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La noche en que lo inevitable sucedió, todo en relación con la fiesta organizada por Firewalk Records para celebrar nuestro momento de gloria la recuerdo bastante bien.

Sé que en su momento no dimensioné la importancia de los hechos, pero Diversity se llevó cuatro Grammys la noche de su primera nominación; la misma en la que fuimos el acto principal de la gala.

Escuchamos muchas historias sobre cómo se vivió la premiación en Tailandia. Personas que gritaron por nuestro triunfo desde la sala de sus hogares, otras que salieron a las calles a festejar, incluso algunas que organizaron eventos grandes en nuestro nombre. Desafortunadamente no estuvimos ahí para comprobarlo, pero, por alguna extraña razón, lo creímos todo.

La gran fiesta se haría en Londres. No porque se quiso así, simplemente fue oportuno porque daríamos algunos conciertos ahí y los directivos no querían esperar a que regresáramos a Tailandia. Fue sorprendente que tantas personas viajaran una gran cantidad de horas solo para asistir, pero teniendo en cuenta que era la primera vez que un acto tailandés conseguía tanto en la industria musical, tuvo bastante sentido.

¿De verdad tengo que usar vestido otra vez? — Mi novia preguntó con molestia mientras se observaba al espejo, colocando la prenda frente a ella para darse una idea de cómo se vería.

Una sonrisa apareció en mi rostro antes de asentir y, cuando me acerqué a ella, no dudé en abrazarla por detrás para dejar un cálido beso en su mejilla.

Sam no era una gran fanática de los vestidos; ni siquiera cuando eran lo suficientemente reveladores como para permitirle ser tan sensual como quisiera. Siempre mencionó que eran bonitos, pero que no iban con su personalidad y siempre estuve de acuerdo con eso. Claro, eso no quería decir que no disfrutara viéndola con aquellos vestidos rojos o negros que los asesores de moda diseñaban para ella.

La fiesta era un día antes del cumpleaños de Sam, el número veinticinco, una fecha por demás importante, razón por la cual también nos quedamos un poco más planeando lo que haríamos después de la enorme fiesta que celebraríamos por los Grammys.

Solo serán algunas horas — dije, apretando mi agarre en su cintura antes de enterrar mi nariz en el hueco de su cuello, olfateando aquel aroma al que ya me había vuelto adicta —. Y apenas regresemos a la habitación, me encargaré de quitártelo.

Le susurré, haciéndola reír antes de separarnos.

Contrario a lo que yo me hubiese imaginado, luego de la larga charla que tuvimos con ella acerca de su nuevo consumo de cocaína, le resultó un poco menos difícil reintegrarse a la vida. Supuse que habiendo puesto las cartas sobre la mesa la ayudamos a sacarse un enorme peso de los hombros; me aliviaba el hecho de que ella ahora se acercara a mí cuando necesitaba ayuda, especialmente en esos momentos en los que su necesidad de recurrir a las drogas parecía ser más fuerte que ella.

Sabía que este no iba a ser un camino sencillo y que era bastante probable que Sam recayera en cualquier momento, pero me alegró que en serio lo estuviese intentando. Y aunque aparentaba una tranquilidad admirable, ella me tenía ansiosa todo el tiempo porque yo mejor que nadie sabía que no la estaba pasando tan bien como quería hacernos creer; así que constantemente estaba mirando su comportamiento, observándola de reojo cuando nos hallábamos en la misma habitación y pasaba mi tiempo libre pensando en todas las cosas que la podrían estar atormentando en ese momento.

Claro que me rompía el corazón que fuese tan difícil para ella dejar sus nuevas adicciones, porque verla quebrarse en aquellos momentos en los que se sentía más vulnerable estaba lejos de ser algo que me gustara. De vez en cuando se despertaba por las noches y se echaba a llorar, otros días corría al baño a vomitar y, en los peores momentos, esnifaba un par de líneas de coca otra vez. Nada de eso estaba siendo fácil para ella y menos para mí, pero me aseguré de estar a su lado siempre que lo necesitara.

Extended Play - GAP The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora