12- Poche

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La oferta estaba sobre la mesa, pero no estaba segura de que fuera a aceptarla.

Era tentadora.

Pero también era poco apetecible.
Que una mujer tan atractiva me dominara era un verdadero regalo. Follármela hasta que gritara, dándole exactamente lo que me pidiera, era un escenario con el que podría masturbarme.

Pero yo también quería estar al mando. No quería que mi pareja fuera la única que llevara siempre las riendas, despojándome del poder que a veces necesitaba de forma desesperada. Tenía que ser algo equitativo, y estaba claro que ella no quería nada equitativo.

Pero si decía que no, la perdería del todo. Y esa era una opción que tampoco quería aceptar. Era la primera vez que no tenía ganas de tener una larga fila de personas en mi cama. Desde que había conocido a Calle, ni siquiera me había planteado la posibilidad de acostarme con otra persona.

Ella era la única con la que quería estar.

Algo me decía que debía aferrarme a aquello, que tenía que hacer algo para reclamar a esa mujer como mía, pero como nunca antes había vivido una experiencia así, no estaba segura de cómo lograrlo. Nunca había estado con ninguna mujer más de unas cuantas semanas. Y no había existido nada que hubiera durado más de un mes. Las constantes de mi vida eran mis amigas. Ellas eran mi base.
Nunca una pareja.

¿Querría Calle alcanzar un acuerdo conmigo?
¿Llegaríamos a un punto medio?
¿A quién quería engañar? Se trataba de Daniela Calle, una mujer que no se comprometía con nadie.
¿Por qué iba a ser yo diferente?
En cualquier otra situación, hablaría del tema con mis amigas, pero como le había asegurado a Calle mi lealtad, no tenía posibilidad de recibir consejos.

Pasó una semana completa y no me puse en contacto con ella. No me pasé por su oficina para saludarla. Me iba sola a la cama y usaba mi propia mano para correrme con los recuerdos de cuando me había acostado con ella. ¿Por qué no podíamos ser simplemente dos personas que se acostaban de vez en cuando?
¿Por qué tenía que gustarle ese rollo?

Parecía que las personas que tenían ese tipo de fetiches retorcidos habían tenido vidas difíciles. Eran víctimas de abusos o las habían abandonado cuando más necesitaban a alguien. Calle era una figura tan fuerte que costaba creer que tuviera algún problema.

Pero no la conocía tan bien.
Sólo había pasado un mes desde que nos conocimos, pero tenía la sensación de que la había visto sonreír las veces suficientes como para saber qué la hacía reír. La había visto llevar la misma marca de zapatos las veces suficientes como para saber cuál era su estilo. La había besado las veces suficientes como para saber que le gustaban el perfume de vainilla y el bourbon. Me la había tirado las veces suficientes como para saber exactamente cómo hacer que se corriera.
Pero, en realidad, no la conocía en absoluto.

* * *

Nos sentamos juntas en el club de striptease, donde había mujeres y hombres bailando en barras vestidas únicamente con ropa interior. Balanceaban las caderas al ritmo de la música. La música sonaba desde arriba y todo el mundo estaba envuelto en un mar de oscuridad.

Una mujer estaba sentada a mi lado en el sofá, una morena atractiva cuyo nombre no recordaba. Las chicas tenían sus propias parejas, ninguno de ellos eran amigas de Calle. Como no quería que me hicieran más preguntas sobre Calle, yo no les hice más preguntas sobre Manuela y Mariana. Pero, a juzgar por el modo en que se habían olvidado de ellas aquella noche, me parecía que ya no estaban en el mapa.

― ¿Te gusta ese, María José Garzón? ―preguntó la morena mientras señalaba con la cabeza al chico que bailaba en el escenario.

Me le había quedado mirando, pero en realidad no estaba prestándole atención. No me gustaba que la gente usara mi nombre completo fuera de la oficina. Sonaba extraño cuando lo decía aquella mujer que tenía la mano apoyada en mi brazo.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora