Capítulo XI

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Max en multimedia 

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26 de agosto, 2021

Susan

—Max, te amo, pero en estos momentos quiero ahogarte —de verdad que ahora entiendo el odio que se le puede llegar a sentir a la persona que amas.

—No puedes decirme eso, disfrutabas de hacer a nuestra hija —se burla de mí.

—Desgraciado.

Balbuceo cuando otra contracción me llega y el enojo que tengo es porque la enfermera entra cada 10 minutos solo a revisar que tan dilatada estoy.

El dolor recorre cada parte mi cuerpo apoderándose de todo mi sistema. La pobre mano de Max ya está roja de mi agarre, no quiero ni imaginar cuando estemos en el parto.

—¿Le avisaste a todos?

—Lo hice —y sabe a qué me refiero cuando espero a que me dé más que esa respuesta simple— contacte a Eric. Dijo que tomaría el primer vuelo, así que para mañana a primera hora llega.

Asiento y es que desde que llego a mi casa borracho con Ángel no lo he visto, dos días después tomo un vuelo sin decirle a nadie el destino y supongo que fue lo mejor que pudo hacer, no he tenido contacto con él desde ese día. Prometió que iba a venir cuando Evelyn naciera, así que más le vale que a más tardar mañana, ya esté aquí.

—Ami dijo que llegaba en unas horas, sigue en vuelo, una vez llegue viene directo al hospital, y mi familia viene hacia acá, no pueden perderse el nacimiento de su nieta.

Sonrió porque mi familia va a venir. Implícitamente la familia de Max es mi familia y con ella es suficiente.

—Bien —digo con los ojos cerrados y siento como Max pasa un trapo para quitar el sudor de mi frente, sin soltarme.

—Ángel dijo que también quería venir —me sorprende que Ángel quiera venir, sin embargo, la idea de que esté en este momento me agrada—, así que él ira por Eric al aeropuerto y de ahí llegan para acá.

—Bien —no quiero hablar, me siento tan cansada que no sé cómo voy a soportar el parto, tal vez debería de decir que si quiero cesárea.

Max comienza a hablarme de que Mason, Ash y Lily vendrán también, la última llegara en una semana porque está en Inglaterra por el caso y los grandes avances que tienen.

Afortunadamente amenazas y cosas extrañas dejaron de suceder, no hay cajas, no hay nada, al contrario, están a casi nada de hacer que esté hombre se pudra en la cárcel.

La puerta se abre y ni así me atrevo a abrir mis ojos, los dedos peinan mi cabello húmedo por el sudor y me obligo a relajarme.

No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que quiero que ya nazca, el dolor se está intensificando.

—Dime que ya va a nacer —la voz de Ami llega a mis oídos— Evelyn no podía nacer si su tía favorita no estaba aquí.

Se acerca a sostener mi rostro y sonrío manteniendo mis respiraciones reguladas, no importa cuánto tiempo pase en esas clases prenatales, si ahorita acabo de olvidar todo. Ami besa mi frente sin sentir asco de tener algo de sudor recorriéndome el rostro.

Trae todavía su uniforme de trabajo, ni siquiera se molestó en cambiarse.

Deja un beso en la mejilla de Max que no se atreve a soltar mi mano.

—¿Listo futuros padres? —entra la obstetra dándonos una sonrisa y es evidente que ella está feliz, pero yo no, porque yo soy la que está sintiendo las contracciones cada nada.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora