65- Poche

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No me mantuve informada sobre Megaland porque no quería saber lo que estaba haciendo mi padre con mi empresa.

Es decir, su empresa.

No me cabía ninguna duda de que cuidaría de la compañía, pero me decepcionaba que viese la dirección en la que yo la estaba llevando: era básicamente como enseñarle mi manual de estrategia.

Era una faena.

Ni con el paso de las semanas era capaz de aceptar la derrota.

Había entrado en mi despacho y me había atracado, pero yo no había hecho nada para evitarlo. Lo único que pude hacer fue levantar las manos y permitir que se fuera tan campante con mi dinero en el bolsillo.

Había sacrificado negocios por amor.

Algo que me había prometido a mí misma que jamás haría.

Pero Calle era mi mujer y yo la quería demasiado como para permitir que nada malo le sucediera. Se esforzaba muchísimo por conservar el respeto de los hombres de su entorno profesional. Si la gente pensaba que estaba poniéndole los cuernos a Juliana, nunca se repondría; sería algo que la perseguiría durante décadas.

Mi compañía no valía aquella eternidad de sufrimiento.

Además, algún día iba a ser mi esposa.

No sabía cómo, pero lo sería. Había llegado a mi ático borracha y me había dicho todo lo que yo quería oír: tenía dudas sobre su boda con Juliana y prefería casarse conmigo. Los litros de alcohol dejaron al descubierto su verdadera naturaleza y su profunda vulnerabilidad. Era tan débil como yo y sufría al pensar en renunciar a mí.

Conseguiríamos que lo nuestro funcionase.

Tenía que hacer algo para convencerla de que me eligiera,
pero no sabía qué más podría hacer. No tenía pruebas que apoyaran mi inocencia, así que lo único que podía hacer era demostrarle lo mucho que la quería con todos y cada uno de mis
actos.

Antes o después, la falta de pruebas dejaría de tener importancia.

Sencillamente, le sería imposible vivir sin mí.

Igual que yo no podía vivir sin ella.

Estaba en mi despacho cuando salió en las noticias un vídeo que habían filtrado a la prensa... y en el que salía yo.

Alguien les había enviado una grabación de la gala benéfica en la que salíamos mi padre y yo hablando en un rincón de la sala, ambos con aire intensamente hostil y con una cantidad de espacio innecesaria entre nosotros. No había audio, gracias a
Dios... pero era evidente que nos odiábamos el uno al otro. Ni
siquiera nos dimos la mano.

La historia que acompañaba al vídeo lo empeoraba todo.

«Juan Carlos y María José Garzón siguen en guerra, un enfrentamiento
que ya dura más de diez años», dijeron. «Hace unos meses, María José compartió su versión de los hechos con uno de los miembros de nuestro equipo, y estas nuevas pruebas parecen apoyar su declaración. Se puede ver a Juan Carlos Garzón de pie ante su propia hij sin ni siquiera darle la mano. No intercambian demasiadas palabras antes de que se marche abruptamente.

¿Trató Juan Carlos Garzón tan mal a su hija como a su hijastra, Valentina Maxwell? Nos pusimos en contacto con la oficina de Juan Carlos Garzón para solicitar sus comentarios, pero no hemos recibido respuesta».

―Cielo santo... ―Me froté la sien mientras escuchaba el resto de la historia, que hacía parecer a mi padre un hijo de puta aúnbmayor. Técnicamente era totalmente precisa, pero no me hacía falta que echaran más leña al fuego. Mi padre ya me había quitado Megaland; no quería complicarme todavía más la vida.

Las Jefas- (Adaptación Cache) Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora