Capítulo 7

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El camino de grava hacia la casa de la infancia de los hermanos Durand estaba rodeada de maleza. El patio delantero estaba lleno de mala hierba, y el césped que en su día era de un verde intenso gracias al cuidado de la señora Miriam, ahora era un triste color amarillo.

Kael avanzaba por delante de mí en dirección a la cochera. Miriam antes de irse me dejó la llave de su casa. Ella quería que yo la tuviera en vez de Patrick. Me veía como una hija suya, y yo la apreciaba como una madre. Ahora secretamente le agradecía por aquello. Con la llave que me había dado, Kael y yo pudimos entrar a la cochera que tenía un olor a moho muy fuerte. Prendí la luz para ver mejor el lugar, todo estaba cubierto por una capa de suciedad y de telas de araña.

La camioneta de Miriam estaba cubierta por un forro especial, que Kael sacó haciendo que tosiéramos por la cantidad de polvo que esta había acumulado. La camioneta era algo vieja, y estaba muy desgastada, pero funcionaba bien. Dentro estaba la llave, lo sabía gracias a Miriam, por lo que abrí la puerta y busqué en la guantera las llaves del contacto, entregándoselas a Kael.

-Esto te servirá mucho -dije luego que él las atrapara. Las sacudió haciendo tintinearlas y me sonrío.

-Servirá bastante. -Asintió complacido mirando el auto. Una pequeña sonrisa se asomó a su rostro-. Regresaré con esta -dijo tocando la camioneta de su mamá-. En un rato iré a tu casa.

Aquello sonó como si me estuviera echando. Asentí lentamente metiéndome las manos en los bolsillos traseros de mi pantalón.

-Bien -sonreí mirando a todos lados, de repente sintiéndome como chusma por seguir ahí cuando él aparentemente quería estar a solas. Señalé las luces del techo-. No te olvides de apagarlas. Échale seguro a la puerta cuando te vayas.

Con total confianza le entregué las llaves que Miriam me había entregado a Kael. Confiaba plenamente en él con referencia a esto.

Él me dio una leve inclinación de cabeza y tomé eso como mi señal para irme. Di media vuelta y me fui, cerrando la puerta detrás de mí. Cuando me subí a mi camioneta, manejé a casa con el sonido de la música de la radio de fondo mientras pensaba en lo que podría estar sintiendo Kael en esa casa luego de tantos años sin pisarla. Sabía cómo se sentía Pat referente a eso, pero no sabía cómo la estaba pasando Kael.

Al llegar a casa me sorprendió sobremanera ver a Pat sentado en el sillón mirando el televisor fijamente. Lo raro era que el televisor estaba apagado, y Pat lo miraba como si lo culpara por haber hecho algo malo. Cerré la puerta con más fuerza de la necesaria y fui a agacharme frente a Pat temiendo que algo malo haya pasado, esa mirada en su rostro me tenía nerviosa.

-¿Pat? -pregunté con temor apretando su rodilla-. ¿Qué pasa?

Lentamente Pat volteó el rostro hacia mí y fijó sus ojos marrones en los míos. Su mirada me dejó helada, sus ojos seguían vidriosos. Al parecer seguía borracho, pero cuando miré el desorden a su lado opuesto en el suelo supe que recientemente había consumido más licor. Había latas de cerveza regadas en el suelo manchando la alfombra que cubría el centro de mesa y los sillones de la sala.

Cuando volví a mirar su rostro, instintivamente quité mi mano de su rodilla. Pat parecía enojado. Me levanté retrocediendo y tropezando con mis propios pies. Estaba nerviosa y algo asustada porque acababa de darme cuenta de un hecho horrible sobre mi esposo: era un alcohólico.

Pat se puso en pie, parecía estar estable porque no se tambaleó, sino que se irguió en toda su altura y me miró como si él se hubiera dado cuenta de algo.

-¿Dónde estabas? -preguntó con voz ronca.

Lo ignoré.

-¿Por qué tomaste más? -pregunté señalando las latas en el suelo. Empezaba a ponerme furiosa. Hoy había limpiado toda la casa y ahora la sala apestaba a cerveza-. Te dejé durmiendo tu siesta de borracho y ahora que vuelvo a la casa, te encuentro así y con el suelo hecho un desastre. ¿A ti qué te pasa?

Corazones fracturados | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora