46- Poche

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Pasamos las siguientes horas en la cama, haciéndolo sin intercambiar más que unas pocas palabras. Mi corazón por fin se había dejado de resquebrajar ahora que estaba con ella. No sólo la deseaba porque
era la mujer más hermosa en cualquier sala que pisaba. Deseaba estar en su interior porque era tan agradable… sentía que su corazón latía al compás del mío. Volvíamos a estar conectadas, nuestra innegable atracción nos fundía en un solo ser.

Si Miranda hubiera intentado ligar conmigo en el pasado, habría dicho que sí sin dudar. Era guapa, elegante y triunfadora. No me habría importado pasar una semana entre las sábanas con ella. Pero desde que Calle había entrado en mi vida, mi atracción por otros era inexistente. No pensaba en el sexo a menos que Calle tuviera algo que ver. Las mujeres no me atraían más tampoco si fueran hombres guapos. ¿Para qué iba a querer estar con Miranda cuando estaba enamorada de Calle?

De hecho, me había molestado cuando había ido a ligar conmigo.
Me molesto no poderle haber dicho sin más que estaba saliendo con Calle.
Había tenido que mentir y decir que estaba saliendo con otra al tiempo que
mis ojos estaban clavados en la mujer a la que me estaba refiriendo. Mi brazo debería haber estado alrededor de su cintura, mis dedos deberían haber estado cerrados en torno a su muñeca.

Debería haber sido yo quien fuera a pedirle una copa a la barra. Todas las personas de la sala deberían haber sentido celos de mí, no de Juliana.
Me había puesto de muy mal humor.
Cuando hubimos terminado y su entrepierna estuvo satisfecha e irritada, cogí mi ropa del suelo y me vestí. Por mucho que deseara dormir a su lado, sabía que Calle no accedería.

Probablemente se arrepentiría de
haberse acostado conmigo en cuanto aquella bruma desapareciera de sus ojos.

Se arrepentiría de aquella noche porque se suponía que tenía que permanecer alejada de mí.

Tenía que darle una falsa sensación de seguridad.

Su corazón seguía flaqueando por mí y ella seguía queriendo estar conmigo a pesar de las mentiras que había oído. Cuando le había dicho que no había sido yo, ella había deseado creerme; pude ver la expresión de sus ojos mientras me escuchaba. Tenía las defensas débiles y se ablandaba cada vez que oía mi voz. Pero con todas las pruebas irrefutables que había en mi
contra, no me había recibido con los brazos abiertos. Estaba con los nervios a flor de piel: deseaba creerme, pero se negaba a hacerlo.

Y yo lo entendía. Cualquiera habría hecho lo mismo.

Todavía había esperanza para nosotras.

Pero no podía forzar la situación. Si la presionaba para que me diera más, ella se limitaría a rechazarme otra vez. Volvería a evaluar la situación, pero llegaría a la misma decisión, su brillante mente le diría que yo no era de fiar.

Ella ya me lo había dado todo; después de lo dolida y humillada que había terminado, no podía volver a hacerlo.

No podía apresurarme con aquello. Tenía que volver a lo que éramos al
principio: dos personas a las que solamente les interesaba el sexo. Todo lo demás volvería a su sitio si tenía la paciencia suficiente. La verdad saldría a la luz, siempre era así.

Me quedé descalza con los tacones en mano y me giré hacia ella en la cama.

Ella se incorporó con las sábanas cubriéndole el pecho, a pesar de que yo había pasado las últimas horas contemplándolo. No me pidió que me quedara, y aquello me confirmó que todas mis teorías eran acertadas.

―Buenas noches. ―Me volví hacia la puerta.

Su suave voz me siguió.

―Buenas noches.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora