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Comencé a ver consultas con Ed dos veces por semana.

Me costó asumir el compromiso de volver a llevar un control tanto psicológico como farmacéutico, aunque esto último seguí evitándolo a toda costa. Pero lo hice.

Mi madre me ayudó a recrear una rutina, si bien la idea siguió sin gustarme. Pero como eran tareas de Ed, no me opuse.

Deseché toda la comida basura.

Me obligué a dormir temprano.

No quise apuntarme al gimnasio porque tenía pensado hacerlo con Ellis, cuando hablara con él. Mientras tanto, correr todas las mañanas.

Los días se sucedieron hasta llegar a un mes. Los ataques de ansiedad y pensamientos recurrentes ya no fueron un problema.

Volví a empezar, pero faltaba alguien que empezara conmigo.

Decidí mirar los mensajes que Ellis me dejó los días que estuve en el hotel. Y prolongué mucho el momento para disminuir el golpe... pero no lo hizo.

«Blair, ¿qué fue todo eso?»

«Joder, respóndeme»

«Fui a tu casa y tardé una hora golpeando la puerta. ¿Dónde estás?»

«¿Es algo que hice? Dímelo, por favor»

«Entenderé si quieres espacio »

«Tu madre emprendió una búsqueda. Hace días que no sabemos de ti»

«Si estás allí, por favor, vuelve»

«Las autoridades avisaron a mi madre que ya estás aquí. No sabes cuánto me asusté»

«¿Blair?»

«¿Estás enojada conmigo?»

«¿Sabes qué? De acuerdo. Tomaré tu silencio como un sí»

«Yo... Ahora lo entiendo todo. Tranquila, no te buscaré»

«Sólo espero que seas realmente feliz»

El último fue enviado hace un mes.

El primer día que hablé con Ed.

Di vueltas por toda la habitación. Ellis me escribió, se preocupó por mí... Y me envió un mensaje en el que concluyó todo.

«¿Qué hice?»

Lo que nunca he dicho | BLAIR [Atwood 0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora