31

807 88 6
                                    

Yo no quiero terminar. No deseo soltarla, porque dejarla ir significa que después podría estar entre las manos de cualquiera. Y ella era mía, era yo, era mi alma. Dejarla sería como renunciar a mí misma, ¿eso al menos tiene algo de sentido?

Yo creí entonces que los primeros días desde mi sobredosis fueron un poco solitarios al aislarme en la intimidad de mis pensamientos, pero estaba equivocada. Soledad era aislarme en mis pensamientos y voltear a un lado, buscándote, encontrándome en el sofá vacío y la habitación sin ruido alguno, pues tú dormías en otro sitio ahora. Los momentos que intenté acercarme te sentí molesta, te levantabas y te ibas porque era más sencillo estar lejos de mí cuando ni siquiera yo misma era capaz de entender qué era lo que sucedía conmigo. Era más fácil volver de madrugada, cuando tú ya estabas rendida sobre la cama, con los ojos abiertos, secos por no parpadear en minutos, con la energía drenada por tanto especular. Sin ganas de pelear, sin ánimos de extender la pena que me aquejaba en el pecho cada vez que me observabas con desdén.

Abatida, esa es la palabra. Cuando Mon estaba abatida era dócil; dócil no pensaba, y cuando no piensa nada duele, los males parecen menos importantes.

Hubo muchos días en los que quise cruzar la puerta, caminar a través del largo pasillo y tocar tu puerta hasta que mis nudillos sangraran. Te necesité todas las noches, extrañé el aroma de tu cabello y la calidez de tu piel; todos esos pequeños detalles que te hacían tú y que seguramente recordaré con gracia durante el resto de mi vida.

Te extrañé tanto que me perdí a mí misma en el proceso, incapaz de recordar cómo era todo antes de ti. Quise salir corriendo para encontrarme contigo. Pensé miles de veces en todo lo que te diría al tenerte de frente; lo mucho que te amo y que estoy dispuesta a dejarlo todo por ti, pero siempre que quise hacerlo, aquellos pensamientos que no me han dejado descansar empezaban a perseguirme.

¿Realmente estoy siendo buena para ti? ¿Soy siquiera merecedora de tu amor? Si sigo hundiéndome... ¿te hundiré conmigo?

Estos días pasé demasiado tiempo fuera y tú demasiados días encerrada. Hubo algunas cuantas primaveras, no voy a mentir; a veces había destellos de luz dorada en tus sonrisas y agua clara en tu mirada, en esas noches que te arrastraban fuera y te obligaban a divertirte. Cuando mi sangre dentro de las venas se convertía en licor y recordaba lo que era que las mejillas me dolieran por tanto sonreír al verte bien. Ese dolor en la cara era lo más cercano que tenía a estar viva de nudo en medio de mis días más oscuros.

La verdad es que yo estuve pensando cómo iba a sobrellevar nuestra relación durante todo este tiempo, pero nada nunca me salía bien. Pensar en ti teniéndote tan lejos resultó ser, definitivamente, lo más difícil que he hecho.

Todas las noches me preguntaba a mí misma si al menos sería capaz de vivir sin ti. Empecé a cuestionarme mi existencia y me di cuenta de que no era capaz de visualizar mis días sin que tú estuvieras a mi lado para vivirlos juntas.

Yo no quiero dejarte; me enferma el simple hecho de pensarlo, pero tampoco es justo para ti que yo te esté haciendo tanto mal. No dejo de pensar en lo que podría pasar si vuelvo a arruinarlo todo, porque sé que te verías afectada también. El día que casi muero me di cuenta de que todo lo que Phoom suele decirme es cierto. Cuando abrí los ojos y te vi llorando por mí, pidiéndome una y otra vez que no volviera a asustarte de esa manera, supe que había cruzado un límite al que nunca debí llegar.


Si todo lo que puedes darme es miseria, lo aceptaré.


Recuerdo a detalle cómo se sintió notar mi pecho apretujarse, romperse, desgarrarse. Era tu voz seria, ronca, entrecortada por la amenaza del llanto inminente; una voz que conocía tan bien, que me acompañaba a todos sitios, inclusive en mis sueños y, en ese momento, también en mis pesadillas. Comencé a temblar y mi rostro ardió con fuerza, al igual que el resto de mi ser, pero mis ojos no escocieron como creí que harían. No necesitaba llorar, solo quería encontrar una solución que no terminara de rompernos a las dos.

Extended Play - GAP The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora