cuando las había sólo era en tiempos más cálidos y aun así no se daban en abundancia. Pero esas se veían muy frescas para la temporada invernal que se avecinaba y para las duras tormentas de los últimos días. Eso le hizo reparar en otros artículos que había en el escritorio, una pequeña cajita de madera labrada, de la que no se lograba distinguir su contenido y una pluma con ornamentos, que nunca había visto en el tintero.

-Los chicos creo que ahí van Hilda, necesitarán más tiempo. Alberich pasa mucho tiempo en la biblioteca, lo cual es usual en él, pero ahora ha intentado introducir a Fenrir en ellas, y no dejo de pensar que no se siente a gusto en esos espacios, y que en un arrebato podría destruir algunos libros. Aunque puede que Alberich logre dominarlo. Parece que se llevan bien, dentro de lo que cabe. Fenrir ha aprendido a leer con su ayuda, lo cual es algo bueno a destacar sobre nuestro "cerebro de Asgard".

Hilda lo miraba profundamente, esperando que Siegfried dijera algo más, algo sobre ellos, de ellos dos. Pero la respuesta no llegó.

Siegfried continuó.

-Sobre Thor no hay mucho que decir que no sepas, el prácticamente vive en el palacio. Busca platicar con todos, pero sabemos que hay detalles en él que a varios no les gustan. Y no me mal interpretes, no se trata de algo que tenga que ver con su origen, ni una situación de clase. Es sólo que suele ser molesto y es bastante extraño en ocasiones. Tu misma lo has vivido.

Hilda guardó silencio.

-Algo a recalcar dentro de lo que cabe, es que aún ayuda a la gente de la aldea, sigue cazando, ahora con tu permiso, y continúa alimentando a quienes más necesitan. Sigue siendo honorable con todo, y le tiene mucha paciencia a Fenrir.

Sobre el hermano de Syd, la verdad es que no lo he visto.

-¿Qué opinas sobre Andreas Rise? ¿Lo has notado? -Agregó la dama.

-Es difícil apreciar sus intenciones, si bien no puedes expulsarlo de la corte así sin más, creo que debemos mantenerlo en vigilancia. Puede que tenerlo cerca ayude a preservarlo bajo control por ahora. No dejo de pensar que las desapariciones que han sucedido en la aldea tengan que ver con las visitas de ese tal Fafnir al palacio. Siento que es un tipo sin escrúpulos, pero no puedo asegurarlo. Además, he notado actividad inusual en uno de los templos que está casi a las afueras de la aldea. Algunos soldados dicen haber visto a ese tipo por ahí, acompañado de dos mujeres de apariencia inusual. Nunca de Andreas, aunque no sabemos si haya relación.

-Tienes razón Siegfried, pensaré qué hacer en ese asunto. Por ahora vamos a olvidarnos de eso, la comida pronto se servirá, y será mejor que vayamos a comer con el resto. Si queremos que esto avance no debemos perder estas pequeñas oportunidades, espero que tu hermano nos acompañe esta ocasión.

Siegfried asintió, esperó a que Hilda saliera por la puerta para seguirla en su camino a la mesa principal. Sobre las flores y los otros artículos ninguno dijo nada.

Hilda esperaba que Siegfried le dijera algo sobre aquellos obsequios que había recibido. Sabía que sentía algo muy especial por el dios guerrero de Dubhe, quien la había acompañado siempre, tal vez era un sentimiento de una amistad muy profunda o quizás más. Eso aún no sabría definirlo. Sobre los presentes, pensaba que éstos habían sido regalos que él le había dado, puesto que era el único que normalmente ingresaba a su despacho, y en verdad esperaba que Siegfried le dijera qué sentía por ella, que esos detalles eran muestra de su amor. Tal vez eso le ayudaría a definirse, y a olvidar por un momento que era la gobernante de Asgard. Pues ella al final era sólo una chica, como muchas otras de su edad.

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