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Cuando estoy cansado y pensativo

me escondo en mi música, me olvido del día

y sueño con una chica que solía conocer;

cierro los ojos y ella se desvanece.

- Boston


El destino me lo advirtió en silencio, o tal vez fue el silencio quien me avisó. Aunque nunca fue fácil discernirlo, en ese momento había algunas señales bastante claras: no se trataba solo de la ausencia de su calor en mi pecho, ni de la falta de su fragancia que solía envolverme con dulzura junto a los primeros rayos de sol. Cuando me fui, lo supe al escuchar el silencio que dejé atrás, no solo en nuestro hogar, sino también en mi vida.

Aquella noche me costó mucho centrar mis ideas, intenté desesperadamente encontrar otra solución, pero lo único que podía pensar era en el daño que le haría a Mon si no encontraba la manera de mejorar. Cada día que pasaba, sentía que nuestra relación se desmoronaba lentamente, y aunque la amaba con todo mi ser, me resultó imposible verla sufrir por mi culpa. A pesar de los años de amor y complicidad que compartimos, llegó un punto en el que la distancia se convirtió en la única opción para salvarla, aunque eso significara un sacrificio doloroso para ambas. Mi decisión de partir no fue impulsiva ni fácil, tampoco quiero verla como una acción egoísta; fue un acto de amor y desesperación, uno que se cometió en medio de lágrimas y sollozos, con la esperanza de que, algún día, Mon pudiera encontrar la paz que merecía.

Vi cómo ella dejó de comer bien, preocupada por mí y mi bienestar, también cómo el brillo en sus ojos se desvanecía lentamente con cada día que pasaba. Me rompía el corazón verla sufrir de esa manera mientras yo me sentía atrapada en un ciclo de autodestrucción que parecía no tener fin. Recuerdo claramente la expresión asustada en su rostro el día de mi sobredosis, también el dolor que sentí al darme cuenta de que yo fui la causante de su sufrimiento. Llegué a un punto en el que no podía seguir haciéndole daño de esa manera.

Claro que pensarlo resultó ligeramente más fácil que hacerlo porque, apenas puse un pie fuera de nuestro hogar, algo dentro de mí se rompió y hasta el día de hoy no se ha vuelto a reparar; fue la huella que dejó tu ausencia.

Esa recién adquirida nada me aturdió de tal manera que terminó por despojarme de cada uno de mis lamentos. Me saqueó, me dejó vacía. Fue por eso que el día que partí, no lloré. Me resultó imposible hacerlo, incluso cuando deseé sumergirme en todos los recuerdos que llevaban su nombre, demasiado frescos para no arder en mi conciencia.

Caminar hasta el primer hotel que encontré fue una travesía dolorosa. Cada paso parecía una losa de concreto sobre mis hombros y, aunque las lágrimas amenazaban con desbordarse en cualquier momento, ninguna salió. Cada rincón de la ciudad me recordaba a Mon, cada callejón susurraba su nombre en el viento. A medida que me alejaba de todo, sentí que dejaba atrás una parte de mí misma. Era como si cada paso que daba me arrancara un pedazo del corazón. Llegué al hotel con el alma desgarrada por la decisión que había tomado y, una vez dentro de la habitación, me encontré perdida, sin un rumbo claro. La incertidumbre se apoderó de mí, y me debatí entre el deseo de comenzar de nuevo y el miedo paralizante de no saber qué me depararía el futuro. Era un momento de oscuridad abrumadora en mi vida, y la pregunta de qué haría a partir de ese momento parecía una sombra inquietante que se cernía sobre mí.

Apenas mi cabeza tocó la almohada, me sumí en un torbellino de pensamientos que me llevaron de regreso a lo largo de los años. Recordé cómo logré liberarme de la vida que me habían impuesto en casa de mi abuela, un lugar donde la música era considerada una pérdida de tiempo. También el momento en el que tomé la decisión de fundar Diversity con Kirk, Jim y Kade, las tres personas que se convertirían en mi familia elegida. Pero, sobre todo, mi mente regresó al día que conocí a Mon. Debo admitir que, al principio, pensé que reclutarla fue un error; su timidez y torpeza iniciales me hicieron dudar. Sin embargo, todo cambió en el momento en que la escuché cantar. Su voz era una sinfonía de emociones y su pasión por la música era palpable. Poco a poco, caí rendida ante ella, ante sus encantos, dedicación y la forma en que interpretaba y vivía la música, al igual que yo. Fue un viaje que nos llevó a compartir nuestras almas a través de la música, uno que marcó el comienzo de algo hermoso entre nosotras.

Extended Play - GAP The SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora