Bud II

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Hacía algún tiempo que Bud estaba intentando hacer su vida, componerla si así se le pudiera decir. Había vuelto a dejar su cabello como lo usaba cuando era más joven, algo largo y alborotado que le daba un aire de rebeldía. El creía que lucir así le haría aún más diferente que su hermano, aunque siempre habían sido como dos gotas de agua.

Igualmente, llevar ciertas rutinas diarias le ayudaban a despejarse y a sanar de a poco sus heridas. Sabía perfectamente las cosas que le habían pasado a Syd últimamente, y que estás no eran precisamente cosas muy buenas. Incluso en alguna ocasión en la que su hermano había resultado gravemente lastimado, Hilda le había pedido como favor que usara algo de su sangre para transfusión, a lo cual, en esa única ocasión se negó ante los deseos de Hilda. ¿Por qué lo había hecho? Se lamentaba todavía sobre eso, no tenía excusa aparente.

Cuando Syd se recuperó tampoco fue a verlo. ¿Por qué? Lo único que podía contestarse a sí mismo era que él también buscaba su espacio, encontrarse y reescribirse, para entonces poder avanzar. Aunque de todos modos no conseguía aminorar su remordimiento por aquellas acciones.

Hilda lo había mandado llamar, por lo que se preparó para verla, esta ocasión sería especial, no sólo porque había estado planeando con antelación lo que iba a confesar, sino que además ella tenía alguna misión que encomendarle. Siempre se sentía gustoso de poder verla.

Sus latidos se aceleraban de sólo pensar.

Él no era un hombre que se enamorara de alguien a la primera, las chicas del pueblo con quienes había tenido algún tipo de relación habían sido especiales también, en su medida y forma, pero el caso de Hilda era totalmente diferente.

No sólo era su gobernante, era casi como una diosa, una princesa, refinada y culta, su belleza, a sus ojos no tenía igual. ¿Cómo alguien como él podría tener una oportunidad?

Aunque no era el momento para detenerse, ya no más.

Tomó decidido el abrigo que había mandado hacer con las pieles que preparó y salió en camino a Valhalla. Las tormentas continuaban y eso hacía más complicada la llegada, pero eso no mermó su ímpetu.

Bud, desde que Hilda usaba el anillo Nibelungo y fue convocado como dios guerrero de Alcor solía acudir a verla desde las sombras. De alguna manera se las ingeniaba para evadir a los escoltas e ingresaba sin ser visto.
En alguna ocasión alguien lo vio caminar por los pasillos cercanos a los aposentos de Hilda, pero no hubo mucho problema pues lo confundieron con Syd. Desde ese momento fue cada vez más precavido, ya que tenía la orden expresa de no ser visto por nadie. Ni siquiera Siegfried había notado nunca su presencia, hasta que en aquella pelea contra Shaina, Ikki y Shun, se hizo evidente su existencia.

Sólo su hermano parecía haberse percatado en aquel entonces que ahí estaba, pero nunca lo delató. Nunca le dio la cara, nunca habló con él. Tal vez por respeto a Hilda, por no evidenciar que alguien le apoyaba oculto, o porque esa era la orden, no ser visto, entonces Syd apoyó ese aspecto de la labor que le correspondía a Bud.

Hilda por otra parte estaba acostumbrada a eso, a que se reunieran cada tanto y ella fuera la única que supiera que había llegado, pues entendía bien el papel que de inicio le había asignado. También comprendía que ahora, en cierta medida, le fuera difícil desapegarse de ese modus operandi. Sin embargo, esta ocasión no lo hizo de esa forma, quería ser visto, ser diferente y empezó desde ese aspecto. Deseaba hacer las cosas de frente, además ya sabía bien que no tenía sobre sí más prohibiciones acerca de aparecer frente a otros.

Los guardias estaban custodiando las puertas de las habitaciones de Hilda, como de costumbre.

-La señorita Hilda me ha citado, díganle por favor que Bud de Alcor Zeta ha venido a verla como me lo ha solicitado.

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