El día domingo llegó y yo no me sentía lista. Kael había acordado verlos en un restaurante, y por mucho que no me gustaba esa idea tenía que concederle la opción de elegir. Yo no era la madre de Alen, y no tenía voz ni voto, así que me callé y no argumenté nada contra eso. Íbamos a ir luego del almuerzo, así que luego que Kael y yo dejáramos la cocina limpia, fuimos a alistarnos.
Ya en su camioneta me apretó la mano. Sentía que él me consolaba a mí cuando debía ser al revés. Simplemente aguardé hasta llegar a la cafetería en la plaza del pueblo. Kael estacionó y yo enseguida bajé. Entrelazamos nuestras manos para entrar. Dentro había varios personas, pero no vi por ninguna parte a una rubia, así que solté el aliento que estaba conteniendo al igual que Kael. Parecía algo aliviado, aunque su rostro seguía tenso. Nos trasladamos a una mesa y nos sentamos lado a lado.
-¿Crees que vendrá? -preguntó. Parecía muy nervioso, retorciendo su mano y rebotando su pierna en el suelo. Puse mi mano sobre su rodilla para que se detenga, cuando lo hizo, sonreí.
-No lo sé, no la conozco, pero tú sí. -No traté que sonara mal, él sonrió sin mostrar sus dientes-. Entonces... ¿es tardona?
Se rio.
-Lo es. -Por extraño que pareciera, solo sentí una pizca de celos, no tantos como lo hice cuando él la llamó. No sabía por qué de pronto estaba tan tranquila. Aproveché aquel momento para distraerlo de su nerviosismo, instándole a que me contara más-. Siempre se demoraba, era algo tardona, pero cuando alguien resultaba herido era la primera en aparecer para ayudar.
Sonreí, como si yo fuera parte de ese recuerdo. No hablé, porque antes que pudiera decir algo apareció una sombra a nuestro lado.
Vaya, dado que aún estábamos en la hora acordada debía decir que estaba puntual. Como Kael estaba en el lado del pasillo, fue él quien notó la sombra y giró rápidamente. Yo lo hice luego, viendo el momento exacto en que aquella chica, Mariella, miraba a Kael con sorpresa. Unos segundos pasó en el que nadie dijo nada, hasta que él se levantó y la saludó. Con una sacudida de manos para nada amigable, aquello hizo fruncir el ceño de la chica pero no hizo más. Estaba sola, sin el pequeño. Cuando me miró quise esconderme bajo la mesa pero solo le sonreí.
Kael le habló en voz baja y luego volteó hacia mí, que aún permanecía sentada.
-Sophie, amor -dijo cogiéndome la mano para ayudar a levantarme. Esta chica era alta, mucho más que yo y casi a la altura de Kael, lo cual era bastante porque él me llevaba una cabeza de diferencia en la altura. Incliné mi cabeza atrás y levanté la mano-. Esta es Mariella. Mariella, ella es Sophie.
Ella parecía conocerme, en sus ojos vi reconocimiento cuando sacudió mi mano. Sus ojos celestes me estudiaron hasta que sonrió brevemente.
-Hola, Sophie, normalmente no me gusta que me llamen Mariella. Puedes decirme Ela, todos lo hacen. -Y fulminó a Kael, entrecerrando sus ojos-. Él es el único que me llama por mi nombre.
Parecía algo molesta por ese hecho.
-Te llamaré Ela entonces. -Me encogí de hombros. El ambiente se puso denso. Ella era hermosa, realmente lo era, no podía apartar mi mirada. Su cabello rubio era laceo, y su rostro parecía el de una muñeca. Quería apartar mis ojos pero no podía, aunque cuando lo hice Kael me miraba a mí. Su rostro denotaba nerviosismo. Intenté sonreír como si fuera feliz-. Así que... ¿dónde está Alen?
Los ojos de Ela se abrieron.
-Lo dejé en mi auto -susurró. Nos hizo una seña para que la siguiéramos. Salimos de la cafetería y la seguimos hasta un auto color rojo, era algo viejo y parecía destartalado. Dentro había un niño pequeño usando un teléfono celular, parecía muy concentrado. Ella abrió la puerta del lado de Alen donde estaba sentado en su sillita-. Alen, quiero presentarte a alguien... -Lo cargó en brazos, inmediatamente la atención de Alen cambió del celular en sus manos a su madre. De cerca podía notar que se parecía mucho a Kael cuando era pequeño. Miriam me había mostrado fotos de los pequeños Durand, así que podía decir con certeza que Alen era hijo de Kael. No había necesidad de una prueba de ADN-. Ellos son Kael y Sophie. Alen, salúdalos.
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Corazones fracturados | ✓
Lãng mạnSophie a pesar de estar casada con Patrick, aún sigue pensando en el hermano de su esposo. Una vez los tres fueron mejores amigos hasta que Kael se fue y no volvió nunca más. Hasta que regresa, y pone el mundo de Sophie al revés. Sus corazones fract...