Susan
—¿Es usted la esposa de Max Gallagher?
—Si, lo soy —sostengo la hoja que me extiende para que la firme y antes de hacerlo la leo, recordando que Max siempre me decía que tenía que leer lo que firmaba.
—Pase por favor.
Siento mis piernas tambalearse mientras sigo al hombre que me guía por el pasillo. Ni siquiera me importa mi aspecto, vengo desarreglada, con el cabello solo en una coleta que sé que solo sostiene la mitad de mi cabello porque la otra ya está afuera. Traigo una playera extragrande de Max y un deportivo que Margot me llevo al hospital junto a la chaqueta que Mason me dio al entrar al lugar.
El hombre al que sigo se detiene en la puerta y se gira para darme una sonrisa de boca cerrada en forma de apoyo que no le regreso. Sostiene la manija antes de abrir la puerta para mí y pasar.
El aire me falta, el aroma que encierra el lugar no es el mejor, lo detesto, pero las lágrimas que descienden por mis mejillas me hacen recargarme contra la puerta porque no tengo fuerza para acercarme al cuerpo que se encuentra cubierto por una manta blanca.
Me rompo.
Rompo en llanto con las manos temblorosas cubriéndome el rostro, Max ya no está conmigo, no está con nuestra hija, no tengo al hombre con el cual quería pasar el resto de mi vida, el que me hacía sentir segura y llena de esperanza.
Casi gateando me acerco a la mesa donde está y respiro hondo mientras me sostengo de la esquina para ponerme de pie. La manera en la cual murió me pone sensible, 6 disparos, de los cuales murió en el instante, uno de ellos fue directo al corazón. Lo detestable de todo esto fue cuando me dijeron que parte de su pierna derecha se quemó por lo cerca que estaba del carro incendiado, la ropa lo quemo, me da miedo quitarle la manta blanca, refiero recordarlo de esta manera.
—Amor —digo con el labio inferior temblándome.
Las lágrimas caen en la manta blanca haciendo que la descienda por su rostro y comenzar a sollozar más fuerte, me sostengo de la mesa y con delicadeza toco el rostro limpio que tiene, moriría con él si lo hubiera visto lleno de sangre, su piel era blanca, ahora es pálida, ha perdido color, tiene los ojos cerrados y parece como si solo estuviera dormido.
Detallo su rostro grabando cada facción de él como si no lo hubiera hecho hace unos días, sostengo con mis manos su rostro que hace soltar el primer sollozo desde el fondo de mi garganta, detallo su boca y la pequeña cicatriz que tiene en el pómulo.
Ni siquiera me propongo a bajar más la sabana, no quiero verlo.
—Max —digo entre hipidos.
Ni siquiera quiero creer que esto es real, solo es un sueño.
—Por favor, despiértenme de esta pesadilla, no me dejes sola, no puedes hacerlo, no puedo estar sola.
Sollozo y soy consciente de que mis lagrimas le caen a su piel.
—Escucha, Max. Me niego a criar a nuestra hija sola, se supone que los dos lo haríamos, la veríamos ir a la escuela y aprovecharíamos ese tiempo para nosotros dos —comienzo a hablar y siento como mi voz se quiebra en varias ocasiones.
Me abrazo a el cuerpo cubierto, gritando y sacando todo el dolor que llevo sintiendo desde que Mason llego con la noticia.
Tendríamos más hijos, haríamos en un futuro reunión una vez al mes con nuestros hijos y sus familias, cuando nuestros hijos no dependieran de nosotros íbamos a emprender un viaje por varias ciudades a las cuales quisiéramos visitar.
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Una última vez
RomanceSegundo libro de la biología irlandesa. Susan está cansada de estar esperando a una persona que no sabe que es lo que quiere. Decide enfocarse en ella y en sus metas encontrándose en el camino a un hombre que va a amar cómo si fuera la primera vez...