Capítulo XLI

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Ángel

Miro a Susan que mantiene una sonrisa hermosa en el rostro.

Tiene en las mejillas un ligero toque rosa, que la hace lucir fenomenal, paso mi brazo por mi cabeza para recargarme y verla mejor.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?

—¿No puedo mirarte?

—Puedes, pero pareces todo un acosador cuando lo haces de esa manera.

—Estoy admirando lo hermosa que te vez —la veo blanquear los ojos—, estoy diciendo la verdad y estarías más hermosa si quitaras esa sabana y pudiera ver lo que es mío.

—No soy objeto.

—Eso me queda claro.

Quita sus manos de la sabana y está se le resbala dejándome ver su cuerpo desnudo, aún tiene las marcas que le hice en sus senos. Me importa poco el hecho de que sepa que le estoy recorriendo el cuerpo con la mirada, me es difícil no verla.

Solo me basta mirarla para que sienta como toda mi sangre se vaya a un lugar de mi cuerpo. Es como si no me bastara lo que paso en la noche y lo de hace media hora.

—Eres insaciable.

Lo nota y solo termino encogiéndome de hombros. El pene se me marca sobre parte de la sabana que me cubre de la cadera para abajo.

—Ven de nuevo.

—Se me hará tarde.

—Vamos a ser rápidos.

—Claro.

—Confía en tu novio —digo las palabras y a ella se le escapa una risita que me acelera el pulso.

La sostengo de la muñeca con la mano libre, en un movimiento rápido la pongo a horcajadas frente a mí, la siento sobre mi polla y puedo sentir la humedad de su entrepierna, rio para mis adentros, es capaz de decirme insaciable a mí, cuando es igual que yo.

—Se nos va a hacer tarde si lo volvemos a hacer —se menea sobre mí, sabe lo que está provocando—, además tengo que pasar a dejar a Evelyn a la guardería.

—Sabes que las voy a llevar.

—Entonces...quizá tengamos veinte minutos extras.

—Parece que vamos a tener que bañarnos de nuevo, juntos.

—Es lo que querías.

—Si —no lo niego— me gusta. Así que tomare los veinte minutos.

Mi polla vuelve aclamar sexo y tenerla debajo, encima y a un lado de mí. En todas las posiciones posibles.

Empiezo con un beso en la boca, suelto un gruñido cuando ella sigue meneándose sobre mí, desciendo por el cuello hasta llenarle de besos los senos, mis manos recorren su espalda baja hasta ahuecar su trasero. Susurra cosas que no le entiendo, estoy concentrado en llevarme a la boca sus pezones.

Levanto la mirada y ella ya está mirándome.

Ambos estamos conscientes de lo que vamos a hacer en este momento y no necesitamos palabras, se sostiene de mi hombro y toma mi miembro llevándoselo a su entrada. Agradezco no tener que usar un condón, me siento como todo un primate, pero sentirla de esta manera, es algo que me gusta mucho.

Bendito sea el día que empezó con las pastillas de nuevo.

Se deja caer y tenso la mandíbula por el placer de estar dentro de ella, siento como nuestros cuerpos desprenden calor, y estoy anonado con la sensación de estar piel a piel y no con un condón de por medio.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora