Después de siglos y felices días de ocupaciones y la vida misma aquí está la continuación.
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Sábado por la mañana
El gigante de Asgard, no sentía que fuera diferente en ningún aspecto, pero al final seguía siendo relegado por el pueblo. Aquella historia que le había contado su madre aún resonaba en sus pensamientos. Aunque, Como era su costumbre cada mañana colaboraba con las tareas de su casa, la limpieza de las aves de corral, la recolección de huevos. Aquí y allá.
La madre, desde aquel día estaba cambiada, silenciosa, como si ella misma sintiera que debía darle espacio a su hijo para asimilar lo que le había revelado. Sobre el padre no preguntó más, había sido un cobarde, abandónico, quién sabe a qué inhóspita ubicación de todo el reino congelado de Asgard habría huido. No tenía intención de saber más sobre ese despreciable hombre. Sobre el tema de su tamaño, ¿qué podría haber originado ese crecimiento descomunal? Hoy en día conocer eso no le serviría de nada ni cambiaría en lo más mínimo su vida, ya había aprendido, a la mala, a lidiar con los problemas que su tamaño le ofrecía día con día.
Con todo ello, aún debía encargarse de indagar sobre las reuniones clandestinas en el pueblo y también sobre los objetos que había logrado decomisar. Era claro que la ilegalidad era el marco que rodeaba ambos aspectos, pero el hecho de que la sociedad asgardiana, pobre de por sí, se contaminara con soporíferos era sin dudas algo alarmante.
No era desconocido que en ocasiones algunos campesinos utilizaran plantas para alterar su estado de conciencia. Sin embargo, lo preocupante de la entrada de opiáceos en estas tierras era que venían de fuera. Muy probablemente se trataban y/o modificaban para su consumo, lo que seguramente derivaba en la comercialización ilegal de los mismos. Un problema social y sanitario en todos los aspectos. La gente de Asgard no podría soportar los malestares del crimen venido desde Midgard.
Cuando terminó sus tareas, se envolvió el cuello con aquella larga bufanda, se echó la capucha de piel aborregada encima y emprendió su travesía.
Thor caminaba así por las nevadas calles de la aldea de Asgard, su mirada fija en cada rincón en busca de pistas que lo llevaran a resolver el misterio que había llegado a hasta sus manos. Los rumores de una conspiración en las sombras, así como la preocupación inherente a sus hallazgos en las zonas estuarias, le apesadumbraban el corazón. Él como uno de los dioses guerreros se sentía con el deber moral de colaborar, de desentrañar qué era lo que sucedía últimamente en este reino del Norte. Estaba decidido a descubrir la verdad, no sólo por su honor, sino también para ayudar, aunque fuera en algo a su amada Hilda.
Después de horas de búsqueda infructuosa, sin pista alguna, ningún rumor, nada, Phecda decidió tomar un breve descanso en la acogedora cantina del pueblo. Aquella misma donde había estado Mime hacía algunos días. Entró con paso firme, el calor del fuego y el aroma de la cerveza estaba llenando sus sentidos. La música sonaba, esta ocasión no era el dios guerrero de Eta quien tomaba esa función. Se dirigió directamente al mostrador, donde el tabernero lo recibió con una sonrisa amigable mostrando cierta familiaridad.
-¿Qué te traeré, amigo?, preguntó aquel con una voz ronca.
-Una jarra de hidromiel, por favor. - Respondió Thor, tomando asiento en uno de los banquillos que se encontraban frente a la barra.
Mientras esperaba su bebida, Thor observó a los lugareños que llenaban la cantina. Hablaban en voz baja entre ellos, intercambiando miradas frenéticas y susurros furtivos. Sabía que hablaban de él, quizás de su altura, quizás se preguntaban qué hacía un dios guerrero ahí. En todo caso tal vez podría obtener información de ellos, aunque las miradas perspicaces y criticonas no se le quitaban de encima. Probablemente no era tan buena idea dialogar, sólo escucharía las conversaciones. Aunque en cierta medida por ahora, sólo quería relajarse, olvidar los últimos ajetreados días y disfrutar de su hidromiel.
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Los Nuevos cantares
FanficEste texto busca enlazar los hechos ocurridos en la saga de Asgard (clásica), con lo sucedido en Soul of Gold. El tema principal no son las guerras de cada uno de los dos arcos, sino desarrollar las relaciones entre los dioses guerreros. Se añaden a...