Capítulo 42

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Kael me contó absolutamente todo.

Aquella mujer que había enviado la carta era la enfermera que conoció en Afganistán cuando estaba de misión en la Marine. Se llamaba Mariella y era hija de Francis Martin, un comandante allí que vio a Kael como un hijo, siempre lo cuidó y se preocupó por él. Para él también fue un padre. De esa manera conoció a esta chica, quien tenía veinte años cuando estuvieron juntos y él veintidós. No quise saber los detalles de ellos dos como pareja, sólo lo superficial. Así que lo corté cuando quiso decirme el porqué había caído en sus "encantos", porque al principio no fue así.

En el sobre vino la carta y una foto. Aquella foto era una de ella junto a Alen. El pequeño aparecía allí con las manos alzadas porque su madre cogía sus brazos como si lo estuviera ayudando a caminar. No podía negar que el parecido con Kael era increíble, tenían el cabello del mismo color, a diferencia de la mujer que era rubia y de ojos celestes. En serio era hermosa, demasiado como para seguir mirándola sin sentir un retorcijón en el estómago.

Saber que Kael tuviese un hijo con otra mujer dolía más que nada en el mundo, pero al ver aquella fotografía no podía mentir diciendo que no había sentido nada al ver el pequeño. Era un mini Kael. Ni siquiera lo conocía y ya me moría por hacerlo. Lo insté a llamarla, para que acordaran un encuentro y él conociera a su hijo. Dios mío, esto era tan surrealista. Kael parecía algo nervioso y conmocionado al saber que tenía un hijo, y también furioso con ella por ocultárselo. No debía ser nada fácil saber de un día para otro que tenías un hijo de tres años del que no sabías nada.

Pero finalmente y después de pensárselo mucho, Kael aceptó e hizo la llamada. Marcó el número que estaba en esa carta y esperó a que ella contestara. No me gustó nada que volviera a tener contacto con una mujer de su pasado, pero no podía hacer nada, ellos tenían una conexión que ni él y yo teníamos: un hijo. Aquella unión no se podía borrar y tenía que acostumbrarme a que ellos iban a continuar viéndose. En mi corazón sabía perfectamente que no sólo lo estaba haciendo por Kael, sino también por ese pequeño. Si tiempo atrás las cosas no hubieran salido como lo hicieron y yo jamás me habría desangrado hasta abortar, tal vez ahora hubiera estado con mi panza de embarazada, y todo habría sido tan diferente.

Nunca lo sabríamos.

Lo importante ahora era olvidar el pasado, vivir el presente y construir un futuro. No sabíamos qué ocurriría de aquí a un tiempo pero albergaba la esperanza de que Kael y su hijo estén juntos. Un hijo no podía estar separado de su padre.

Luego de la llamada, Kael volvió a mí con el rostro estoico, pero asintió haciéndome saber que ya había hablado con ella. Con la madre de su hijo. Dios, eso dolía más que nada pero aparté mis sentimientos porque ahora no eran necesarios los celos tontos.

-¿Y? -pregunté instándole a que siguiera hablando. Su ceño fruncido y la mirada perdida me aturdió por un momento, pero cuando me pegó a él y puso su cabeza en mi hombro me relajé, pasando las manos por su cabello como si fuera un niño pequeño. Parecía tan perdido como yo lo estaba.

Esperé a que hablara, no lo hice mucho.

-Va a venir este fin de semana -dijo, con la voz apagada por estar en mi hombro, sus manos rodearon mi cintura. Arqueé mis cejas. Ya hoy era viernes y teníamos trabajo, así que no entendía cuándo vendrían-. El domingo... -carraspeó-. El domingo vendrán.

Me quedé en silencio por varios segundos sin estar segura de qué responder a eso. ¿Se reunirían aquí en nuestra casa, o en un restaurante? ¿Tal vez en un parque? Tenía mil dudas en mi mente rondando con aquel pedazo de información. Si ellos venían a casa tenía que limpiar la casa, no me gustaba que vengasen invitados y la casa no tuviera olor a la cera que acostumbraba a comprar. Una manía mía, lo sé, pero solo las amas de casa me entendían. Y sí, no era una ama de casa a tiempo completo, pero dado que mi trabajo solo eran los fines de semana por la noche hasta la madrugada lo sentía así.

Corazones fracturados | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora