Siegfried III

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          Dubhe salió de las habitaciones de Hilda. Toda esa escena le había dejado helado. La persona que todas estas semanas había hecho acto de presencia ante Hilda y que la deseaba con interés amoroso no era otra persona que Bud, Bud de Alcor. La sombra de Syd, aquel a quien ni siquiera le habría puesto atención, nunca. Lo desdeñaba desde siempre, había guardado su distancia por respeto a su mejor amigo, pero ahora el odio que sentía hacia él se elevó hasta los cielos. Jamás se lo habría imaginado.

Claro que no iba a decirle nada a Hilda, ella no tenía la culpa de eso, ni tenía que hacerse cargo de los sentimientos que él tenía hacia ella, no iba a incomodarla aún más con ese tópico. Al final ellos dos no eran nada. No tenía una relación con ella, eran amigos, sí, y muy cercanos, casi íntimos. Pero, aunque él la amara con locura, al final no tenían nada entre ellos más que una amistad de años. Si quizás le hubiera hecho caso a su hermano, si hubiera tomado la iniciativa hace tiempo, solo quizás así, él podría haber gozado las mieles del vínculo amoroso con su preciada valkiria. No se lo perdonaría a sí mismo, nunca.

De todos modos, verla besar a otro le había dolido hasta el alma, era como una puñalada justo en su punto débil. Sin embargo, aunque se sintiera abatido por eso no debía flaquear, pues debía apoyar a Hilda en materias más importantes. Fue ahí que cruzándose en su andar lo vio.

Ahí estaba Bud de Alcor, saliendo de la cocina, se le veía caminar decidido. Siegfried se detuvo, lleno de cólera y tragó saliva. Bud también lo vio, sus miradas se cruzaron. Alcor se mostraba sereno, contrario a Dubhe que no titubeó y, en tanto lo tuvo más próximo a él, empujó a la sombra de Zeta para colocarlo contra la pared.

- ¿Quién te crees que eres para entrar así a las habitaciones de Hilda? – Le dijo Siegfried con rabia muy cerca de la cara, asiendo a Bud por la camisa negra que llevaba puesta.

- ¡Suéltame! No pienso pelear contigo Siegfried.

-¿Qué no entiendes? Ella no es igual a ti. – Bud logró soltar una de las manos con las que Siegfried lo sostenía, pero éste lo volvió a empujar con fuerza, con la otra mano que aún lo mantenía contra el mismo muro.

-Tengo prisa y no pienso perder mi tiempo contigo. – Dijo Alcor ya algo enfadado.

-¡Tú no eres nada, no eres nadie! Eres basura comparado con ella, incluso con cualquiera de nosotros. No eres más que un pobre aldeano mirando hacia las alturas de la realeza.

- ¿Te estás burlando de mi origen? – Le espetó Bud ya muy molesto. -Eso no es más que una prueba de tu clasismo y tu rechazo al pueblo que tanto juras amar y proteger. – Alcor le clavó la mirada e intentó apartar a Siegfried, pero éste lo acorraló aún con más fuerza contra la piedra fría.

- Ella no es tuya, no es de nadie y ambos deberíamos respetar lo que decida. – Dijo Bud con seriedad.

Era verdad, ¿Qué lo había hecho estallar colérico contra Alcor? ¿Celos quizás? El peso de todo lo que no hizo por tanto tiempo, el amor que le tenía a Hilda y la distancia que los separaba.

- ¡Basta Siegfried! – Se acercó de prisa Hagen quien los vio mientras caminaba hacia la fuente congelada, le tomó por el antebrazo, al tiempo que Siegfried soltó la camisa negra de Bud. – No debemos pelear entre nosotros. – Hagen cerró bruscamente su intervención mirando con desaire a la sombra.

Bud no dijo nada, sólo los miró con recelo, mucho más a Siegfried, con quien sentía ya cierta rivalidad, se dio la vuelta y continuó con su camino. Dubhe y Hagen sólo lo siguieron con la vista hasta que salió por completo del palacio.

- ¿Qué sucedió Siegfried? – preguntó Hagen un poco preocupado, dirigiéndole sus grandes ojos celestes para indagar. - Nunca te había visto así.

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