Fenrir III

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Este capítulo contiene algo de gore, si te consideras sensible ante ello, recomiendo saltar a partir de que Fenrir llega a los restos de su vieja casa.

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Sábado por la mañana

Desde aquel día en el que sostuvo esa conversación con Alberich no había vuelto a sus lecciones matutinas en la biblioteca. El pelirrojo tampoco había hecho nada por buscarlo. Fenrir a veces se cuestionaba si era sólo para darle un espacio para pensar, o simplemente lo había traicionado, como todos aquellos en su historia previa. O tal vez lo habría utilizado para "algo" y al ver que no hubo respuesta de su parte simplemente se puso apático con las clases.

De todas formas, los últimos días seguía pernoctando en el palacio. Si bien, las fuertes tormentas a veces lo obligaban a guarecerse en su interior, también era cierto que, de a poco, se estaba acostumbrando a ese ritmo de vida. Incluso, mientras la mayoría de sus lobos estaban en los parajes del Valhalla y Ging pasaba el tiempo descansando en su habitación, Alioth tomaba algo de ese lapso para recorrer las distintas cámaras, torreones y pasillos de aquella fortaleza.

Ese día, por fortuna, el clima había menguado sus nevadas intempestivas y permitiría salir a tomar el aire matutino. Después de recorrer la torre oriental del castillo, área donde se encontraban las mazmorras, cruzó por la zona de cocina, de la cual emanaban muchos sonidos de trastos, cazos y cucharones. Olía bastante bien, seguro estaban por servir el desayuno.

¿Cuántas personas comerían diariamente ahí? Sabía que el comedor más largo y elegante se disponía para las reuniones y comidas a las que Hilda hacía esfuerzos por invitarles. Pero, tanta comida que se hacía, era demasiada, seguro para alimentar soldados, sirvientes y quién sabe cuánta gente más. ¿Comerían en sus zonas de trabajo, o habría algún sitio en el palacio con mesas igual de largas, aunque menos elegantes para que todas las huestes comiesen?

Que preguntas tan absurdas se hacía, ya tendría tiempo después para averiguar eso.

-¡Hey, muchacho! ¡Fenrir!.- Habló el chef haciéndole una seña para que se acercase a donde se encontraba aliñando unos huevos junto con otros cocineros.

Fenrir detuvo sus pasos y le dirigió sus ojos color dorado.

-Ven, siéntate a comer, ¿No pensabas salir sin nada en la panza? ¿o sí? – le preguntó mientras ponía un plato con comida caliente y vaporosa en la pequeña barra que daba hacía la cocina, que a veces servía para alimentar dos o tres personas de manera rápida. Le sirvió también una infusión de frutos rojos que daba un aroma muy dulce, pero a penas perceptible entre toda la mezcla de olores que había en las cercanías de la cocina.

El lobo del norte sólo pestañeó, para después sentarse en la silla alta de madera que estaba del lado contrario a la barra de mármol blanco. Tres huevos estrellados, aliñados con pimientos en colores naranja, verde, rojo y amarillo, un trozo grande de Kanterkaas un queso suave con comino, de color amarillento con costra en tono marrón, así como varios panes especiados, un vaso de jugo y semillas. Todo para que el guerrero de Epsilon comiera a llenar.

-Gracias. – Alioth sólo dijo eso y comenzó a comer, con cierto recato que ya había aprendido bien. Contrario a la avidez con la que ingería sus alimentos en el pasado.

-He notado que ya no has ido a estudiar muchacho. ¿Todo bien?

-Sí, es sólo que a veces es mucho lo que tengo que repasar y puede ser cansado. Sí, sólo eso... -dijo mientras le daba una buena mordida al pedazo de queso.

-Está bien que no te exijas demasiado con eso, irás aprendiendo a buen ritmo si te das tus espacios para procesar lo que te enseñan.

Fenrir sólo lo vio mientras masticaba.

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