Mime II

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Había algo que le inquietaba de aquella persona fuera del tugurio. Desde el hecho de que los ataques de los ebrios no le hicieran nada. Ni un rasguño, nada. Eso implicaba que se trataba de una persona entrenada. En segundo que poseía alguna especie de cualidad que evitaba que su cuerpo sufriera daños físicos. Ellos, los dioses guerreros, por ejemplo, aunque estaban bien entrenados, sus cuerpos eran humanos y algún ataque intempestivo sin ningún tipo de defensa, por lo menos habría hecho que se movieran para evitar el golpe o bien alguna rasgadura les causaría. Tal cosa a ese individuo no le sucedió. La silla de madera se había destrozado justo en su cabeza y él no se inmutó. Tenía que investigar mejor quién era ese hombre, además de continuar escrutando sobre las personas desaparecidas.

Mime observó el panorama resolutivo, se dio la vuelta nuevamente a la cantina y abrió la puerta:

-Debemos llevar a estos hombres heridos a que alguien los atienda. -Dijo el arpista cuando entró nuevamente al antro. El cantinero sólo añadió que él no podía hacerse cargo de los disturbios de los ebrios, mucho más cuando habían sucedido fuera de su local. Mime torció la boca en señal de desaprobación.

La chica de cabello púrpura se acercó y le dijo:

-Nosotros podemos ayudarte ¿verdad Sie? - añadió volteando a ver al muchacho que la acompañaba. -¿Después de todo, tú nos ayudaste a nosotros?

-¡Eh!, sí claro, nosotros podemos. Sin duda. - respondió nervioso el acompañante.

Mime los vio de reojo, por fin pudo distinguir las facciones del joven de cabellera castaña, también era de Oriente. No mencionó nada sobre ello. Sólo asintió y les respondió:

-Gracias, podemos llevar a algunos con algún curandero en la aldea, el de los brazos rotos seguro necesitará un mejor tratamiento. Lo llevaré a casa y ahí enviaré a alguien por el médico de la corte en Valhalla. - Se refería indudablemente a Andreas Rise.

El guerrero divino de Eta cargó al hombre de los brazos rotos para llevarlo a un sitió un poco más alejado de la taberna. La mujer se quedaría a cuidarlo ahí por unos minutos, en lo que Mime y Sie irían a dejar a los otros con el curandero que estaba a unas cuantas calles del lugar.

- ¿Qué sucederá con el viejo que viene con ustedes? - Preguntó Benetnasch mientras caminaba junto con el muchacho de nombre Sie, con los borrachos a cuestas. Por un momento había olvidado que venían con un tercero que aún estaba embriagado.

-¿El maestro? - Levantó una ceja. - Él está seguro ahí, dormirá hasta el amanecer y entonces volveremos por él. Se sabe cuidar sólo, no habrá problemas por ese lado.

-Ok.- dijo Mime algo confundido por la respuesta. -Se detuvo y tocó una puerta. Esperaron unos instantes afuera, hasta que la puerta se abrió.

Tras la entrada se encontraba un hombre completamente cubierto con una capucha de manta oscura que caía hasta sus pies, éste los vio fijamente. Sus manos raquíticas con uñas largas y quebradizas aún sostenían el borde de la puerta de madera.

-Mime de Benetnasch Eta. - Dijo con voz cavernosa. - ¿Qué trae a un famoso dios guerrero hasta mi morada?

-Disculpa que venga a molestarte tan tarde. Es sólo que presenciamos un altercado y estos hombres resultaron heridos. Quiero pedirte por favor que los ayudes a recuperarse.

El tipo bajo la capucha lo vio a los ojos. - ¿Un favor? - dijo en un tono un tanto tétrico. -Eso va a costarte.

-No hay problema por el costo, pagaré lo que cueste. - Señaló sacando otro saquito de monedas del bolsillo de su pantalón.

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