Alberich I

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El pelirrojo estaba en la biblioteca, como era su costumbre, no paraba de leer. De hecho, pasaba mucho más tiempo leyendo que entrenando en el aspecto físico. Siempre había habido desconfianza a su alrededor, no era para más. Después del altercado contra los santos de Athena, debía andar con cautela. Los ojos de sus compañeros estaban puestos sobre él.

Aún lo tenía claro, según su opinión, el gobierno de Hilda estaba lejos de ser uno de los mejores. El modelo teocrático-militar bajo el cual se gobernaba, desde su punto de vista, era ya más que obsoleto. Asgard tenía todo lo necesario para convertirse en una tierra prometedora. Si bien el papel del sacerdote, o en este caso sacerdotisa, en su función de representante de Odín, era importante con relación al tema del deshielo de los polos. Éstos no poseían todas las destrezas ni conocimientos necesarios para dirigir un país. Hacían falta más que rezos para llevar comida y prosperidad a la gente de su pueblo.

Desde la época del mito, este reino congelado había sido relegado como si fuera una colonia del imperio de Poseidón. En donde a pesar de no profesar devoción a los mismos dioses, al final vivían supeditados a los furores del dios de los mares. Con respecto a las relaciones con el resto del mundo, también estaban en el aislamiento desde hacía siglos. ¿Cómo era posible que el resto de Europa fuera próspero, -aun con sus guerras y desastres-, y Asgard no? Aunque no eran abundantes en recursos naturales, la resiliencia de la población, el trabajo arduo al que estaban acostumbrados y la destreza para la navegación y la guerra, los hacían un territorio con mucho potencial. Alberich estaba convencido que el gobierno de Asgard debía cambiar para entonces poder transformar el statu quo de este país.

-He venido para mis lecciones del día de hoy. - Fenrir le interrumpió sus cavilaciones entrando en la biblioteca.

-Muy bien, esta ocasión quisiera abordar un poco de historia. Puesto que ya vamos adelantados con la lectura, puede ser buen momento para ver cosas nuevas.

Fenrir arqueó una ceja en señal de curiosidad. Que Alberich considerara que había avances le reconfortaba en cierta medida. Alberich por su parte, sabía que con Fenrir tenía que ser sencillo y directo siempre. Si le daba muchas vueltas a cualquier asunto, o si no le decía con claridad por qué hacía las cosas, podría alejarlo por completo, y los esfuerzos serían en vano. Entonces continuó.

-La historia es uno de mis campos favoritos, se puede aprender mucho de ella. No como una especie de maestra que nos dice qué hacer y qué no. Se trata de algo más importante. Nos ayuda a entender por qué estamos aquí de la manera en la que estamos. - Guardó silencio por un momento viendo los ojos dorados del dios guerrero de Epsilon. - Creo que es importante que sepas qué hay más allá de Asgard y de sus congelados parajes. – Se dio la vuelta y caminó hacia un estante para sacar un mapa. Con el mapa le sería más sencillo explicar algunos detalles a Fenrir.

El mapa de Europa que sacó ya era algo viejo, no estaba actualizado. En ese aún aparecía la ex Unión Soviética y la antigua Yugoslavia, pero para los fines que buscaba serviría.

-Evidentemente en este mapa no aparece Asgard, nunca ha aparecido en alguno. Por lo menos no uno del que yo tenga registro. -Lo puso sobre la mesa en la que estaba recargando los codos Fenrir. - Seguramente has escuchado a varios de nosotros referirnos a otras tierras bajo el término Midgard. La Tierra Media no es otra cosa que el resto del mundo. Nosotros, en Asgard, estaríamos más o menos por acá arriba. - Dijo señalando con el dedo un poco más arriba de la ubicación de Noruega. - Desde hace mucho tiempo nuestra gente ha sido buena para la navegación. De hecho, podríamos decir que nuestros antepasados lograron conocer y conquistar buena parte de lo que aparece en este mapa. Incluso más allá, territorios que no aparecen aquí, porque este es un mapa que comprende sólo lo más cercano, por así decirlo. Cuando vinieron los guerreros de Athena, tu sabías que ellos no pertenecían a Asgard, conocías las intenciones de Hilda en aquel entonces: "llevarnos a tierras soleadas". Justamente el Santuario de Athena está acá, hacia el sur, en Grecia. Aunque muchos de sus guerreros no son sólo de ahí. - Caminó para sacar otro mapa más grande. -El mismo Dragón no es griego, él es de este otro punto, de Japón, igual que los otros que vinieron con él. -puso el otro mapa a un lado y le señaló Grecia y Japón.

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