Capítulo 26

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Luego de finalizar nuestros turnos, Kael y yo regresamos a casa en completo silencio. Yo cabeceando en el asiento por el sueño, y él sumido en sus pensamientos. No estaba acostumbrada a este horario, y la verdad, esperaba algún día adaptarme. El otoño iba a llegar y si no me acostumbraba, iba a ser difícil, por lo menos para mí.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero cuando abrí los ojos estaba en los brazos de Kael siendo cargada y transportada. Quise hablar pero el sueño me ganaba, mis párpados estaban pesados y lo único que quería era acurrucarme. Metí mi cabeza en su cuello y suspiré, sintiéndome calentita. Pero de pronto me depositó en la cama. En serio, quería levantarme y lavarme el rostro y los dientes, pero me ganó el sueño.

Cuando volví a despertar, estaba desparramada en la cama, con la cabeza en la almohada y mis piernas enredadas en la manta que estaba casi en el suelo. Ni siquiera sabía la hora, pero mi estómago empezó a gruñir de hambre. Estaba con la ropa de ayer, mi falda negra y una blusa ya muy arrugada. Lo malo era que mi falda estaba casi por mis caderas, dejando ver mis piernas y parte de mis bragas. Al parecer, me moví mucho mientras dormía. Había un reloj en la mesita de noche que indicaba era el mediodía. Me levanté de un salto y cogí mi neceser de la maleta, ropa y algunos productos más para bañarme. Quince minutos después salí del baño, con ropa cómoda y el cabello suelto mojado. Busqué a Kael y Miriam pero solo pude encontrar a tía Diane en la cocina.

-Hola, Sophie -saludó con una gran sonrisa. Estaba cortando verduras para luego echarlas a una olla. El olor a cebolla era fuerte aquí, pero eso me hacía recordar a cuando yo cocinaba en casa, y todo mi semblante se puso serio.

¿Acaso todo me haría recordar a mi vida cuando aún estaba con Patrick?

Bueno, era algo difícil dado que todo lo que conocía era él. Eso sucede cuando te centras en dar todo de ti por amor, sin medir las consecuencias de ese acto. Uno mismo es más importante. Y no es egoísmo, sino amor propio. Algo que recién aprendía.

Sacándome aquellos pensamientos de la cabeza, con una sonrisa ladina me acerqué a Diane y la saludé con un beso en la mejilla. Esta mujer era como una tía para mí, y a pesar de que era familia de Patrick, me hacía sentir más yo su sobrina que él.

-¿Sabes dónde está Miriam, o Kael?

Diane elevó las cejas.

-Fueron a conversar, y buscar cosas en su antigua casa.

¡Vaya! Eso significaba que ambos habían ido a la casa que antiguamente vivían con Marco. La casa de infancia de Kael. Ese lugar Miriam lo había abandonado luego de que a su exesposo lo metieran preso. Había dejado todo para solo coger su ropa y venir con Patrick y conmigo a casa. Nunca quiso venderla, ni mucho menos alquilarla. Allí se encontraban sus cosas, las de Kael y por supuesto las de Patrick. Yo la había ayudado a empacar las cosas de Marco en cajas para llevarlas a donación, borrando el recuerdo de él de aquella casa. Pero los fantasmas seguían allí. Lo podía decir por experiencia propia. Si llegaba a recuperar la casa, mi casa, no querría vivir en ella por los recuerdos que allí habitaban. Y si Miriam y Kael estaban allí para conversar, y buscar cosas, significaba que hablarían sobre su padre biológico.

No tenía hambre, pero mi estómago me demandaba comida. Luego de haberme visto el rostro sin maquillaje en el espejo, podía decir con certeza que los moretones ya estaban sanando. Mis heridas en las piernas también, ya podía caminar con normalidad.

Mientras comía tostadas y conversaba con Diane, el timbre de la casa sonó, haciéndome sobresaltar. Miré horrorizada a Diane. Ella frunció el ceño, pero dejó de hacer lo que hacía y se lavó las manos en el lavadero. Mi corazón latía frenéticamente. De un salto me levanté de la silla y caminé sigilosamente hasta la habitación donde dormía. Si era Patrick podría esconderme debajo de la cama. No era el escondite más seguro, claro está, pero tal vez...

Corazones fracturados | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora