6- Poche

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Cuando me desperté a la mañana siguiente, se había marchado. Ni una nota. Nada. Absolutamente nada. Aquella mujer no se andaba con rodeos, ¿no? Todas las mujeres a las que había llevado a mi casa se habían quedado hasta la mañana siguiente. La mayoría incluso más tiempo. E incluso había llegado a un punto en que había tenido que ofrecerme a llevarlas a casa porque no pillaban la indirecta. Pero ella debía de haberse marchado en cuanto había salido de su cuerpo.

Mi semana transcurrió con su caos habitual. Había demasiadas cosas que hacer y el día no tenía horas suficientes. Aunque trabajara día y noche, no sería capaz de ocuparme de todo. Pese a que tenía ejecutivos al cargo de lugares que yo nunca visitaba físicamente, seguía sin cubrir terreno suficiente. Pero, para una mujer como yo, ni siquiera tenerlo todo era suficiente.

Me quedé tan absorta en el trabajo que dejé de pensar en la mujer a la que había llevado a mi apartamento. Pero, como si fuera un pensamiento siniestro que se negaba a desaparecer, me perseguía. Aparecía en mi mente en los momentos más extraños, hasta en medio de una reunión. No les dije a mis amigos nada sobre ella, manteniendo la palabra que le había dado a Calle. Ella no quería que nadie supiera lo nuestro para evitar la obsesión pública que me seguía allá adónde iba, y yo respetaba su petición.

Había hecho que se corriera, como debería ser. Pero había esperado que me llamara a la oficina o que consiguiera mi número de teléfono. Le había dejado una tarjeta a su ayudante para que supiera cómo contactarme, pero no había oído ni una sola palabra de ella. Era como si aquella noche nunca hubiera tenido lugar.

Debería estar feliz. Así era exactamente como me gustaba que fueran mis líos, con una ruptura limpia. En cuanto cerraba la puerta, no quería volver a ver a esa mujer u hombre en mi vida. No quería que me llamara a todas horas para pedirme otra cita. Pero ahora que no había más que silencio, me estaba cuestionando mis preferencias. Creía que estar con ella una vez me satisfaría lo bastante como para dejar de pensar en ella. Pero, joder, quería más. ¿Por qué coño me pasaba aquello? ¿Era porque el sexo había sido increíble? ¿O se debía a que no le importaba una mierda si estaba viva o muerta? No tenía ni idea.

En el centro de la ciudad iban a celebrar la inauguración de un nuevo club y me habían invitado. Había pensado en ir con las chicas para gastar dinero, enrollarme con alguien y hablar de estupideces sobre cualquier competición que tuviéramos. Y me preguntaba si ella asistiría. Había estado en el Atlas, que era propiedad del mismo dueño que este nuevo local. Así que había posibilidades. Me encontraría con ella de forma natural y vería qué rumbo tomaban las cosas. Si no estaba allí, tendría que pensar otro plan.

* * *

El sonido de los tonos graves amortiguaba gran parte de la conversación. Tanto Laura como Lucia tenían a una chica bajo el brazo en el reservado. Una de sus amigas se sentó a mi lado, pero yo no entré al juego. Era guapa, desde luego, pero yo tenía la mente en otro sitio. Mis ojos estaban clavados en la entrada.

Habíamos llegado tarde a propósito. Nunca acudíamos a ningún sitio hasta el último minuto y, por supuesto, siempre había una mesa esperándonos. Mi mirada se centró en un grupo de mujeres que acababa de entrar, pero ninguna de ellas era Calle. Laura agitó la mano delante de mi cara.

― ¿A quién buscas? Tienes a la mujer ideal aquí mismo. ―Señaló con el pulgar a la rubia que había a mi lado, cuyo nombre no conocía. No le respondí y permanecí con los ojos fijos en la puerta.

―Seguro que está buscando a Calle ―comentó Lucia.

― ¿Todavía sigues empeñada en ella? ―preguntó Laura con incredulidad―. Está buena, pero parece muy estirada.

―No es muy estirada. ―No pude atenuar el enfado de mi voz. Había tocado una fibra que no sabía que tenía.

Laura levantó ambas manos al darse cuenta de que me había molestado.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora