Bud I

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Normalmente el muchacho no se sentía atraído por la idea de pasar más tiempo en el palacio. Estar ahí a veces le revolvía mucho los pensamientos. Las únicas razones por la que continuaba sus visitas a ese lugar eran en primera porque aún consideraba sus deberes como dios guerrero, pero la más importante era Hilda.

Trataba de pasar los días en su casa, lugar que había heredado tras la muerte de su padre. El sitio había cambiado mucho para él con el transcurso de los años, de ser una vieja cabaña había logrado remodelarla con mucho esfuerzo. Si bien casi no tenía muchas pertenencias y el sitio seguía siendo pequeño, había conseguido que el interior de su casa fuera impecable y pulcro, con aires de casa campestre. Y por fortuna los frutos de su trabajo arduo podrían verse en una gran mejoría en su estilo de vida, que había pasado de ser en extremo precario a tener garantizada la comida diaria en su mesa.

Ya se había acostumbrado, por no decir menos, a la vida aldeana. Solía levantarse temprano para salir a cazar algunas presas para él y otras para venderlas en la aldea. Sabía aprovechar bien sus habilidades de cazador con lo que consiguió hacerse fama en ese oficio y también el de ser carnicero. Por lo cual no sentía la necesidad de pasar mucho tiempo en Valhalla, sobre todo porque sentía que sus necesidades básicas estaban perfectamente cubiertas.

Aun así, cuando había la oportunidad, Hilda le insistía que podía quedarse en el palacio, pues ahí no le faltaría nada. También porque para ella era importante que Bud se esforzara en integrarse con el resto de sus compañeros. Por ese motivo también le designó habitaciones, que rara vez ocupaba. A veces Bud sentía que debía interesarse más en entablar algún tipo de relación con los otros dioses guerreros, pero eso solo era porque buscaba reconfortar los deseos de Hilda, pues ésta añoraba poder crear cierta comunidad entre ella y los chicos.

Hacer algo así iba a ser muy difícil para él, sin contar que ahora que todos sabían de su existencia, no dejaba de sentirse incómodo, señalado o que los demás sentían lástima dado que sufrió desde que era un recién nacido las duras consecuencias de las supersticiones del pueblo de Asgard.

Otra de las motivaciones que evitaba que frecuentara continuamente el palacio o que se quedara ahí, era que a menudo pensaba que no merecía que otros le sirvieran e hicieran cosas por él. Pensando en específico en el papel de los sirvientes del lugar. No estaba acostumbrado a esa vida, de hecho, muchos de ellos eran aldeanos también, que trabajaban y se esforzaban igual o más que lo que hacia él diariamente. ¿Qué hacía a Bud diferente de aquellas personas? ¿Portar una armadura? Ni siquiera tenía un zafiro de Odín, ni siquiera era un dios guerrero verdadero, sólo era una sombra. ¿Cómo podía merecer que otros le sirvieran? Todas esas personas que seguramente vivían con hambre, que tenían familias que alimentar, enfermedades que curar, sueños sin cumplir. Igual que los que él y su padre tenían muchos años atrás. ¿Cómo podría permitir que otros le sirvieran en la comodidad del palacio?

Además, estaba Syd, quien pasaba mucho tiempo ahí. ¿Qué haría él en un sitio donde no sentía que tenía un lugar? En un lugar donde podría sentir con más fuerza el rechazo de su familia.

Un día se encontraba trabajando fuera de su casa, al parecer tratando algunas pieles, lo hacía de forma cuidadosa, hasta que sintió la presencia de alguien.

- ¿Qué te trae por aquí Mime?

El dios guerrero de Benetnasch sonrió amablemente, como siempre.

-Sólo vine a preguntar si tendrías algo de Elk Bratwurst (1), supe que sabes hacerlas, y hoy tengo ese encargo especial. Verás, Hagen me ha pedido que le ayude a prepararle algo a la señorita Freya, algo con música y algunos aperitivos, por eso estoy aquí. Aunque te veo algo ocupado.

Bud le vio fijamente.

-Sí, tengo algo que puede servirte. -, Dijo mientras caminó al interior de la cabaña para buscar. Siempre era de pocas palabras.

-Esas pieles que estás curtiendo se ven muy bien, excelentes para un abrigo. ¿Piensas venderlas? – le dijo Mime siguiendo su camino.

-No realmente, ya tengo pensado que hacer con ellas, serán para un abrigo efectivamente.

-Es una lástima la verdad me gustaría comprártelas, pero si ya las vas a usar para ti no tiene ningún sentido, es normal que te quieras quedar con lo mejor.

-No será para mí. - Le contestó.

-Si no piensas venderlas y no serán para ti, ¿Acaso piensas regalarlas? - Espetó curioso el arpista.

Bud sólo parecía buscar los embutidos que Mime le había pedido sin prestar mucha atención a las preguntas.

-Ya veo. Sabes, últimamente escuché algunos rumores en el palacio. Se dice que alguien ha estado llevándole detalles, obsequios a la señorita Hilda. Obviamente no es Siegfried, se nota por la actitud que tiene que no está muy contento con eso.

Alcor detuvo su trabajo sin contestar nada, a lo cual Mime continuó, con tono menos suspicaz, más bien amable y comprensivo.

-Escucha, si sientes algo por ella, tal vez sólo deberías decírselo, no pierdes nada.

Bud volteó y le extendió el brazo con un paquete en la mano.

-Tus salchichas Mime.

-Ok, ok, no diré más, al parecer no quieres hablar sobre eso.

-Tomaré en cuenta tu consejo Mime, pensaba hacerlo, sólo que no sé cuándo. Confesó en seco.

-Excelente, si necesitas ayuda, soy experto en detalles, ya ves hasta voy a ayudar a Hagen. -Dijo graciosamente, pero Bud no le contestó nada otra vez. -Bueno, será mejor que me vaya, veo que no quieres decir mucho al respecto, Muchas gracias. - Le dijo despidiéndose mientras dejaba unas monedas sobre la mesa.

Decirle, claro que pensaba decirle, sólo que no había encontrado aún el momento, la forma, muchos miedos e inseguridades le atravesaban. Estaba decidido, lo sabía, sólo debía dar pasos más firmes.


(1) Embutido especial con carne de alce.

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