Hagen I

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Constantemente recordaba hechos del pasado y se sentía fatal por las acciones que le habían llevado a tal arranque de celos. Desde la incursión del Cisne en Asgard había actuado de una forma muy ruda contra la señorita Freya. Eso lo comprendía hasta ahora. En aquel entonces Hyoga había sido el único que había prestado atención a las súplicas de Freya. Ninguno de los dioses guerreros dio crédito a lo que la princesa decía. Los ruegos que hizo a cada uno de ellos pidiendo que ayudaran a su hermana cayeron en saco roto. Solo él, sólo Hyoga le había extendido una mano amiga en esos momentos tan difíciles.

¿No podía él haber escuchado a su amada princesa antes de caer presa de los deseos de su ego herido?

Cisne seguía siendo amigo de Freya, eso no lo dudaba, aún si él ya no frecuentaba las heladas tierras de Asgard. Sabía que esa fuerte amistad ahí se había logrado sembrar hasta dar frutos. Justo porque Hyoga y sus amigos fueron los únicos que apoyaron a Freya cuando nadie más lo hizo. Por eso decidió que de ahora en adelante aceptaría, contra todo lo que eso le representaba, que Hyoga fue una parte importante de la vida de Freya.

Aún se arrepentía de su reacción, de los celos que lo habían llevado a elevar sus puños en contra de Cisne y que casi le cuestan la vida a su princesa. Pero ella, que era la personificación de la dulzura y la bondad, le había concedido su perdón y le permitía seguir a su lado. Como el amigo y protector que solía ser desde que estaban en su más tierna infancia. Hagen no podía estar más agradecido, después de semejante afrenta, su amada rubia aún quería conservar su lazo. Eso lo hacía enteramente feliz, no necesitaba más. Las cosas habían ido relativamente bien entre ellos desde entonces, hasta que pasó lo relativo a Frey. Ese asunto fue un evento por demás difícil que lo llevó al límite.

Frey tenía una hermana que compartía el nombre con Freya. Ambos eran miembros de una importantísima familia de Asgard, quizás sólo superada por la familia real a la que pertenecían Hilda y Freya y los miembros de la casa de Mizar que tenían amplio poderío monetario. La importancia de su estirpe se encontraba en el aspecto religioso, cuestión que era fundamental para este país. Frey era parte de la corte real desde que Drbal era el representante de Odín, y siguió así cuando la joven Hilda recibió su nombramiento.

Era un sacerdote, normalmente acompañaba a Hilda cuando era el momento de hacer las oraciones a Odín. Se encargaba de hacer la convocatoria de la gente para que acudieran al altar. También organizaba eventos en los que era necesaria la presencia de la representante con el pueblo. Presidía las condecoraciones por hazañas de guerra, entre muchas otras funciones sobre todo de índole ritual. Su labor era por demás imprescindible, servía de enlace entre la realeza y los plebeyos, básicamente.

Hacía cerca de un año y medio que se le empezó a exigir a la señorita Hilda que alguna de ambas princesas debía contraer matrimonio, pues al final, en un país tan retrógrado como Asgard, el hecho de que ella fuera una mujer que ejerciera el gobierno no era muy aceptado. Por ello se presionaba para que hubiera a cargo de la familia un hombre que presidiera y colaborara con las decisiones de la Soberana de Asgard. En este sentido Frey era el más indicado dado su origen aristocrático como su amplio conocimiento y participación en relación con el gobierno de Asgard.

El sacerdote era un hombre joven, aunque aún así varios años mayor que cualquiera de los ocho dioses guerreros que servían a Hilda. Hagen siempre le vio como un hombre amable y respetuoso en lo general, nunca se metía en problemas. Sin contar que siempre fue servicial en cualquiera de las tareas que se le asignaban. Si hubiera que hacerse un juicio sobre su persona, era la imagen de un hombre cabal y de buenas intenciones. Realmente no había nada que pudiese criticársele, incluso sabía pelear a pesar de ser sólo un ministro religioso.

Pero el destino decidió que este hombre fuera quien tomaría a una de las damas en matrimonio y la decisión final se decantó porque sería la princesa Freya quien tomaría dicha obligación. ¿Por qué no Hilda? Se trataba de una cuestión de tipo táctico. Hilda quien era la gobernante debía seguir mostrándose como única soberana para afianzar el poder de su casa, por lo menos por unos años más. Hasta que no se consiguiera una aprobación total de su gobierno, no podía otorgársele a otra persona ningún título, aún si éste fuera su consorte. Por ello, eligieron a Freya, pues así Frey daría el respaldo necesario al gobierno de Polaris, sin mermar la imagen en desarrollo del gobierno de la señorita Hilda.

Fue así que la suerte se echó una vez más para el dios guerrero de Merak. Si bien, la familia de Hagen no era plebeya, comparado con Frey no había mucho qué hacer. Él a pesar de haber servido fielmente y de haber pasado la mayor parte de su vida como guardia al servicio de Freya, poco tenía que ofrecer para que esa decisión se echara para atrás. Fue muy doloroso para él ver el proceso, comenzando porque veía constantemente a Freya llorar por ello, se notaba que ella tampoco deseaba ese futuro.

¿Qué podía hacer él para ayudarla en una situación como esa? Cada que veía a su princesa participar en preparativos para el enlace matrimonial su corazón se partía. No podía simplemente estallar en cólera y violencia contra su adversario, como sucedió con Hyoga. Fueron muchas más cosas las que atravesaban ese conflicto.

Sin lugar a duda, tanto para Hagen como para Freya ese fue un duro evento que sortear.

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