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Cuando desperté al día siguiente lo primero que hice fue preguntarme a qué hora me quedé dormida junto a su cama con la espalda contra la pared y la cabeza apoyada ligeramente en el colchón. Probablemente había estado demasiado tiempo observando que Sam no se pusiera mal por la borrachera hasta que caí rendida sin haberme acostado antes.

Mis músculos estaban doloridos por la mala postura que tuve al dormir y me estiré rápidamente intentando aliviar el malestar de alguna manera, pero no lo conseguí. Pasé una mano por mi rostro mientras bostezaba y, algunos segundos después, giré la cabeza para observarla. Miré su perfil hipnotizante y relajado, quedando deslumbrada por su belleza.

El cabello de Sam se veía delicado y suave, como seda. Cada mechón era como una pequeña fibra delicadamente entrelazada; parecía una obra maestra. Su piel era suave como el lino, con una tonalidad ligeramente bronceada. Sus labios eran carnosos y de un color rosa brillante, como una flor primaveral.

Respiré profundo, sin poder quitarle la mirada de encima. Mi corazón latió fuerte y mis entrañas se retorcieron con nerviosismo cuando recordé lo que había pasado antes de dormir.

Lo recordé todo. Que prefirieras estar conmigo. Que me dijeras que no habías dejado de pensar en mí. Que me insistieras para que te besara.

Todo estaba siendo tan confuso que no sabía cuánto más iba a poder soportarlo. Porque todo lo que decías, en vez de hacerme sentir aliviada, parecía jugar en mi contra. Y, aunque las respuestas eran bastante claras, mi mente solo podía pensar lo mismo una y otra vez.

¿Qué tan serio era todo esto para ti? ¿Sentías lo mismo que yo o solo tenías curiosidad?

Mi respiración se convirtió en un suspiro cuando me levanté. Me sentí paralizada ante la idea de confesarle a Sam lo que sentía porque el miedo constante de que ella no me quisiera de la misma manera no dejaba de atormentarme.

Aún así no había nada que pudiera hacer. Estaba atrapada en mis propios sentimientos, incapaz de salir de aquel bucle tan molesto de la angustia. Porque no importaba qué tanto intentara avanzar, se sentía como si cada paso que daba estuviera abriendo un agujero más profundo en mi interior.

Caminé hasta la ventana, abrí ligeramente las cortinas y miré hacia el exterior. El sol ya estaba en lo alto y el cielo se veía brillante e intenso. Los árboles estaban bañados por una luz dorada y el aire estaba fresco y limpio.

El mundo se veía más hermoso que nunca y Sam se lo estaba perdiendo por culpa de la resaca.

Miré nuevamente hacia la cama; ella seguía durmiendo profundamente ahí. Su belleza me quitó el aliento y admití, sin dudarlo, que Sam era la mujer más hermosa que había visto en mi vida.

Me incliné hasta quedar de rodillas frente al colchón. Estuve mirándola durante un buen rato, completamente absorta. Era como si el tiempo se hubiera detenido.

Sam, es tarde — dije una vez que salí de mi trance. La llamé un par de veces y, al ver que no estaba surtiendo efecto, procedí a moverla un poco para ver si así se dignaba a despertar —. Los demás llegarán pronto.

Ella movió su cuerpo como pudo hasta que despertó a medias. Levantó un poco la cabeza hasta apoyarla en mi antebrazo y gruñó con flojera, sin abrir los ojos. Mi corazón latió con potencia a causa de los nervios. Sam ya no estaba ebria como la noche anterior y yo no estaba lista para que recordara lo que pasó.

Susurró un par de palabras que ni siquiera fui capaz de entender. Hasta parecía que estaba hablando en otro idioma.

Me pregunté si por lo menos sabía que era yo quien la acompañaba y no cualquier persona aleatoria con la que se había besado en el bar, pues aquel tipo de comportamiento era completamente nuevo en ella.

Extended Play - GAP The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora