Hagen III

46 4 25
                                    



Sábado por la mañana

Desde muy temprano el dios guerrero de Merak ya se había levantado. Sentía que tenía los nervios de punta.

¿Pero por qué?

Era obvio que se trataba de la cita que tenía más tarde, pero ¿a qué le temía? Desde siempre había sido amigo de Freya, se conocían bastante bien. ¿Qué le causaba esa sensación?

Lo mejor que decidió para distraerse un poco, matar el tiempo y mover su cabeza de ese lugar fue entrenar.

Como siempre lo haría en el magma, él siempre había preferido ese lugar. Se sentía como pez en el agua entrenando ahí. Con seguridad, la actividad física, el calor del sitio y el entrenamiento le ayudarían a centrarse nuevamente.

Los senderos desde el palacio hasta el territorio magmático eran rocosos y escarpados, sin contar los tupidos bosques que no permitían muy buena visión. Sin embargo, haber pasado tantos años de ida y vuelta hacia ese sitió habían hecho que Hagen conociera bien todos los recovecos que había que cruzar para llegar hasta ahí.

En aquella ocasión en la que Freya había tratado de detener su pelea contra Hyoga, seguramente había tenido que sortear grandes dificultades para adentrarse, aunado a tratar de hacerle entrar en razón. ¿Cómo podía expiar sus culpas por ello, aun tras el pasar del tiempo?

Toda vez que ya se encontraba en los subsuelos magmáticos, Merak Beta comenzó su entrenamiento. Normalmente iniciaba con ejercicios comunes, algo de calistenia, prácticas de simulación de combate cuerpo a cuerpo y por último destinaba una parte de su tiempo a entrenar su cosmos y sus poderes. Esta ocasión no sería diferente, comenzó con algo de calentamiento por varios minutos, hasta que la sombra de alguien entró en la caverna.

- Que bueno que te encuentro Hagen. Sabía que venías diario por acá, lamento no haber podido venir antes. He tenido varios asuntos que arreglar, ya sabes. Cuando uno regresa de un viaje largo siempre hay pendientes que resolver.

El rubio giró su cabeza para voltear a ver a aquel que le dirigía la palabra. No era otra persona más que Surt. Esta ocasión ya no le extrañaba verlo ahí. Es decir, no dejaba de ser inusual su presencia, pero ante todo ya habían quedado en el acuerdo de entrenar juntos, por lo que no debería ser nada insólito verlo en aquella gruta hirviente.

-No te preocupes Surt, es bueno verte por aquí. Supongo que vienes a acompañar mis entrenamientos. Te lo agradezco. – Igualmente, le serviría para distraer aún más su ya inquieta cabeza.

-Muy bien, no perdamos el tiempo, podemos comenzar nuestro entrenamiento. -Señaló impaciente el pelirrojo, Hagen sólo asintió, para colocarse en guardia.

Surt hizo lo mismo y de inmediato intercambiaron una serie de golpes por algunos minutos, de los cuales varios asestaron su objetivo. Todo parecía indicar que de inicio Surt era un poco más lento que Hagen. Uno que otro golpe en los brazos, varios en la cara y uno en el estómago. Este último logró hacer que Surt rompiera su postura y se deslizara en el suelo. Merak Beta por su parte se veía confiado.

Con una de sus rodillas y los nudillos apoyados en el piso, Surt atinó a llevarse la mano izquierda hacia la barbilla, bien para aminorar un poco el dolor o limpiarse el hilo de sangre que uno de los golpes había hecho al momento de abrirle el labio.

Cuando se puso de pie, extendió el brazo derecho y le apunto a Hagen con el dedo índice.

-Lo haces muy bien Hagen, veamos si continúas así. – Al momento el halo blanquecino de su cosmos comenzó a rodearlo. Era un cosmos brillante pero gélido a la vez, cosa que sorprendió al dios guerrero. Si bien había mencionado que había ido a entrenar a Siberia, saber que había cultivado el desarrollo de su cosmo era aún más sospechoso. ¿Qué clase de entrenamiento habría llevado? No era momento de titubear, el rubio se dispuso nuevamente para pelear haciendo arder también su cosmo.

Los Nuevos cantaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora