Ángel
Abro la puerta del Ferrari lo más rápido que puedo y dejo que mi estomago se vacíe en el asfalto y parte del césped.
—Que asquerosidad —alcanzo a decir.
Otra arqueada llega y hace que salga por completo del carro para inclinarme y sentir como pasa el vómito por mi garganta para ser expulsada.
Me limpio con la servilleta de tela, cierro los ojos y me recargo sobre el capo del Ferrari.
—Tienes 29 y sigues mareándote con las curvas en las carreteras, que estúpido.
Me reprendo mientras espero que se me pase las ganas de vomitar.
Detesto las curvas. Cierro mis ojos tratando de poner en blanco mi mente.
«Odio las curvas».
Mi enemigo público son las curvas de las carreteras, más si son muchas en un camino largo que no puedes desviarte o no hay otra ruta para llegar al lugar que quieres.
Sostengo la botella de agua que siempre cargo y me enjuago la boca antes de continuar con el camino, basto una sola vez venir para aprenderme la ubicación.
Tomo uno de los dulces de menta que cargo en la guantera para quitarme el sabor que quedo en mi garganta.
Detallo el camino de piedras del cual me hace recordar cuando Susan decía que quería vivir en un lugar así:
—¿Para qué quieres vivir en un lugar así? Mejor vete dentro del bosque y ahí coloca una hamaca.
—Eres tan tonto, Ethan.
—No me llames Ethan —la reprendo, no es que no me guste, pero se escucha más excitante cuando me llama Ángel—, a menos que quieras que te llame por tu segundo nombre, Susan.
—Vale, ganas.
Se acomoda en el edredón mientras palmea el lugar a su lado y yo como la mascota que soy de ella, me coloco a su lado.
—Pero dime.
—¿Qué te digo?
—¿Cuál es el afán de vivir entre la maleza?
—No lo sé —dice prendiendo la televisión— supongo que si vivo en un lugar así es porque podré respirar, ¿sabes cómo? —niego—, es aire puro y estaría sola, llega un punto en el que te acostumbras tanto a estar solo que te fascina eso, para mí el vivir en la maleza sería eso, disfrutar mi soledad y quizá recargar mis energías.
—¿No te gusta la ciudad?
—Me encanta, pero mi escape para sanar sería vivir en un lugar rodeado de árboles. No si se todo el tiempo viva en un lugar así porque necesitamos socializar y conversar con otras personas, pero quizá logré convencer a mi futuro esposo de que me compre o construye una casa en medio del bosque.
—No estoy seguro de que tu esposo quiera vivir en un bosque.
—No será para él, será para mí.
Me arreglo la corbata mirando el lugar y es que las luces están apagadas a diferencia de la vez pasada que estaba lleno de luces encendidas.
Saco la bolsa de regalo que traigo junto a algunas cosas que Ami me dijo que se le habían terminado a Susan, paso por el puente de madera para llegar a la entrada.
Toco la puerta y no se ve nada del otro lado por la cortina que cubre la puerta de vidrio y madera en los bordes.
Creo que no hay nadie y pienso en irme, hasta que la cortina se mueve, cuando bajo la mirada mi corazón recibe la primera punzada de conexión que hice la vez pasada.
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Una última vez
RomansaSegundo libro de la biología irlandesa. Susan está cansada de estar esperando a una persona que no sabe que es lo que quiere. Decide enfocarse en ella y en sus metas encontrándose en el camino a un hombre que va a amar cómo si fuera la primera vez...