34

592 80 17
                                    

Cuando desperté la mañana siguiente, mi cuerpo dolía como si hubiese tomado una siesta en un lugar totalmente incómodo durante interminables horas. De pronto extendí una de mis manos y sentí la ausencia de tu cuerpo sobre el colchón, entonces mi corazón se detuvo. Últimamente, abrir los ojos era un misterio, pues ya nunca estaba segura de si te encontraría junto a mí o no, siendo consciente de que los últimos días las posibilidades de perderte, para mi desgracia, eran cada vez más altas.

Abrí lentamente los ojos, acostumbrando mi vista a la luz que se filtraba a través de la ventana de nuestra habitación, tranquilizando la intrusión de mis pensamientos ante tu ausencia, convenciéndome a mí misma de que era yo quien había despertado tarde.

Recuerdo incluso haber tomado mi tiempo. Me estiré durante un largo rato sobre la amplitud de la cama e incluso intenté dormir de vuelta, recordando lo agotador que había sido el día anterior. Recordarlo es doloroso, pues en aquel entonces seguía teniendo la falsa esperanza de que subirías a la habitación en cualquier momento y que ibas a sostenerme entre tus brazos como siempre lo hacías.

¿Y es que realmente puedo culparme por esperar algo a lo que ya me había acostumbrado? Ahora que lo pienso, me resulta imposible hacerlo. Porque durante muchos años me había estado castigando por no haber sospechado algo desde que me desperté esa mañana, pero cuando me ponía a analizar a fondo la situación... ¿las cosas serían diferentes aún si lo hubiera sospechado?

No lo creo.

Porque nuestra separación siempre estuvo escrita en el destino de nuestra relación, aunque lo ignoramos desde el principio.

Mi tranquilidad desapareció apenas escuché la primera serie de violentos golpes que resonaban desde la puerta principal hasta la serenidad de mi habitación. Golpes que iban seguidos de un par de gritos que pude identificar fácilmente.

Y pensé lo peor.

Me sentía cansada, pero mi cuerpo seguía funcionando a una velocidad peligrosa. Me levanté con desconfianza de la cama y corrí rápidamente escaleras abajo. Ni siquiera me molesté en buscarte, pues a esas alturas ya sabía que no te encontraría.

Cuando abrí la puerta, no me sorprendió encontrarme a un agitado Kirk al otro lado de ella. Su cabello estaba alborotado y su frente sudorosa. Uno de sus brazos estaba apoyado en la pared y, aunque su respiración era errática, no tardó mucho en darme la gran noticia.

Phoom llamó — salió de sus labios con dificultad —. Sam acaba de dejar la banda.

Los últimos días se me pasaron tantísimas cosas diferentes por la cabeza con la velocidad de un parpadeo, todas desatándose apenas escuché a Kirk hacer mención de tu repentina decisión. Admitiré que, a pesar del letargo que seguía aligerándome la cabeza, sentí como si una fuerza casi magnética me hubiese atado a los pies dos pesados bloques de plomo, impidiéndome caminar para continuar restándole importancia a todo lo que estaba sucediendo en ese momento.

Y a pesar de que ya me estaba torturando lo suficiente, no creo que nadie se sorprenda si confieso que lo primero que pensé fue la posibilidad más inocente de todas las que tenía sobre la mesa; quise pensar que la decisión de Sam había sido por un bien mutuo, que en cualquier momento llegaría a casa y me diría que esperaba que yo hiciera lo mismo para poder huir juntas de una buena vez. Después de todo, lo primero que recordé fueron los comentarios que Sam había hecho durante el Año Nuevo. Sobre Cambridge y sus planes de vivir ahí una vez que estuviésemos cansadas de todo.

Mientras mi cerebro cavilaba dicha posibilidad, vi en la mirada de Kirk que, a pesar de que él no sabía por qué, tenía miedo de la decisión de Sam. Mucho miedo. Fue entonces cuando todas mis ilusiones desaparecieron y entendí que, si ella había decidido abandonar Diversity, era porque tenía la intención de no regresar jamás.

Extended Play - GAP The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora